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Ecuador

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Mujeres, Empoderamiento y Trabajo Informal en <strong>Ecuador</strong><br />

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ciliar el trabajo doméstico y el extradoméstico,<br />

adquirir y sostener la clientela y trabajar<br />

en la calle. Para Matilde, líder en Yanbal:<br />

“Hay muchas desventajas de trabajar en la<br />

calle. Las ventajas es que eres independiente,<br />

desventajas son todas. El peligro, los<br />

ladrones, el frío, el sol, los perros… Le tengo<br />

pánico a los perros. Me han mordido como<br />

10 perros en toda mi vida”. (EV 11, Matilde).<br />

Sin embargo, esta vendedora destaca algo<br />

muy importante: el significado que otorgan<br />

las vendedoras a unas y otras empresas que<br />

hacen presencia en el sector, lo cual reafirma<br />

su pertenencia:<br />

“Si yo hubiera conocido a Yanbal hace cinco<br />

años yo ya tendría mi auto. En Avon siempre<br />

vas a subir hasta líder diamante y de ahí ya<br />

no pasas nunca. Solo una entre 3 mil líderes<br />

que hay en <strong>Ecuador</strong>, solo una se gana el<br />

carro. Acá tú formas tu equipo y te ganas el<br />

carro. Otra de las desventajas es que no<br />

tienes seguro. Si te muerde un perro, corre<br />

de tu parte”. (EV 11, Matilde).<br />

Tales dificultades contrarrestan el romanticismo<br />

empresarial construido en torno al<br />

modelo del trabajador independiente. Como<br />

lo manifiesta una vendedora sin dedicación<br />

exclusiva: “Arrancar con un negocio propio al<br />

principio es complicado porque debe ganar<br />

clientes” (EV 4, Carmita).<br />

Además, algunas están desprotegidas y<br />

sufren los abusos de las autoridades:<br />

“Un día me quitaron el producto porque me<br />

olvidé las facturas de los productos, como<br />

unos 600 dólares. Fuimos a la Policía de Quitumbe<br />

y no nos devolvieron y habían ido a<br />

dejar a las bodegas por el norte, por la Manuelita.<br />

Yo seguí peleando por mis cosas,<br />

una señora que decía que le paguemos al<br />

fiscal, pero yo dije que no tenía por qué<br />

pagarle porque yo tengo factura, y lo mío es<br />

legal y saco de la empresa”. (EV 8, María<br />

José).<br />

Las entrevistadas también se mostraron conscientes<br />

de su doble jornada:<br />

“Antes yo no tenía mayor responsabilidad, yo<br />

en mi casa simplemente arreglaba mi cuarto<br />

que era en el que yo vivía y nada más. (…)<br />

Ahora sí me coge de nuevo porque estoy con<br />

mis hijos de nuevo y soy yo la que tengo que<br />

hacer todo eso. Sí es un poco pesado. El<br />

tiempo que estuve ahí me pareció un poco<br />

más suave porque yo solo me dedicaba a<br />

trabajar”. (EV 4, Carmita).<br />

Otra entrevistada concluye: “A las mujeres<br />

nos pagan menos. No entiendo por qué. Si a<br />

veces el trabajo es más pesado que el de los<br />

hombres y, sin embargo, es menos la gratificación.<br />

Hay esa diferencia” (EV5, Luz). Este<br />

testimonio reafirma la conclusión de<br />

Vásconez y Espinosa (2014) sobre la relación<br />

entre las estructuras de restricción y el comportamiento<br />

de las mujeres en el mercado<br />

laboral:<br />

Las restricciones intrínsecas operan con<br />

mayor fuerza en las etapas de ingreso, mientras<br />

que las provenientes de restricciones<br />

impuestas lo hacen una vez que las mujeres<br />

están insertas en el mercado de trabajo. Esta<br />

discriminación tendería a acentuarse en los<br />

estratos de bajos ingresos. (Vásconez y Espinosa,<br />

2014: 44-45).

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