21 - Revista de Temas Nicaragüenses
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SEÑOR DIRECTOR <strong>de</strong> Nuestro Tiempo Madrid.<br />
Muy señor mío:<br />
Le agra<strong>de</strong>zco muy <strong>de</strong> veras la invitación que se ha dignado hacerme para colaborar en el<br />
periódico que usted con tanto acierto dirige y redacta. Y se lo agra<strong>de</strong>zco, porque ya es tiempo <strong>de</strong> que<br />
españoles y americanos, por todos los medios posibles, tratemos <strong>de</strong> unirnos y estrecharnos con los<br />
simpáticos lazos <strong>de</strong> cordial fraternidad. Debe la madre, siempre amorosa, buscar al hijo olvidadizo y<br />
rebel<strong>de</strong>. Debe, para atraerle, hacerle recordar aquellos felices días en que, al calor <strong>de</strong>l hogar materno,<br />
le fortalecía sus miembros débiles y ateridos. Nosotros, señor Canals, no la olvidamos jamás.<br />
Por el contrario, cuando ya en nuestras horas <strong>de</strong> mortal angustia ponemos los ojos en el<br />
Calvario, <strong>de</strong>cimos consolados: “Este es el Dios <strong>de</strong> nuestra madre”. Cuando gozamos con la belleza y<br />
sonoridad <strong>de</strong> nuestra lengua, <strong>de</strong>cimos también: “Esta es la lengua dulcísima <strong>de</strong> nuestra madre”; y<br />
cuando sentimos palpitar y conmoverse nuestros corazones a impulsos <strong>de</strong> nobles sentimientos,<br />
<strong>de</strong>cimos orgullosos: “La sangre que por nuestras venas circula, es la hidalga sangre española”.<br />
Murieron ya los recuerdos dolorosos <strong>de</strong> la conquista; y se apagaron para siempre nuestros hondos<br />
resentimientos, y hoy sólo nos queda la gratitud y el cariño, que <strong>de</strong>ben fortalecerse con los vínculos<br />
<strong>de</strong> acendrado y recíproco interés; pero, en cambio, necesaria y trascen<strong>de</strong>ntal.<br />
Basta ya <strong>de</strong> introducción y permítame ahora hablarle <strong>de</strong> nuestro idioma y <strong>de</strong> nuestra literatura.<br />
[Nuestro idioma]<br />
¿Quién no sabe que nuestra hermosa lengua vive en continua y obstinada lucha contra<br />
ignorantes y atrevidos innovadores, contra menguados vertedores <strong>de</strong> libros franceses, contra<br />
vulgares periodistas y contra el pueblo, reacio siempre a las leyes <strong>de</strong> la escritura y la fonética, y eterno<br />
<strong>de</strong>sconocedor <strong>de</strong>l genuino significado <strong>de</strong> las palabras? Hay, pues, que entrar en lid contra todos los<br />
que, empujados por el afán <strong>de</strong> locas innovaciones, u obligados por el <strong>de</strong>sconocimiento casi absoluto<br />
<strong>de</strong> la riqueza <strong>de</strong> nuestra lengua, la alteran o <strong>de</strong>scoyuntan con giros y vocablos exóticos, que se<br />
apartan por completo <strong>de</strong> la índole característica <strong>de</strong>l romance castellano. A este fin tien<strong>de</strong>n mis<br />
esfuerzos <strong>de</strong> algunos años a esta parte, como lo comprueban los tres volúmenes que tengo el gusto<br />
<strong>de</strong> enviarle y el que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco le llegará [Vicios <strong>de</strong> nuestro lenguaje (1893), Ejercicios<br />
ortográficos (1900) e Idioma y letras (1903), tomo I].<br />
Hace más <strong>de</strong> cien años que inmensa oleada <strong>de</strong> voces y locuciones francesas invadió a la Península, y<br />
han sido impotentes los buenos brazos españoles para construir una muralla inexpugnable, y escasos<br />
en número para formar, contra esa epi<strong>de</strong>mia, intraspasable cordón sanitario.<br />
El pueblo nicaragüense —consolador es <strong>de</strong>cirlo— no camina a retaguardia en asuntos <strong>de</strong> idioma.<br />
Conserva gran parte <strong>de</strong> lo que fue buen castellano en tiempo <strong>de</strong> la conquista; e inteligente y dócil,<br />
acata los cánones mo<strong>de</strong>rnos, y entra, con voluntad y fuerzas, por las vías <strong>de</strong>l progreso in<strong>de</strong>finido <strong>de</strong><br />
la lengua.<br />
No le digo a usted, ni es posible suponerlo siquiera, que todos nuestros escritores y poetas apaguen<br />
su sed en fuentes clásicas; pero en lo general siguen las huellas luminosas <strong>de</strong> Luises, Santa Teresa,<br />
Hurtado <strong>de</strong> Mendoza, Cervantes, Jovellanos, Hartzembusch y cien escritores más que han dado<br />
majestad y limpieza al idioma <strong>de</strong> Castilla.<br />
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