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Katherinne Brevis Arratia - Biblioteca Digital INDH

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CONCURSO. Cuenta tu Tesis en Derechos Humanos<br />

Sabemos que no es fácil conformarse con la muerte de los seres queridos, y menos aún si han sido víctimas de una<br />

violencia injusta. Que es difícil perdonar y apagar en el alma los sentimientos de rencor y de venganza.<br />

Nosotros sin embargo, que hemos estado y seguiremos estando con los familiares de los desaparecidos a lo largo<br />

de su calvario, les pedimos en nombre de Jesucristo y del pueblo chileno que perdonen en su corazón (Episcopado<br />

de Chile, 1992, p. 392).<br />

Pese a los esfuerzos inútiles realizados por la iglesia, no se puede negar la importancia que tuvieron sus intervenciones<br />

en años de dictadura y más aún en la zona en estudio donde no existían agrupaciones en su ayuda como en Santiago,<br />

Concepción o ciudades más grandes. La Iglesia Católica, transformada “en la voz de los sin voz” desde los albores de la<br />

Dictadura, concentró las críticas de la prensa oficialista como lo fueron El Mercurio, La Segunda y la revista Ercilla (Salazar,<br />

2005, p. 62).<br />

Más aún, el mismo Ministro de Justicia, Renato Damilano, en un discurso realizado a jóvenes universitarios/as de la sede<br />

Valparaíso de la Universidad de Chile, declaró públicamente sobre el rol que cumplían los obispos en la defensa de los<br />

derechos humanos en las siguientes frases: “Ustedes que abandonan la cura de almas” (…) “olvidan que el reino -de Cristono<br />

es de este mundo” (…) “se lanzan en un político e hipócrita ataque al gobierno” (…) “se confabulan con politiqueros<br />

y marxistas” (…) “tontos útiles, ambiciosos, mal intencionados y resentidos” (…) “abandonan su sagrado ministerio para<br />

tomar el puesto que dejaron aquellos partidos que en una u otra forma contribuyeron a destruir el país” (Episcopado de Chile,<br />

1992, p. 173). Ante esto, el Comité Permanente del Episcopado envió una carta al ministro para manifestarle su protesta por<br />

los términos degradantes en que se refirió, señalándole que sus expresiones no les afectan porque ellos tienen la conciencia<br />

de estar cumpliendo con su deber.<br />

El Comité Pro Paz y luego la Vicaría de la Solidaridad fueron cuestionados cotidianamente por los diarios de Agustín Edwards.<br />

Lo mismo que los párrocos que valientemente asumieron la defensa de los/as pobladores/as en los barrios más pobres de las<br />

ciudades, así como los obispos que intentaban evitar los atropellos, las detenciones arbitrarias, las muertes y las desapariciones<br />

(Salazar, 2005, p 63). La persecución a la iglesia y sus integrantes se vio como nunca antes (revista Solidaridad, ‘no queremos<br />

curas comunistas’).<br />

Ya en diciembre de 1971, el diario La Tribuna de Los Ángeles publica la entrevista realizada al arzobispo Orozimbo Fuenzalida,<br />

en la cual expresa su desagravio por el atentado perpetrado por desconocidos en la madrugada del día de la inauguración de la<br />

Catedral, cuando mancharon el frontis del templo católico con consignas en las que atacaban al cardenal Raúl Silva Henríquez<br />

señalando, entre otras cosas, que los/as chilenos/as no querían curas comunistas (La Tribuna, 1971, 17 de diciembre, p. 1). En<br />

este sentido, la Iglesia es enfática en expresar que:<br />

La Iglesia no es neutral en la lucha por la justicia. Ella puede y debe juzgar de asuntos sociales y políticos<br />

(…) No dudamos de que habrá momentos en que, en medio de las pasiones partidistas, la actuación de la<br />

Iglesia aparecerá como una intromisión, conveniente o desfavorable para los fines políticos de uno u otro grupo<br />

(Episcopado de Chile, 1974, p. 191).<br />

A su vez, Mons. Carlos Camus (citado en Frühling, 1986) es enfático en expresar que hasta “el 11 de septiembre de 1973,<br />

ningún obispo chileno simpatizaba con el gobierno de la Unidad Popular”:

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