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Cartas 60-212 - Carmelo - Santa Teresa de Jesus

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en ellas sus <strong>de</strong>dos divinos. Las criaturas son peldaños, instrumentos, pero es la mano <strong>de</strong><br />

Jesús la que lo dirige todo. En todo hay que verlo sólo a él...<br />

No puedo pensar sin extasiarme en mi querida santa Cecilia. ¡Qué mo<strong>de</strong>lo para la<br />

humil<strong>de</strong> lira <strong>de</strong> Jesús...! En medio <strong>de</strong>l mundo, metida entre toda clase <strong>de</strong> peligros, en el<br />

momento <strong>de</strong> unirse a un joven pagano que no respira más que amor profano, me parece<br />

que Cecilia hubiese <strong>de</strong>bido temblar y llorar... Pero no: al oír el sonido <strong>de</strong> los instrumentos<br />

que festejaban sus bodas, Cecilia cantaba en su corazón 5 ... ¡Qué abandono...!<br />

Escuchaba, sin duda, unas melodías que no eran <strong>de</strong> la tierra; su esposo divino cantaba<br />

también; los ángeles hacían resonar en el corazón <strong>de</strong> Cecilia el sonido <strong>de</strong> sus conciertos<br />

celestiales... Cantaban como [2vº] en otro tiempo junto al pesebre <strong>de</strong> Jesús: «Gloria a<br />

Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama».<br />

¡La gloria <strong>de</strong> Dios! Cecilia adivinaba que su esposo divino tenía sed <strong>de</strong> almas y anhelaba<br />

ya la <strong>de</strong>l joven romano que sólo soñaba en la gloria <strong>de</strong> la tierra; pronto hará <strong>de</strong> él un<br />

mártir, y las multitu<strong>de</strong>s marcharán en pos <strong>de</strong> sus huellas... Cecilia no teme, porque los<br />

ángeles cantaron: «Paz a las almas que el Señor ama»; ella sabe que Jesús está<br />

obligado a guardarla, a proteger su virginidad. Por eso, ¡qué recompensa...!<br />

Sí, es preciosa la casta generación <strong>de</strong> las almas vírgenes, canta frecuentemente la<br />

Iglesia, y esta palabra sigue siendo hoy tan verda<strong>de</strong>ra como en los tiempos <strong>de</strong> la virgen<br />

Cecilia...<br />

Celina querida, ¡qué contento está Jesús con su pequeña lira! ¡Tiene tan pocas en el<br />

mundo! Déjale <strong>de</strong>scansar a tu lado, no te canses <strong>de</strong> cantar, pues Jesús no se cansa<br />

nunca <strong>de</strong> tocar... Un día, allá arriba en la patria, verás los frutos <strong>de</strong> tus trabajos... Después<br />

<strong>de</strong> haber sonreído a Jesús en medio <strong>de</strong> las lágrimas, gozarás <strong>de</strong> los rayos <strong>de</strong> su Faz<br />

divina y él seguirá tocando en su pequeña lira. ¡Tocará durante toda la eternidad aires<br />

nuevos que nadie, excepto Celina, podrá cantar...!<br />

NOTAS Cta 149<br />

1 A propósito <strong>de</strong> este nombre, cf Cta 98, n. 1.<br />

2 San Agustín.<br />

3 Cf CE 3,5.<br />

4 <strong>Teresa</strong> se siente a gusto con este instrumento «melodioso», cuyo simbolismo le es<br />

familiar: cf Cta 102, 140, 142, 147, 161; PN 3(3f); PN 5,14; PN 17,14; PN 18,40; PN 20,4;<br />

PN 47,1; PN 48,5; RP 1,19vº; RP 2(4 f.); RP 3,13rº; RP 5, estr. 5; RP 7,5vº; Or 4.<br />

5 Oficio litúrgico <strong>de</strong> santa Cecilia; cf Cta 54, n. 2.<br />

Cta 150 A la señora <strong>de</strong> la Néele<br />

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