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Cartas 60-212 - Carmelo - Santa Teresa de Jesus

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Pero, al igual que la esposa, también nosotras sabemos la causa <strong>de</strong> nuestra prueba:<br />

nuestra alma está turbada a causa <strong>de</strong> los carros <strong>de</strong> Aminadab... No estamos todavía en<br />

nuestra patria, y la prueba tiene que purificarnos como el oro [1vº] en el crisol. A veces<br />

nos creemos abandonadas. Los carros, los vanos ruidos que nos afligen, ¿están <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> nosotras o están fuera? No lo sabemos..., pero Jesús sí que lo sabe. La ve nuestra<br />

tristeza y <strong>de</strong> repente se <strong>de</strong>ja oír su voz, una voz más dulce que el soplo <strong>de</strong> la brisa <strong>de</strong><br />

primavera 3 : «¡Vuelve, vuelve, Sulamita, vuelve, vuelve para que te veamos!» (Cant, cap.<br />

6, 5.12).<br />

¡Qué llamada, ésta <strong>de</strong> nuestro Esposo...! ¿Cómo? Nosotras no nos atrevemos ni siquiera<br />

a mirarnos, <strong>de</strong> tan sin brillo y sin adornos como pensamos estar, y Jesús nos llama,<br />

quiere mirarnos a placer. Pero no está solo: las otras dos Personas <strong>de</strong> la Santísima<br />

Trinidad vienen con él a tomar posesión <strong>de</strong> nuestra alma... Jesús lo prometió en otro<br />

tiempo cuando estaba para subir a su Padre y nuestro Padre. Dijo, con una ternura<br />

inefable: «Si alguien me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él<br />

y haremos en él nuestra morada».<br />

Guardar la palabra <strong>de</strong> Jesús. Esa es la única condición para nuestra felicidad, la prueba<br />

<strong>de</strong> nuestro amor a él. ¿Pero qué palabra es ésa...? Me parece que la palabra <strong>de</strong> Jesús es<br />

él mismo..., él, Jesús, el Verbo, ¡la Palabra <strong>de</strong> Dios...! Nos lo dice más a<strong>de</strong>lante en el<br />

mismo evangelio <strong>de</strong> san Juan cuando ora al Padre por sus discípulos. Se expresa así:<br />

«Santifícalos con tu palabra, tu palabra es la verdad». Y en otra parte Jesús nos enseña<br />

que él es el camino, la verdad y la vida. Sabemos, pues, cuál es la Palabra que tenemos<br />

que guardar. Nosotras no preguntaremos a Jesús, como Pilato: «¿Qué es la verdad?»<br />

Nosotras poseemos la Verdad, guardamos a Jesús en nuestros corazones...<br />

Con frecuencia po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir, como la esposa, «que nuestro Amado [2rº] es un ramillete<br />

<strong>de</strong> mirra», que él es para nosotras un esposo <strong>de</strong> sangre... ¡Pero qué dulce nos sonará un<br />

día, cuando salga <strong>de</strong> su boca, aquella palabra <strong>de</strong> Jesús: «Vosotros sois los que habéis<br />

permanecido conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió<br />

mi Padre a mí» (Evangelio)<br />

Las tribulaciones <strong>de</strong> Jesús. ¡Qué misterio! ¿O sea, que también él tiene tribulaciones? Sí,<br />

claro que las tiene, y a menudo se encuentra solo pisando el vino en el lagar. Busca<br />

consoladores y no los encuentra... Muchos sirven a Jesús cuando los consuela, pero<br />

pocos se avienen a hacer compañía a Jesús cuando duerme sobre las olas o cuando<br />

sufre en el huerto <strong>de</strong> la agonía... ¿Quién, pues, querrá servir a Jesús por él mismo...? ¡Lo<br />

haremos nosotras...! Celina y <strong>Teresa</strong> se unirán cada vez más, en ellas se cumplirá esta<br />

oración <strong>de</strong> Jesús: «Padre, que sean uno, como nosotros somos uno». Sí, Jesús nos<br />

prepara ya su Reino, como su Padre se lo ha preparado a él. Nos lo prepara <strong>de</strong>jándonos<br />

en la tribulación. Quiere que nuestro rostro sea visto por las criaturas, pero que esté como<br />

escondido para que nadie más que él nos reconozca... Pero también ¡qué felicidad pensar<br />

que Dios, la Trinidad entera nos está mirando, que vive en nosotras y se complace en<br />

contemplarnos! ¿Y qué es lo que quiere ver en nuestro corazón, sino «coros musicales en<br />

un campo <strong>de</strong> batalla»? (Cant, cap.7, v. 1). «¿Cómo cantar un cántico <strong>de</strong>l Señor en tierra<br />

extranjera...? Nuestras arpas llevan ya mucho tiempo colgadas en los sauces <strong>de</strong> sus<br />

orillas», ¡ya no sabemos utilizarlas...! Nuestro Dios, el huésped <strong>de</strong> nuestras almas, lo<br />

sabe, y por eso viene a nosotras con la intención <strong>de</strong> encontrar una morada, una tienda<br />

VACÍA en medio [2vº] <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> batalla <strong>de</strong> la tierra. No pi<strong>de</strong> más que esto, y él mismo

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