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Cartas 60-212 - Carmelo - Santa Teresa de Jesus

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Tus dos cartas han sonado como una dulce melodía en mi corazón... Me siento feliz al ver<br />

la predilección <strong>de</strong> Jesús hacia mi Celina. ¡Cómo la quiere, y con qué ternura la mira...!<br />

Ahora ya estamos las cinco en nuestro camino 1 . ¡Qué suerte po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cir: «Estoy segura<br />

<strong>de</strong> hacer la voluntad <strong>de</strong> Dios»! Y su santa voluntad se ha manifestado claramente<br />

respecto a mi Celina. Es a ella a quien Jesús ha escogido entre todas para ser la corona y<br />

la recompensa <strong>de</strong>l santo patriarca que ha cautivado al cielo por su fi<strong>de</strong>lidad. ¿Cómo te<br />

atreves a <strong>de</strong>cir que has sido olvidada o menos amada que las otras? Yo te digo que has<br />

sido ESCOGIDA <strong>de</strong> manera privilegiada, que tu misión es tanto más bella cuanto que,<br />

siendo el ángel visible <strong>de</strong> nuestro padre querido, eres a la vez la esposa <strong>de</strong> Jesús.<br />

«Es verdad -piensa tal vez mi Celina-, pero en <strong>de</strong>finitiva yo hago por Dios menos que las<br />

otras, tengo muchos menos consuelos, y por lo tanto menos méritos». «Mis planes no son<br />

vuestros planes», dice el Señor. El mérito no consiste en hacer mucho ni en dar mucho,<br />

sino más bien en recibir, en amar mucho... Se ha dicho que hay más felicidad en dar que<br />

en recibir, y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la felicidad <strong>de</strong> dar, no<br />

sería educado negarse. Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera. La perfección consiste<br />

en hacer su voluntad 2 y al alma que se [1vº] entrega enteramente a él el mismo Jesús la<br />

llama «su madre y su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguien me ama,<br />

guardará mi palabra (es <strong>de</strong>cir, cumplirá mi voluntad), y mi Padre lo amará, y vendremos a<br />

él y haremos en él nuestra morada»<br />

¡Ay, Celina, qué fácil es agradar a Jesús, cautivar su corazón! Lo único que hay que hacer<br />

es amarle sin mirarse uno a sí mismo y sin examinar <strong>de</strong>masiado los propios <strong>de</strong>fectos...<br />

Tu <strong>Teresa</strong> no se encuentra en este momento en las alturas, pero Jesús le enseña a<br />

«sacar provecho <strong>de</strong> todo, <strong>de</strong>l bien y <strong>de</strong>l mal que halla en sí» 3 . Le enseña a jugar a la<br />

banca <strong>de</strong>l amor, o, mejor, no, él juega por ella sin <strong>de</strong>cirle cómo se las arregla, pues eso es<br />

asunto suyo y no <strong>de</strong> <strong>Teresa</strong>. Lo que ella tiene que hacer es abandonarse, entregarse sin<br />

reservarse nada para sí, ni siquiera la alegría <strong>de</strong> saber cuánto rin<strong>de</strong> su banca 4 . Pero,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, ella no es el hijo pródigo, y por tanto no vale la pena que Jesús le<br />

ofrezca un festín, porque «ella está siempre con él».<br />

Nuestro Señor quiere <strong>de</strong>jar «las ovejas fieles en el <strong>de</strong>sierto». ¡Cuánto me dice esto...! Él<br />

está seguro <strong>de</strong> ellas: no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>scarriarse, porque están cautivas <strong>de</strong>l amor. Por eso<br />

Jesús las priva <strong>de</strong> su presencia sensible para ofrecer sus consuelos a los pecadores; y si<br />

las lleva al Tabor, es por breves instantes: los valles son, por lo regular, el lugar <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>scanso. «Allí es don<strong>de</strong> él sestea a mediodía».<br />

La mañana <strong>de</strong> nuestra [2rº] vida ya ha pasado, hemos gozado <strong>de</strong> las brisas perfumadas<br />

<strong>de</strong> la aurora, todo entonces nos sonreía, Jesús nos hacía sentir su dulce presencia. Pero<br />

cuando el sol cobró fuerza, el Amado «nos condujo a su jardín y nos hizo recoger la<br />

mirra» <strong>de</strong> la tribulación separándonos <strong>de</strong> todo y hasta <strong>de</strong> sí mismo. La colina <strong>de</strong> la mirra<br />

nos fortaleció con sus perfumes amargos, por eso Jesús nos hizo bajar <strong>de</strong> nuevo y ahora<br />

estamos en el valle y él nos conduce suavemente a lo largo <strong>de</strong> las aguas.<br />

Celina querida, no sé muy bien lo que te digo, pero creo que compren<strong>de</strong>rás, que<br />

adivinarás lo que quisiera <strong>de</strong>cirte. ¡Seamos siempre la gota <strong>de</strong> rocío <strong>de</strong> Jesús! Ahí está la<br />

dicha, la perfección... Afortunadamente es a ti a quien estoy hablando, pues otras<br />

personas no sabrían compren<strong>de</strong>r mi lenguaje, y confieso que a muy pocas almas les

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