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1o<br />
PRÓLOGO<br />
Uno de los grandes placeres que me da<br />
la profesión de periodista es viajar.<br />
Pero mis viajes están siempre asociados a<br />
mercados y a probar diferentes comidas.<br />
Muchos regresan de sus periplos con<br />
perfumes. Pero debo reconocer que mis<br />
valijas huelen a especias, embutidos y<br />
más de una vez, a algún queso.<br />
Estoy convencida que la comida de cada<br />
rincón de este mundo tiene algo especial<br />
y cuando se lo descubre, se graba para<br />
siempre en nuestro paladar y en nuestra<br />
memoria y actúa como si fuese un imán,<br />
pidiendo regresar.<br />
¿Acaso no es eso lo que ocurre cuando<br />
recordamos unas vacaciones de la niñez,<br />
ligadas a un dulce o a una comida, que<br />
se reviven con nostalgia?.<br />
Por esa razón, haber investigado y escrito<br />
para este libro, teniendo como foco las siete<br />
regiones de Argentina, fue casi como haber<br />
participado de un gran menú, una mesa en<br />
la que no faltaron sorpresas. A medida que<br />
las iba recorriendo, una a una, sus paisajes<br />
se transformaban. De la costa del Atlántico<br />
pasaba a la Cordillera, de la Puna a la<br />
Patagonia, del Litoral al Centro, sin olvidarme<br />
de las mesas porteñas. A cada<br />
paso descubrí como cambia el suelo,<br />
el clima, su gente, su historia, su música,<br />
sus colores, sus aromas. Son un conjunto<br />
de ingredientes que se combinan para<br />
hacer que el viajero, a la hora de probar,<br />
así sea en un pequeño pueblo o en una<br />
gran ciudad, se encuentre con ese sabor<br />
especial, único.<br />
En las diferentes regiones, el equipo que<br />
trabajó en el libro buscó reflejar lo tradicional<br />
y también otras vetas. Muchas, aunque<br />
típicas y propias de cada lugar, son desconocidas<br />
aún para los mismos argentinos.<br />
Porque describir la carne vacuna de diferentes<br />
zonas es casi familiar, para locales<br />
y turistas, pero saber que en algunos<br />
recónditos pueblos se preparan platos<br />
con nutria, fue una sorpresa. Lo mismo<br />
me ocurrió con los nombres: asado a la<br />
cruz, empanadas o pizza tienen un sonido<br />
cotidiano. Sin embargo “holupchi” me resultó<br />
extraño. Se trata de un plato ucraniano, que<br />
ya sacó carta de ciudadanía litoraleña, y es<br />
apenas un ejemplo de muchos.<br />
Mientras escribía y viajaba con la imaginación,<br />
pude enterarme que en la provincia<br />
de Buenos Aires, además de sus clásicos<br />
alfajores, todo el año es Navidad, porque<br />
el pan dulce tiene su fiesta regional. O que<br />
la ciudad de Buenos Aires tiene su revuelto<br />
Gramajo, pero que también rinde homenaje<br />
a los servidores del orden que cuidaban sus<br />
esquinas, con el postre del vigilante. Que la<br />
peperina es el perfume de la región central,<br />
donde además de embutidos y cabritos<br />
comen muy buenos quesos y vizcacha.<br />
Que Cuyo invita a disfrutar de su sol y su<br />
vino con carnes a la masa, aceites de oliva<br />
deliciosos y dulces elaborados con infinita<br />
paciencia. Que los ríos del litoral aportan<br />
pescados de carnes potentes y sus orillas,<br />
frutas de colores exóticos. Que en el NOA<br />
resulta imprescindible probar sus maíces,<br />
papines y también su carne de llama. Y en<br />
la Patagonia, su fruta fina y sus ciervos,<br />
truchas y choiques.<br />
Contrastes, matices, una mesa sinónimo<br />
de cultura, tradición y a su vez, aventura y<br />
descubrimiento.<br />
Raquel Rosemberg