Educación para todos: el imperativo de la calidad - unesdoc - Unesco

HACIA LA EDUCACIÓN PARA TODOS: EL IMPERATIVO DE LA CALIDAD / 257
Políticas para mejorar
el aprendizaje
A juzgar por las declaraciones generales sobre
sus políticas de educación, la mayoría de los
gobiernos admiten la importancia que reviste la
mejora de la calidad de sus sistemas educativos.
La mayoría de ellos son también objeto de
presiones por parte de alumnos, padres,
empleadores y educadores no sólo para que
amplíen las posibilidades de educación, sino
también para que hagan funcionar mejor los
centros docentes y los programas de enseñanza.
Sin embargo, los gobiernos de los países de
bajos ingresos y los de otros países sometidos
a restricciones financieras tienen que afrontar
disyuntivas difíciles. Cuando la escolarización es
escasa, acceder a las demandas de ampliación
del sistema educativo aplicando el esquema
“más de lo mismo” puede conducir a un agravamiento
de la presión ejercida sobre la
disponibilidad de los recursos. Por otra parte,
pueden resultar sumamente onerosos los costos
en el plano de los recursos humanos, materiales
y financieros exigidos por una mejora de la
calidad de tipo integrado y completo, como la
preconizada en el presente Informe. La escasez
de fondos, la capacidad limitada de los sistemas
e instituciones para dirigir eficazmente los
procesos de cambio, los mil y un imperativos
que pesan sobre la eficacia de los docentes
y la carencia de una sólida alianza en el plano
político en pro de la educación pueden constituir
obstáculos importantes para el cambio. No
obstante, tal y como se demuestra en el presente
Informe, es posible realizar muchas cosas
utilizando mejor los recursos existentes y
centrándose en acciones bien enfocadas para
remediar carencias específicas.
Todo lo antedicho no debe constituir un argumento
para dejar de lado una visión más amplia
de una educación de buena calidad. Es posible
formular políticas específicas en un marco a
plazo medio, haciendo hincapié en el derecho
de todos los educandos a recibir una educación
básica de calidad. Al ocupar la escuela el centro
de la estructura institucional de la educación,
es importante tener una visión de qué es lo que
hace que una escuela sea buena, aunque lleve
tiempo la realización de este ideal para todos.
Uno de los enfoques consiste en definir un
conjunto mínimo de elementos básicos con el
que tenga derecho a contar cada alumno y cada
escuela. Los datos suministrados en el presente
informe inducen a pensar que ese conjunto debe
comprender el compromiso de ofrecer a cada
alumno un tiempo mínimo de instrucción
establecido, un lugar seguro y salubre para
aprender, el acceso individual a materiales de
aprendizaje y docentes que dominen tanto los
contenidos de la enseñanza como la pedagogía.
Cada una de estas exigencias entraña costos,
pero una mejor organización y gestión de los
recursos disponibles pueden permitir ahorros
considerables. Precisando más esos elementos
básicos, se podría prever: un tiempo lectivo
mínimo de 850 a 1.000 horas anuales; normas
básicas de seguridad y salubridad en cada
escuela, acompañadas del suministro de instalaciones
específicas; plazos convenidos para
mejorar el abastecimiento en libros de texto;
y normas revisadas por lo que respecta a la
competencia de los docentes.
No obstante, cabe señalar que, al hacer hincapié
en las normas mínimas, se corre el riesgo de
poner trabas a la realización de actividades más
innovadoras que puedan surgir en un contexto
determinado. Teniendo en cuenta ese riesgo,
en los siete ámbitos de acción expuestos a
continuación se indican algunas prioridades
de las políticas de educación que no tienen por
qué estar fuera del alcance de los países con
recursos más restringidos, que son los que
más distan de alcanzar los objetivos de la EPT.
En primer lugar, hay que señalar que en
muchos países los estilos y métodos pedagógicos
vigentes no están puestos al servicio de
los niños de manera conveniente. La pedagogía
debe adaptarse al contexto cultural y al de las
aulas. Los enfoques estructurados de enseñanza
expuestos precedentemente no son incompatibles
con un entorno de aprendizaje acogedor
para los niños. Allí donde se adopten esos
enfoques, será necesario por regla general
efectuar reformas en la formación de los
docentes y la gestión de las escuelas. A este
respecto, reviste especial importancia la
adopción de una política lingüística racional
desde el punto de vista pedagógico, que permita
a los niños aprender en su lengua materna,
por lo menos en los primeros años de su escolarización.
En segundo lugar, es fundamental invertir en
los docentes. Es evidente que un factor clave
de la eficacia de éstos estriba en su dominio de
Una mejor
organización
y gestión de los
recursos disponibles
pueden permitir
ahorros
considerables.