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90 FABRICIO CAIVANO
puede tener sin que nadie la enseñe; pero se tiene, y puede exigirse ejercerla,
si se facilita a los padres una formación adecuada a sus conflictos puntuales,
los medios y el tiempo para poder dedicarse a sus hijos sin que recaiga
sobre la mujer/madre el peso de esa responsabilidad. Tiempo, por ejemplo,
para que sepan y quieran leer un cuento a sus enanos a pie de cama, para
hablar con ellos, no sólo sobre la escuela, para ir a la biblioteca pública o
para hacer deporte con ellos, pasear el perro o dejarlos al cuidado de la abuela,
auténtico eslabón perdido en la crianza y cuidado de la infancia en las
sociedades de capitalismo de ficción, como las llama Vicente Verdú. Hay que
reinventar eso que solemos llamar «calidad de vida» (uno de los lemas que
hacen salivar a los publicitarios y otros brujos del consumo compulsivo para
vender sueños gregarios), «disfrutar de los hijos» o también «dedicar más tiempo
a los míos». Aunque luego, muchos lo usaremos para lavar esmeradamente
el coche o a ver el enésimo programa basura en la tele de cien canales.
Volver al tiempo del «hogar», del fuego que ilumina, alimenta y crea un círculo
de socialización, un aura de interacción entre sujetos significativos. Quizás
sea una bonita idealización, la melancólica nostalgia de un tiempo
irreversible. Pero es sobre todo una voluntad de gestionar el tiempo familiar
de otra manera, un amoroso convenio sindical entre adultos que conviven y
que quieren educar a sus cabezones sonrientes. Fin de trayecto: pero no se
entienda que es una mera cuestión doméstica, de buena voluntad privada; es
una tarea de política económica, de género y cultural de gran calado. Pero en
cuanto la infancia deja de ser una abstracción y pasa a ser una hija, Laura, o
un hijo, Antonio, la cosa es, como sabemos, mucho más simple, visible y
espontánea: dar amor y recibirlo. Tampoco sin pasarse al extremo contrario.
Leer es una discreta manera de hacerlo, crea adicción y sus efectos secundarios
son fascinantes. All you need is love… and books.
Perdonen este final de bolero, y gracias por su paciente lectura.
Deberes: algunas lecturas
Esto no es una bibliografía. Es una recomendación afectuosa amigable de
pocos pero buenos libros que ustedes me agradecerán (casi) toda la vida.