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Katherinne Brevis Arratia - Biblioteca Digital INDH

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CAPÍTULO 2<br />

Si esta declaración se hubiese cumplido en la práctica, jamás hubiésemos hablado de violaciones a los derechos humanos,<br />

pero la realidad fue muy distinta. Vale decir que no todos los regímenes autoritarios en América Latina alcanzaron estos<br />

niveles de represión. Chile en esta materia quedó situado en las grandes ligas, especialmente con Argentina. Otros casos de<br />

atrocidades aún mucho más masivas cometidas por fuerzas de seguridad, como Guatemala y Perú después de la aparición de<br />

Sendero Luminoso, fueron experiencias bastante diferentes en que el Ejército enfrentaba a grupos guerrilleros armados en el<br />

campo (Agüero, 2005, p. 40). Situación bastante lejana a lo que ocurría en el agro chileno. En Uruguay hubo una tasa más<br />

alta de apresamientos, y quizás también de tortura, pero no de muertes y desaparecimientos como fue el caso particular en<br />

Chile.<br />

Fuente: Diario La Tribuna, Los Ángeles, 14 de septiembre de 1973<br />

La Junta Militar prometió unir el país bajo el discurso de que “Chile vive un destino de libertad y progreso que le había sido<br />

negado y que los soldados de la patria nuevamente han abierto para el bien y la unidad de un pueblo que jamás volverá a<br />

estar dividido” (La Tribuna, 1973, 14 de septiembre, p. 2). Sin embargo, Chile jamás volvió a estar unido, ya que:<br />

Desde el primer día del régimen militar se obró entonces con Fuerzas Armadas que ocuparon estratégicamente<br />

el país y que desarrollaron un plan de guerra contra un enemigo específico: el pueblo y sus dirigentes. El Estado<br />

introdujo la práctica de la tortura, combatió a indefensos ciudadanos incluso hasta la muerte, como ocurrió en los<br />

primeros doce meses de entronización militar (Frühling, 1986, p. 167).<br />

Sin embargo, dicha tarea no fue hecha solo por las Fuerzas Armadas, necesitaron de la participación ciudadana. De esta<br />

forma, la Junta de Gobierno pidió apoyo para exterminar el marxismo por medio de un comunicado, en el cual se señala:<br />

El Gobierno de Chile reclama la patriótica colaboración de los ciudadanos para impedir el extremismo, es deber de<br />

todos denunciar a las autoridades los sitios y lugares donde se oculte armamento y extremistas que son enemigos<br />

del pueblo (…) Cada ciudadano debe prevenir y avisar a la autoridad intentos de sabotajes o posibles atentados,<br />

de igual modo, debe denunciarse a los dirigentes marxistas requeridos por autoridades para presentarse ante ellas<br />

y que aún no lo hayan hecho. Es imperioso que Chile vuelva a la normalidad de inmediato, para comenzar la gran<br />

tarea de reconstrucción nacional. Por ello, el Gobierno confía que la gran mayoría que anhela vivir y trabajar en<br />

paz, ayudará notablemente a este objetivo (La Tribuna, 1973, 14 de septiembre, p. 2).<br />

El sector que había pedido el golpe de Estado estaba totalmente dispuesto a aportar en lo que fuera con tal de devolver la<br />

estabilidad al país. De esta forma, a las Fuerzas Armadas se les sumarán rápidamente:<br />

Transportistas, comerciantes, agricultores, profesionales, empresarios y vecinos que se habían jugado contra la<br />

izquierda sintieron que debían devolver la mano a los militares por haber salvado el país del marxismo, por lo cual<br />

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