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Katherinne Brevis Arratia - Biblioteca Digital INDH

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CAPÍTULO 2<br />

estuvieron principalmente a cargo de militares, fueron civiles quienes las encubrieron, las negaron y las refutaron diciendo,<br />

por ejemplo, que si había gente que desaparecía se debía a que eran extremistas que pasaban a la clandestinidad o esposos<br />

que se fugaban con sus amantes (Agüero, 2005, p. 39). Hubo distintos grados de involucramiento y diferentes tipos de<br />

complicidad más o menos activa. No es similar la responsabilidad de quienes participaron en la planificación de crímenes y<br />

los ejecutaron, a la de quienes siguieron defendiendo el régimen militar pese a las evidencias que lo involucraban en delitos<br />

de lesa humanidad. La responsabilidad civil es compleja y se ubica en diversos niveles.<br />

En la prensa, radio y televisión, la censura previa era una imposición, donde la verdad era negada y prohibida<br />

su publicación, la única edición en la que no podían intervenir, era el rumor que corría diariamente y en todo<br />

momento, donde se hablaba de la brutalidad de los hechos y de los horrores que se estaban cometiendo. A<br />

muchos ciudadanos les sucedía lo de los monos, se tapaban los ojos para no ver, los oídos para no escuchar y la<br />

boca para no hablar (Zipper, 2006, p. 295).<br />

Así lo confirma el psiquiatra Carlos Madariaga quien expresa que:<br />

La apatía social facilitó la estigmatización de las víctimas, fenómeno no superado hasta hoy. En su expresión más<br />

dramática, se llega a la justificación del asesinato (‘…algunos vecinos comentaban que él se lo había buscado, que<br />

en algo malo andaría, por algo le pasó lo que le pasó, como si mi hijo hubiera sido un bandido…’) (Madariaga,<br />

1993, p. 5).<br />

Esto es totalmente confirmado en la presente investigación, son las palabras que comúnmente y hasta el día de<br />

hoy ciudadanas y ciudadanos opinan de las personas detenidas desaparecidas, y así se lo hacen sentir a los/las<br />

familiares en actos públicos como marchas conmemorativas. Pero no sólo son los/as civiles ajenos/as a ellos/as,<br />

sino además:<br />

(…) los familiares de la generación contemporánea del detenido desaparecido (hermanos primos, cuñados) han<br />

estado ausentes de la búsqueda y la denuncia; más bien han optado por la negación y la racionalización del<br />

trauma, mecanismo psíquico que la pone en situación de distanciamiento crítico respecto del familiar que lucha y,<br />

en algunos casos, hasta de identificación con el victimario, lo cual el psiquiatra atribuye a ‘la escasa identificación<br />

con el proyecto histórico-político del afectado y la necesidad de distanciamiento’ (Madariaga, 1993, p. 6).<br />

Esto lo podemos afirmar por la negativa a querer acceder a dar algún testimonio; quienes accedieron se identificaban<br />

con el proyecto de la UP. Las personas que no accedieron a ser entrevistadas, su primera reacción fue la negación de su<br />

militancia política y decir no tener ninguna participación en nada. Así la reacción de los/las familiares era: “decían que él era<br />

comunista…y eso no era cierto, él es buena persona, ¿cómo pudieron llevárselo si él era tan buena persona?” Así, la prisión<br />

política está atribuida directamente a haber sido una buena o una mala persona.<br />

El psiquiatra Madariaga explica que,<br />

Esta falta de acogida exterior del dolor de las víctimas de represión política, lo empujó a su internalización y a<br />

la reducción de las relaciones con el mundo, al aislamiento; en algunos casos se recurrió al alcohol (1993, p. 7).<br />

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