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LECTURA DEL HOGAR COMO CRIADERO DE LECTORES 21
se desarrolla su transmisión —tarea ésta que no se puede abordar aquí—. Y
de igual forma que hemos hecho con los canales —el espacio—, también aquí
podemos distinguir en sentido figurado entre un tiempo vertical y un tiempo
horizontal. Por tiempo vertical cabe entender la secuencia temporal biográfica
en que se va produciendo la adquisición intrapsíquica del hábito lector, desde
las primeras letras durante la primera infancia hasta la interiorización definitiva
de un hábito maduro, ya sea intermitente y ocasional o persistente, intensificado
y adictivo —según sucede con las personas llamadas letraheridas—.
Y por tiempo horizontal puede entenderse el desarrollo en el tiempo de una
epidemia social de lectura colectiva, desde que se inicia localmente hasta que
se generaliza y universaliza a gran escala, afectando masivamente a la totalidad
de la red social —tal como sucedió con la llamada revolución lectora en
el Siglo de las Luces—.
Pues bien, ambas temporalidades, vertical y horizontal, parecen exhibir
la misma pauta de desarrollo secuencial en tres fases, correspondientes a los
tres tipos de actores analizados antes. La primera fase es la de iniciación: el
grado cero o la primera vez, que tanto a escala individual como colectiva
resulta determinante, actuando como una profecía que predestina a cumplirse
a sí misma. A escala individual se trata del primer libro que te impresiona,
te graba su impronta y te marca para toda tu vida. Y a escala colectiva se
trata, como ya vimos antes y volveremos a ver enseguida, de la primera revelación
formulada por algún profeta visionario, precursor del nuevo hábito lector.
La segunda fase es la de ejercitación a escala individual y la de
propagación a escala colectiva: una etapa dificultosa, donde los graduales avances
suponen un gran riesgo, pues mientras sean excepcionales o minoritarios
cuestan trabajosos esfuerzos ante la incomprensión general. Y por último se
produce la tercera y definitiva fase: la de habituación a escala individual y
la de normalización a escala colectiva, cuando el hábito ya está tan consolidado
que no se puede dejar de leer: sea porque se haya adquirido una adicción
personal al placer de hacerlo o porque no leer merezca la sanción del
desprestigio social.
3. LA PRIMERA REVOLUCIÓN FAMILIAR DE LA LECTURA
Se suele denominar revolución de la lectura a la gran epidemia de fiebre
lectora que a finales del siglo XVIII contagió por toda la Europa ilustrada
el hábito lector. El canal de transmisión de semejante virus fue la novela
romántica leída a solas por jóvenes y mujeres en la penumbra del gabinete, y
sus profetas precursores fueron los célebres autores de los tres primeros best