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Cartas 60-212 - Carmelo - Santa Teresa de Jesus

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Por cuarta vez tu <strong>Teresa</strong> te felicita el cumpleaños <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la soledad <strong>de</strong>l <strong>Carmelo</strong>... ¡Y qué<br />

poco se parecen estas felicitaciones a las <strong>de</strong>l mundo...! Lo que <strong>Teresa</strong> le <strong>de</strong>sea a su<br />

Celina no es la salud, la felicidad, la fortuna, la gloria, etc. ¡No, no es nada <strong>de</strong> eso...!<br />

Nuestro pensamiento no está puesto en la tierra <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stierro, nuestro corazón está don<strong>de</strong><br />

está nuestro tesoro, y nuestro tesoro está allá arriba, en la patria, don<strong>de</strong> Jesús nos<br />

prepara un sitio junto a él. Y digo un sitio, y no unos sitios, porque no me cabe la menor<br />

duda <strong>de</strong> que, a quienes en la tierra no han sido más que un alma, les está reservado un<br />

mismo trono en el cielo... Juntas crecimos, juntas nos instruyó Jesús en sus secretos, en<br />

esos secretos sublimes que oculta a los po<strong>de</strong>rosos y revela a los humil<strong>de</strong>s, juntas también<br />

sufrimos en Roma; nuestros corazones estaban entonces estrechamente unidos, y la vida<br />

hubiera sido en la tierra el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la felicidad si Jesús no hubiera venido <strong>de</strong> nuevo a<br />

estrechar más aún nuestros lazos. Sí, al separarnos, él nos unió <strong>de</strong> una manera que<br />

hasta entonces mi alma no conocía, pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel momento no puedo <strong>de</strong>sear nada<br />

para mí sola sino todo para las dos...<br />

¡Ay, Celina...!, hace tres años nuestras almas no habían sido rotas todavía, aún era<br />

posible para nosotras la felicidad en la tierra. Pero Jesús nos dirigió una mirada [vº] <strong>de</strong><br />

amor, una mirada velada por las lágrimas, y esa mirada se convirtió para nosotras en un<br />

océano <strong>de</strong> sufrimiento, pero también en un océano <strong>de</strong> gracias y <strong>de</strong> amor. Nos arrebató a<br />

aquel a quien amábamos con tanta ternura, <strong>de</strong> una manera aún más dolorosa que cuando<br />

nos llevó a nuestra madre querida en la primavera <strong>de</strong> nuestra vida. ¿Pero no fue para que<br />

pudiéramos <strong>de</strong>cir con verdad: «Padre nuestro, que estás en el cielo»? ¡Qué consoladoras<br />

son estas palabras! ¡Y qué horizontes infinitos abren ante nuestros ojos...!<br />

Celina, la tierra extranjera no tiene para nosotras más que plantas silvestres y espinas,<br />

¿pero no es eso mismo lo que ofreció a nuestro divino Esposo? Por eso, ¡qué hermosa es<br />

también para nosotras la parte que nos ha tocado! ¿Y quién podrá <strong>de</strong>cirnos lo nos reserva<br />

la eternidad...?<br />

Celina querida, tú que me hacías tantas preguntas cuando éramos pequeñas, me<br />

pregunto cómo es posible que nunca me hayas hecho ésta: «¿Y por qué Dios no me ha<br />

creado ángel?» Celina, voy a <strong>de</strong>cirte lo que pienso: si Jesús no te ha creado ángel <strong>de</strong>l<br />

cielo, es que quiere que seas un ángel en la tierra. ¡Sí, Jesús quiere tener su corte<br />

celestial aquí en la tierra, como la tiene allá en el cielo! Quiere tener ángeles-mártires,<br />

quiere tener ángeles-apóstoles, y con esa misma intención ha creado también una<br />

florecita que se llama Celina. Quiere que su florecita le salve almas, y para eso no quiere<br />

más que una cosa: que su flor le mire mientras sufre su martirio... Y ese misterioso<br />

intercambio <strong>de</strong> miradas entre Jesús y su florecita hará maravillas y dará a Jesús una<br />

multitud <strong>de</strong> otras flores (sobre todo un cierto Lirio marchito y ajado 1 , que habrá que<br />

cambiar en rosa <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong> arrepentimiento...)<br />

[rºtv] Celina querida, no te enfa<strong>de</strong>s porque te haya dicho que allá arriba en el cielo<br />

ocuparemos un mismo sitio las dos, pues, ¿sabes una cosa?, pienso que una pobre<br />

margarita pue<strong>de</strong> brotar en la misma tierra que un lirio resplan<strong>de</strong>ciente <strong>de</strong> blancura, y que<br />

una perlecita pue<strong>de</strong> ser engastada al lado <strong>de</strong> un diamante y pedirle prestado su brillo...<br />

¡Celina, amemos a Jesús hasta el infinito, y <strong>de</strong> nuestros dos corazones hagamos uno solo<br />

para que sea más gran<strong>de</strong> en amor...!

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