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Katherinne Brevis Arratia - Biblioteca Digital INDH

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CAPÍTULO 3<br />

(…) Estábamos influidos también por nuestra formación y por la prensa opositora que gozaba de bastante libertad.<br />

Nos costó convencernos, entonces, que empezábamos a vivir una dictadura larga y cruel, como jamás la creíamos<br />

posible en Chile. Creíamos que los chilenos no sabíamos odiar tan profundamente, que la venganza tenía límites,<br />

que nuestra clase media tenía una formación moral incompatible con la tortura y las aberraciones sexuales,<br />

que las Fuerzas Armadas eran profesionales, respetuosos de una tradición cristiana y que no sabían mentir<br />

descaradamente. Ignorábamos esa ideología diabólica de la seguridad nacional. Compartimos la ingenuidad de<br />

la inmensa mayoría de los chilenos. (…) Por eso nos equivocamos. Pensamos que había sinceridad en la promesa<br />

de volver cuanto antes a la institucionalidad quebrantada. Creíamos que se respetarían las conquistas sociales<br />

de los trabajadores. Y pensamos ingenuamente, que los abusos que empezábamos a conocer eran fruto de la<br />

precipitación del primer momento o excesos de los mandos medios. Mucho tiempo duró esta excusa de los<br />

mandos medios y la gente la acogió de buena gana para tranquilizar su conciencia y su silencio cómplice (p. 55).<br />

A raíz de declaraciones de este tipo fueron varios los costos que debieron asumir una serie de integrantes de la Iglesia. En<br />

agosto de 1976, los obispos Enrique Alvear, Carlos González y Fernando Ariztía viajaron a Riobamba, Ecuador, para asistir a<br />

una reunión eclesial a la que concurrían otros obispos y sacerdotes del continente. Al iniciarse la reunión fueron detenidos dos<br />

arzobispos y 15 obispos por la policía de la recién instaurada dictadura y acusados de asistir a un cónclave subversivo (Salazar,<br />

2005, p. 62). Tras un escándalo internacional, los obispos regresaron a Chile y acusaron a la prensa oficialista chilena de crear<br />

el ambiente para atacar a la iglesia. Mons. Camus así lo confirma evidenciando que,<br />

la televisión y los diarios callaban y sólo contaban planes siniestros para justificar lo injustificable y tranquilizar<br />

conciencias. Fueron eficaces con la gran masa que no tenía conocimiento directo de lo que pasaba, pero no<br />

pudieron engañar a los pastores que estaban acostumbrados a conversar con el pueblo (Episcopado de Chile,<br />

1982, p. 55).<br />

La Iglesia, a diferencia de numerosos sectores de ciudadanos/as, grupos de profesionales e instituciones, siempre reconoció<br />

la existencia de ciudadanos/as chilenos/as en condición de detenidos/as desaparecidos/as. Declarando sobre la huelga de<br />

hambre iniciada por sus familiares, manifestó:<br />

Los obispos de Chile nos hemos hecho cargo de la dolorosa situación de ciudadanos detenidos y desaparecidos<br />

(…) hemos planteado esta situación en gestiones y documentos, tanto públicos como privados (…) solicitamos el<br />

definitivo esclarecimiento de la suerte de cada uno de los desaparecidos; sin lo cual –dijimos- no habrá tranquilidad<br />

para sus familias, ni verdadera paz en el país, ni quedará limpia la imagen de Chile en el exterior (...). Solo nos<br />

mueve el deseo de la paz. Pero reafirmamos una vez más que, para que haya paz, debe haber verdad, debe haber<br />

justicia, debe haber respeto y amor fraterno para todos, sin excepciones (Episcopado de Chile, 1982, p. 393).<br />

Sin embargo, y como se explica al inicio del presente capítulo, en la Iglesia conviven tres sectores claramente definidos, y<br />

uno fuertemente marcado es el conservador, con un claro anticomunismo; es en tal sentido donde aparece un emblemático<br />

personaje de la Iglesia Católica, defensor del Gobierno militar, el padre Hasbún, quien justificó la tortura y violación a los<br />

derechos humanos preguntándose irónicamente en televisión abierta:<br />

¿Se cometieron violaciones humanas bajo el gobierno de Augusto Pinochet Ugarte? Oiga, pero qué pregunta más<br />

necia, ¿Usted me podría nombrar un solo gobierno militar o democrático bajo el cual no se hayan cometido y no<br />

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