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Actas 16 Jornadas de bibliotecas (FGSR).pdf - Centro Internacional ...

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SI UNA MAÑANA DE VERANO UN AUTOR 33<br />

visto gente así. Se trata <strong>de</strong> piratas <strong>de</strong> verdad. No son el Capitán Garfio <strong>de</strong><br />

los cuentos para niños. Los abordajes les han <strong>de</strong>jado mutilados, han <strong>de</strong>jado<br />

heridas profundas, a veces más profundas que las heridas <strong>de</strong>l alma.<br />

A partir <strong>de</strong> ese momento, comienza la aventura. A partir <strong>de</strong> ese momento,<br />

Jim no tiene otra opción, si quiere crecer, que ir hasta la isla <strong>de</strong>l tesoro,<br />

conocer a John Silver, enten<strong>de</strong>r qué es la falsedad, y regresar a casa con, en<br />

los oídos, el ruido <strong>de</strong> las olas batiendo contra las costas. Pero antes, encerrado<br />

por <strong>de</strong>ntro en la posada, tendrá que hurgar en el baúl <strong>de</strong>l capitán. Con el<br />

miedo que te atenaza la garganta. Y enten<strong>de</strong>r que todo el miedo ante estos<br />

personajes siniestros no tenía razón <strong>de</strong> ser. Debemos enseñar a los niños que<br />

los tipos como Pew terminan como les correspon<strong>de</strong>, aplastados por los cascos<br />

<strong>de</strong> los caballos <strong>de</strong> los jinetes venidos al auxilio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el pueblo. Son <strong>de</strong>masiado<br />

estúpidos. Pero Jim, que es un chiquillo y que sería el lector perfecto<br />

para esta historia, no lo entien<strong>de</strong>. Es aún <strong>de</strong>masiado pronto para enten<strong>de</strong>r esa<br />

cosa tan terrible y sutil que llamamos crueldad. Es aún un niño. Y eso que<br />

el capitán le había advertido:<br />

En cierta ocasión me había llamado aparte, prometiéndome una moneda <strong>de</strong><br />

plata <strong>de</strong> cuatro peniques el primer día <strong>de</strong> cada mes a cambio <strong>de</strong> estar «ojo avizor<br />

por si divisaba a un marinero con una sola pierna» y <strong>de</strong> avisarle en el mismo<br />

momento en que apareciera. Bastante a menudo, cuando a primeros <strong>de</strong> mes iba<br />

a verle y a pedirle mi paga, se limitaba a resoplar por la nariz mirándome con<br />

<strong>de</strong>sprecio; pero antes <strong>de</strong> que acabara la semana se ve que se lo pensaba mejor<br />

y me daba la moneda, repitiéndome las instrucciones <strong>de</strong> que estuviera atento al<br />

«marinero con una sola pierna».<br />

Excuso <strong>de</strong>ciros que este personaje me obsesionaba en sueños. En las noches<br />

<strong>de</strong> tormenta, cuando el viento sacudía las cuatro esquinas <strong>de</strong> la casa y las olas<br />

azotaban la ensenada y el acantilado, lo veía bajo mil formas y con mil expresiones<br />

diabólicas. A veces tenía la pierna cortada a la altura <strong>de</strong> la rodilla, otras,<br />

a la <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>ra; en ocasiones era un ser monstruoso con una pierna que le<br />

salía <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong>l cuerpo.<br />

El terror <strong>de</strong> Jim ante el marinero con una sola pierna se disipa frente a lo<br />

que podríamos llamar la realidad. En primer lugar Perro Negro, pálido «como<br />

la cera», y <strong>de</strong>spués el siniestro Pew. Cuando Jim consigue enseñar el mapa al<br />

doctor y al caballero, todos se dan cuenta <strong>de</strong> que se trata <strong>de</strong> un mapa <strong>de</strong> una<br />

isla don<strong>de</strong> hay enterrado un tesoro. Se apareja un barco, se buscan buenos marineros<br />

y Jim, una vez llegados al puerto <strong>de</strong> Bristol, será el encargado <strong>de</strong> buscar<br />

a un tal John Silver. Pues bien, ni siquiera en ese momento se da cuenta <strong>de</strong> a<br />

quién tiene <strong>de</strong>lante. La ingenuidad <strong>de</strong> Jim <strong>de</strong>bería servirnos <strong>de</strong> advertencia.<br />

Para seros sincero he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el caballero Trelawney mencionara<br />

por primera vez en su carta a John el Largo, se me había metido en la<br />

cabeza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pudiera ser el dichoso marinero cojo <strong>de</strong>l que estuve tan<br />

pendiente en mi querida posada <strong>de</strong> Benbow. Pero me bastó echarle un vistazo

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