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Historia de las Creencias Religiosas 4

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562 La condición humana<br />

»También mandó quitar su barba <strong>de</strong> oro a Esculapio en Epidauro,<br />

diciendo que no era <strong>de</strong>coroso que el hijo llevara barba<br />

cuando su padre [Apolo] aparecía sin ella en todos los templos.<br />

(84) Hizo también retirar <strong>de</strong> los santuarios <strong>las</strong> mesas <strong>de</strong> plata,<br />

pues <strong>de</strong> acuerdo con la antigua costumbre griega llevaban la inscripción<br />

'Propiedad <strong>de</strong> los dioses bondadosos', y él afirmaba que<br />

era su <strong>de</strong>seo beneficiarse <strong>de</strong> tanta bondad...<br />

(86) »'Pero', me argumentaréis, 'los dioses no se ocupan <strong>de</strong><br />

na<strong>de</strong>rías (cf. II, 167) ni se cuidan <strong>de</strong> los campos menguados y <strong>las</strong><br />

pobres viñas <strong>de</strong> los individuos, <strong>de</strong> forma que los daños mínimos<br />

causados por el tizón o el granizo difícilmente pue<strong>de</strong>n atraer la<br />

atención <strong>de</strong> Júpiter. Tampoco cuidan los gobernantes en sus reinos<br />

<strong>de</strong> todos los pormenores'. Este es vuestro argumento. ¡Cómo si<br />

el tema <strong>de</strong> mi alegato fuesen <strong>las</strong> posesiones <strong>de</strong> Publio Rutilio<br />

en Formias [§ 80] y no su total <strong>de</strong>samparo! Pero así es como<br />

se comportan los mortales: sus intereses materiales ['<strong>las</strong> cosas<br />

buenas <strong>de</strong> la vida'], sus viñedos, trigales, campos, olivares, cosechas<br />

abundantes <strong>de</strong> grano y frutos, en una palabra: todos los bienes<br />

y la prosperidad que enriquecen su vida, todo esto, afirman, viene<br />

<strong>de</strong> los dioses, ¡pero nadie consi<strong>de</strong>ró nunca la virtud como don <strong>de</strong><br />

un dios! (87) Y no cabe duda <strong>de</strong> que les sobran razones, pues<br />

nuestras virtu<strong>de</strong>s nos dan <strong>de</strong>recho a ser alabados por los <strong>de</strong>más,<br />

y <strong>de</strong> nuestra virtud po<strong>de</strong>mos sentirnos satisfechos, cosa que no<br />

sería posible si nos viniera como un don <strong>de</strong> Dios, no <strong>de</strong> nosotros<br />

mismos. Por otra parte, cuando adquirimos nuevos honores o<br />

somos ben<strong>de</strong>cidos por algún aumento en nuestras propieda<strong>de</strong>s,<br />

o cuando recibimos alguna otra <strong>de</strong> <strong>las</strong> buenas cosas que nos <strong>de</strong>para<br />

la fortuna o nos salvamos por suerte <strong>de</strong> algún mal, damos gracias<br />

a los dioses y no suponemos que se nos <strong>de</strong>be alabanza alguna por<br />

ello. Pero ¿quién dio nunca gracias a los dioses por ser hombre<br />

honrado? No, pues les damos gracias porque somos ricos, porque<br />

se nos conce<strong>de</strong>n honores, porque estamos a salvo y con buena<br />

salud...<br />

(89) »'Pero los hombres honrados llegan muchas veces felices<br />

al término <strong>de</strong> su vida'. Así es, y por ello los tomamos como ejemplo<br />

y sin el menor atisbo <strong>de</strong> razón atribuimos su éxito a los dioses.<br />

Diágoras, llamado el Ateo, visitaba en cierta ocasión Samotracia,<br />

don<strong>de</strong> un amigo le mostró los retratos <strong>de</strong> algunas personas que<br />

habían sobrevivido a tempesta<strong>de</strong>s muy peligrosas. 'Tú supones',<br />

le dijo, 'que los dioses no prestan atención alguna a los asuntos<br />

humanos. ¿No te dicen estas pinturas que muchos, gracias a los<br />

votos que hicieron a los dioses, escaparon <strong>de</strong> la violencia <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

tempesta<strong>de</strong>s y llegaron sanos y salvos al puerto?'. 'Es cierto', re-<br />

El uso <strong>de</strong> <strong>las</strong> imágenes 563<br />

plicó Diágoras, 'pero aquí faltan los retratos <strong>de</strong> los que naufragaron<br />

y se perdieron en el mar'. Con ocasión <strong>de</strong> otro viaje hubo <strong>de</strong> sufrir<br />

él mismo otra tempestad, y los marineros, alarmados y aterrados,<br />

le <strong>de</strong>cían que eran merecedores <strong>de</strong> tal <strong>de</strong>sventura por haberle<br />

admitido a bordo <strong>de</strong> su barco. Pero les hizo ver que había otros<br />

muchos barcos bregando contra la tempestad, y les preguntó si<br />

creían que cada uno <strong>de</strong> ellos llevaba su propio Diágoras a bordo.<br />

Por lo que respecta a la buena o mala fortuna, no supone la menor<br />

diferencia lo que eres o cómo has vivido.<br />

(90) »'Los dioses, como los reyes, no se ocupan <strong>de</strong> todo en<br />

<strong>de</strong>talle', se ha dicho [cf. § 86]. Pero ¿en qué está aquí el paralelo?<br />

Si los reyes <strong>de</strong>scuidan a sabiendas algo [<strong>de</strong> lo que son responsables],<br />

su culpa es gran<strong>de</strong>. Pero un dios no pue<strong>de</strong> alegar ignorancia<br />

como excusa. ¡Y qué manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su causa cuando<br />

<strong>de</strong>cís que si un malvado escapa <strong>de</strong>l justo castigo con la muerte, su<br />

pena recae sobre sus hijos, los hijos <strong>de</strong> sus hijos y toda su posteridad!<br />

¡Qué maravilloso ejemplo <strong>de</strong> justicia divina! ¿Toleraría ninguna<br />

ciudad que se propusiera una ley como ésta, por la que se<br />

sentenciara al hijo o al nieto a cuenta <strong>de</strong>l crimen cometido por su<br />

padre o por su abuelo?...<br />

(93) »'La provi<strong>de</strong>ncia', <strong>de</strong>cís, 'no se preocupa <strong>de</strong> los individuos'<br />

[cf. II, 164]. Y no es para extrañarse, puesto que tampoco<br />

se preocupa <strong>de</strong> <strong>las</strong> ciuda<strong>de</strong>s. ¿Digo <strong>de</strong> <strong>las</strong> ciuda<strong>de</strong>s? No, ni tan<br />

siquiera <strong>de</strong> naciones y pueblos enteros. Y si no se tienen en cuenta<br />

<strong>las</strong> naciones enteras, tampoco es <strong>de</strong> extrañar que se <strong>de</strong>sprecie toda<br />

la raza humana. Pero ¿cómo podéis afirmar que los dioses se <strong>de</strong>sentien<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> <strong>las</strong> circunstancias menudas <strong>de</strong> la vida, y al mismo<br />

tiempo sostenéis que cada uno <strong>de</strong> nuestros sueños es enviado a los<br />

hombres por los dioses inmortales? Os planteo esta cuestión porque<br />

vuestra escuela cree en la verdad <strong>de</strong> los sueños. ¿Y también afirmáis<br />

que los hombres <strong>de</strong>ben obligarse mediante juramentos? Ahora<br />

bien, los juramentos son formulados por los individuos, y <strong>de</strong> ahí<br />

se seguiría que la mente divina presta oído incluso a los asuntos<br />

privados; ¿no veis que, en consecuencia, no está tan sobrecargada<br />

1 por los asuntos públicos] como suponíais? Demos por supuesto<br />

que está muy ocupada impulsando los cielos, vigilando la tierra<br />

y regulando los mares, ¿por qué permite entonces que tantos otros<br />

dioses permanezcan ociosos y sin hacer nada? ¿Por qué no se<br />

confía el gobierno <strong>de</strong> los asuntos humanos a algunas <strong>de</strong> estas divinida<strong>de</strong>s<br />

ociosas, que tú mismo, Balbo, has dicho que son innumerables?<br />

»Esto es lo que tenía que <strong>de</strong>cir acerca <strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong> los<br />

dioses, no con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir [tal i<strong>de</strong>a], sino simplemente para

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