Ecuador
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Mujeres, Empoderamiento y Trabajo Informal en <strong>Ecuador</strong><br />
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y en la calidad de la inserción laboral de las<br />
mujeres” (Vásconez y Espinosa, 2014). Este<br />
es un patrón que se transmite intergeneracionalmente,<br />
lo que genera que actué como<br />
factor complementario en las estructuras de<br />
restricciones que limitan o impiden los procesos<br />
de empoderamiento de las mujeres.<br />
La distribución de las tareas en el seno de las<br />
familias de origen demuestra una división del<br />
trabajo en las que las mujeres se encargaban<br />
de las tareas de cuidado, en algunos casos<br />
combinando la jornada con actividades<br />
agrícolas (cosecha, limpieza, venta de productos,<br />
etc.). Los hombres de la familia, tanto<br />
padres como hermanos, se dedicaban por lo<br />
general a las tareas fuera del hogar, como<br />
sembrar, regar, limpiar terrenos. Ese patrón<br />
se reitera en los núcleos familiares que conforman<br />
las mujeres entrevistadas. La división<br />
sexual del trabajo condiciona su ingreso al<br />
mercado de trabajo y supone una mayor participación<br />
en el trabajo autónomo. Esto se da<br />
más aún en las mujeres jefas de hogar o que<br />
habitan en hogares monoparentales. Esta<br />
afirmación opera en concordancia con los<br />
resultados del estudio cuantitativo en el que<br />
se afirma:<br />
El rol en el hogar permite diferenciar más las<br />
modalidades ocupacionales entre géneros,<br />
al distinguir que mientras la jefatura del hogar<br />
incrementa la probabilidad promedio del<br />
trabajo asalariado formal en los hombres, en<br />
las mujeres acrecienta la probabilidad del<br />
trabajo autónomo. Y si bien el rol de cónyuge<br />
contribuye al empleo autónomo en las<br />
mujeres, este también afecta la vinculación<br />
femenina al trabajo no remunerado, en donde<br />
las mujeres aportan con su fuerza laboral a la<br />
actividad económica familiar o del cónyuge,<br />
sin retribución salarial. (Vásconez y Espinosa,<br />
2014:34).<br />
Es posible identificar como “elemento desencadenante”<br />
en la elección del trabajo autónomo<br />
ciertas circunstancias específicas vinculadas<br />
a los ciclos de vida, como el embarazo<br />
y los matrimonios. El factor ingreso no tiene<br />
una importancia relevante en esas decisiones,<br />
sí lo tiene la posibilidad de flexibilidad<br />
de tiempos y espacios y la autonomía para<br />
conciliar el trabajo productivo con el reproductivo.<br />
Los sentidos que construyen las entrevistadas<br />
sobre las limitaciones y barreras existentes<br />
para entrar al mercado laboral permiten<br />
visibilizar fuertes restricciones intrínsecas<br />
e impuestas (Kabeer, 2001). Los embarazos<br />
y los matrimonios operan, según sus propios<br />
relatos, como un parteaguas en sus expectativas<br />
educativas y profesionales. Maritza<br />
quería ser costurera, Alejandra quería estudiar<br />
medicina alternativa, a Estela le hubiese<br />
gustado ser profesional, abogada o profesora.<br />
Sin embargo, debido a que se casaron y<br />
tuvieron hijos/as, o por los requerimientos<br />
impuestos por necesidad económica, no<br />
pudieron continuar con sus estudios.<br />
María Rosa es una mujer indígena de 26<br />
años. Con su familia de origen vivía en Cotacachi<br />
y realizaba tareas agrícolas. A los 18<br />
años se trasladó a Quito. Allí trabajó en<br />
restaurantes como cocinera, lavaplatos y en