Cartas 60-212 - Carmelo - Santa Teresa de Jesus
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Cta 156 A la madre Inés <strong>de</strong> Jesús<br />
21 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1894<br />
J.M.J.T.<br />
El sueño <strong>de</strong>l Niño Jesús 1 .<br />
Mientras juega con las flores que su esposa querida le ha llevado a la cuna, Jesús piensa<br />
qué podrá hacer para agra<strong>de</strong>cérselo... Allá arriba, en los jardines <strong>de</strong>l cielo, los ángeles,<br />
servidores <strong>de</strong>l divino Niño, trenzan ya las coronas que su corazón tiene reservadas para<br />
su amada.<br />
Mientras tanto, ha llegado la noche. La luna envía su resplandor <strong>de</strong> plata, y el Niño Jesús<br />
se duerme... Su manita no suelta las flores con que se ha divertido a lo largo <strong>de</strong>l día su<br />
corazón continúa soñando con la felicidad <strong>de</strong> su esposa querida.<br />
Muy pronto, allá en la lejanía, divisa unos objetos extraños que no tienen ningún parecido<br />
con las flores primaverales. ¡Una cruz...! ¡Una lanza...! ¡Una corona <strong>de</strong> espinas! Y sin<br />
embargo, el divino Niño no tiembla. ¡Eso es lo que él escoge para <strong>de</strong>mostrar a su esposa<br />
cuánto la ama...! Pero esto no basta todavía. Su rostro infantil y tan hermoso, lo ve<br />
<strong>de</strong>sfigurado, ¡sangrante...!, ¡irreconocible...! Jesús sabe muy bien que su esposa siempre<br />
lo reconocerá, y que cuando todos lo abandonen ella seguirá a su lado. Por el eso el<br />
divino Niño sonríe ante esa imagen sangrante, y sonríe también ante el cáliz lleno <strong>de</strong>l vino<br />
que hace germinar a las vírgenes. Sabe que en la eucaristía los ingratos lo van a<br />
abandonar, pero Jesús piensa en el amor <strong>de</strong> su esposa y en sus <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>zas. Ve cómo<br />
las flores <strong>de</strong> sus virtu<strong>de</strong>s perfuman el santuario, y Jesús niño sigue durmiendo<br />
dulcemente... Espera a que las sombras <strong>de</strong>clinen..., a que la noche <strong>de</strong> la vida sea<br />
reemplazada por el día radiante <strong>de</strong> la eternidad...<br />
En ese día Jesús <strong>de</strong>volverá a su amada esposa las flores que ella le dio, para consolarlo,<br />
en la tierra... En ese día inclinará hacia ella su Faz divina, toda radiante <strong>de</strong> gloria, ¡¡¡y hará<br />
gustar eternamente a su esposa la dulzura inefable <strong>de</strong> su beso divino...!<br />
[vº] Madre mía querida, acabas <strong>de</strong> leer el sueño que tu hija quería reproducir para el día<br />
<strong>de</strong> tu santo. ¡Pero sólo tu pincel <strong>de</strong> artista podría pintar tan dulce misterio...! Espero que<br />
sólo mires a la buena voluntad <strong>de</strong> quien se sentiría dichosa <strong>de</strong> haberte agradado.<br />
Eres tú, Madre mía, son tus virtu<strong>de</strong>s lo que he querido representar en las florecitas que<br />
Jesús aprieta contra su corazón. Las flores son todas sólo para Jesús. Sí, las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
mi Madre querida permanecerán siempre escondidas con el Niñito <strong>de</strong>l pesebre. Sin<br />
embargo, y a pesar <strong>de</strong> la humildad que quisiera ocultarlas, el perfume misterioso que se<br />
<strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong>de</strong> esas flores me hace ya presentir las maravillas que un día veré en la patria<br />
eterna, cuando me sea dado contemplar los tesoros <strong>de</strong> ternura que ahora prodigas a<br />
Jesús 2 .<br />
Tú lo sabes, Madre mía. Nunca podré expresarte toda mi gratitud por haberme guiado<br />
como un ángel <strong>de</strong>l cielo 3 por entre los sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la vida. Tú fuiste quien me enseñó a<br />
conocer a Jesús y a amarlo. Ahora que eres doblemente mi Madre, sigue conduciéndome