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Katherinne Brevis Arratia - Biblioteca Digital INDH

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CAPÍTULO 2<br />

en los cuales no vieron nada anormal. Tiempo después estos dos hombres aclararían que en realidad no anduvieron con la<br />

patrulla, sino que permanecieron en la casa de la administración; el testimonio de estas personas resulta extraño por las<br />

divergencias que presentan.<br />

El 7 de octubre una patrulla integrada por carabineros y militares llegó a la casa de la familia Sandoval Medina en el fundo<br />

“Pemehue”, de donde se llevaron trotando delante de los caballos al hijo de la familia, Gerónimo. Al rato vuelven los<br />

uniformados a la casa, pidiéndole a la madre que no llore porque en media hora más le regresarán a su hijo, así es que no<br />

se le vaya a ocurrir salir de la casa porque la estarían vigilando desde el cerro. Esa misma noche se escucharon una serie de<br />

disparos que aumentaron sus temores. El día anterior, una patrulla de uniformados integrada por unas treinta personas que<br />

vestía uniformes grises y verdes, detuvo a Germán Hernán y José Nieves Albornoz Acuña, quienes iban llegando a su casa<br />

en el fundo “El Carmen Maitenes”. Estos hermanos se sumaron a un numeroso grupo de detenidos y que ellos conocieron<br />

como Florencio Rubilar Gutiérrez, José Liborio Rubilar Gutiérrez, José Lorenzo Rubilar Gutiérrez, Luis Alberto Godoy Sandoval,<br />

Alejandro Albornoz González, Miguel Albornoz Acuña, Daniel Albornoz González y Guillermo Albornoz González (Vega,<br />

1999, p. 296). José Liborio no solo era simpatizante del partido Socialista, sino además dirigente del sindicato del fundo “El<br />

Carmen”.<br />

Como se puede apreciar en el relato, hay tres grandes familias afectadas, Albornoz González, Rubilar Gutiérrez y la familia<br />

Godoy Acuña, vinculadas entre sí por una historia en común. En el reportaje de La Nación Domingo se relata de la siguiente<br />

forma las últimas horas de los detenidos:<br />

Pasaban ya las dos de la madrugada y los detenidos llevaban varias horas atados con cuerdas y alambres. No<br />

tenían agua, comida ni calor. Esa noche, cayó agua nieve sobre los techos de teja del potrero donde los habían<br />

puesto. El frío era casi insoportable para los 12 trabajadores del fundo Carmen y Maitenes, detenidos en el día por<br />

la patrulla de Carabineros, militares y empresarios agrícolas.<br />

Alejandro Albornoz González intentaba echarse encima de sus hermanos menores para mitigar el frío que los<br />

hacía tiritar. Sus primos, Miguel, Ramón y José Albornoz Acuña, un poco más allá, rezaban al unísono. Al otro<br />

lado del terroso edificio, José Lorenzo Rubilar intentaba hacer lo propio con sus hermanos José Liborio y Manuel.<br />

Pegado a ellos el último prisionero, Luis Godoy Sandoval, estaba mudo.<br />

Tres carabineros los vigilaban apuntándoles con fusiles SIG. A esa misma hora, después de comer un “rancho” en<br />

la casa patronal de Carlos Lehman, administrador del fundo, llegó hasta el potrero techado el resto de la comitiva<br />

cívico-militar.<br />

El oficial de Carabineros a cargo comenzó a insultar y patear nuevamente a los campesinos. Lo mismo hicieron los<br />

otros cinco uniformados, cuatro de Carabineros y uno del Ejército. Les molestaban los quejidos por el frío.<br />

Los campesinos habían sido interrogados sobre un tal Carlos Altamirano y sobre escuelas de guerrillas, pero lo<br />

único que admitieron fue que habían trabajado toda su vida en el fundo la mayor parte del tiempo y, algunas<br />

veces, en las tierras que un asunto que se llamaba CORA (Corporación de Reforma Agraria) les había quitado a<br />

sus patrones.<br />

Las respuestas no evitaron que, a punta de manotazos, pateaduras y huascazos les rompieran las costillas, además<br />

de la mandíbula a uno de ellos y la cabeza al mayor de los Albornoz González. El frío y el hambre aumentaban<br />

el dolor.<br />

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