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Actas 16 Jornadas de bibliotecas (FGSR).pdf - Centro Internacional ...

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DE BEBÉS, CEREBROS, FAMILIAS, LBROS Y OTRAS MARAVILLAS... 79<br />

El recién llegado al mundo, los que Hanna Arendt llamaba con analítica cordialidad<br />

«los nuevos», es expulsado <strong>de</strong>l cálido paraíso amniótico y sale al<br />

mundo infinito a comerse la manzana jugosa <strong>de</strong>l conocimiento <strong>de</strong> la vida.<br />

Como todo animal vivo necesitará oxígeno para la autonomía <strong>de</strong> su equipamiento<br />

biológico y —permítanme— espiritual.<br />

UN CUENTO FÚNEBRE Y ALEGRE<br />

A los efectos <strong>de</strong> estas reflexiones —no se preocupen, familia y lectura<br />

están esperando salir a escena— les voy a contar un relato que empieza por<br />

el final: el protagonista muere, pero acaba bien, el protagonista nace. Había<br />

una vez un resucitado… Una persona que «técnicamente» había muerto y<br />

—por cualquier circunstancia— pudo recuperar la respiración y volver a la<br />

vida ante la sorpresa <strong>de</strong> todos. ¿Qué recuerda, dón<strong>de</strong> estuvo, qué vio, qué<br />

sabe…? Lo cuenta así: «Al fondo había un estrecho corredor, una po<strong>de</strong>rosa<br />

luz blanca como una cortina leve, una sonoridad atractiva, alguien me llama,<br />

me esperan. Voy serenamente hacia esa luz blanca… Estoy muerto». En efecto:<br />

se apaga la respiración, los pulmones <strong>de</strong>tienen su fuelle, no hay oxígeno<br />

y el cerebro pier<strong>de</strong> su chispa. ¡Clak¡, salimos <strong>de</strong>l mundo. Baja el telón, luces<br />

apagadas, el protagonista ha muerto. El alma, si existe, pesa 21 gramos y<br />

ascien<strong>de</strong>; si acaso no se cree en ella, digamos que el «software vital» se <strong>de</strong>sconecta<br />

y la memoria <strong>de</strong>l disco duro se borra. Fin <strong>de</strong> la aventura, el mecanismo<br />

se para.<br />

Bueno, eso es al menos lo que cuentan algunos «resucitados» <strong>de</strong> cómo<br />

es el tránsito a la muerte, ese misterio que le da su pleno sentido trágico y<br />

a la vez gozoso a la vida. Rebobinemos el proceso al origen <strong>de</strong>l mismo. Reset:<br />

veamos ahora cómo el nacimiento es una escenificación idéntica que tampoco<br />

recordamos. Nacer: un estrecho pasadizo, la luz al fondo, las sombras que<br />

nos atien<strong>de</strong>n, algo nos llama, nos cuesta salir y, ¡flop¡, aterrizamos, llegamos<br />

al mundo. Principio <strong>de</strong> la aventura: cortan la manguera <strong>de</strong> entrada <strong>de</strong> oxígeno,<br />

obligan a los pulmones a ponerse en marcha (¡ah, aquella primera sonora<br />

bofetada en las nalgas!) y a enviar oxígeno al cerebro. Empieza el ciclo,<br />

el mecanismo arranca. Sube el telón, los focos se encien<strong>de</strong>n, el protagonista<br />

ha nacido.<br />

Ya tenemos un bebé que empieza a vivir biológicamente por sí mismo en<br />

un espacio y en un tiempo <strong>de</strong>terminado que el azar le pre<strong>de</strong>stina. Pero resulta<br />

que es el único mamífero que nace sin acabar, poco hecho y sin libros <strong>de</strong><br />

instrucciones para sobrevivir. Los griegos llamaban a esta circunstancia neotenia.<br />

Ésta es la mayor limitación <strong>de</strong>l ser humano, y paradójicamente es también

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