Ecuador
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86 ECUADOR<br />
Como elemento común de ambas trayectorias<br />
y en los dos sectores de actividad, se observa<br />
un “continuo de grados de precariedad” (Pérez<br />
Sáinz, 2014:223) en sus itinerarios laborales.<br />
En concordancia con la clasificación que realizan<br />
Benería y Floro (2006) para el caso de<br />
trabajadores ecuatorianos, ubicamos estas<br />
trayectorias como trabajos con medio y alto<br />
grado de informalidad.<br />
6.2. Interacción de las trayectorias de<br />
trabajo y las estructuras de restricción<br />
Los resultados de la investigación realizada<br />
han revelado que, como lo concluye la investigación<br />
de Vásconez y Espinosa (2014), tanto el<br />
lugar en la estructura familiar como la distribución<br />
en la organización de los roles de género<br />
en los cuidados incide notablemente sobre la<br />
inserción y el desempeño de las mujeres en el<br />
mercado laboral. La interacción de restricciones<br />
intrínsecas dadas por el orden de<br />
género y el mercado de trabajo incide en las<br />
decisiones que toman las mujeres en la vinculación<br />
laboral o su oferta laboral; el mercado<br />
reproduce y refleja estas restricciones del<br />
orden de género e impone otras restricciones<br />
que en cambio configuran la demanda de<br />
trabajo.<br />
Si bien la flexibilidad en los empleos informales<br />
es una característica que las vendedoras<br />
minoristas y directas consideran positiva, en<br />
tanto les facilita cierta independencia horaria y<br />
la compenetración en el uso del espacio de<br />
trabajo y los cuidados del hogar, la desprotección<br />
social que se relaciona con las precarias<br />
condiciones de trabajo ha llevado a que algunas<br />
de ellas (especialmente aquellas que estiman<br />
tener mayores posibilidades de insertarse<br />
en otros empleos) manifiesten su aspiración a<br />
emplearse en empleos formales siempre y<br />
cuando estos brinden garantías de protección<br />
social. En esa medida, los sentidos otorgados<br />
por las mujeres a sus empleos han permitido<br />
poner en cuestión la idea de que la formalización<br />
del trabajo conlleva por sí misma una mejoría<br />
sobre las condiciones laborales de las mujeres.<br />
Las características sociodemográficas que<br />
presentan las mujeres entrevistadas son expresiones<br />
que demuestran dos grupos sociales<br />
diferenciados. En primer lugar se distingue que<br />
las comerciantes minoristas son comparativamente<br />
más jóvenes que las vendedoras directas.<br />
El 50% de las primeras tienen entre 20 y 30 años,<br />
en cambio en las vendedoras por catálogo el<br />
rango de 31 a 40 años es predominante. La edad<br />
es significativa si se la vincula con las cargas de<br />
cuidado que tienen estas mujeres. El 64% de las<br />
comerciantes minoristas tienen hijos/as menores<br />
de 15 años, lo que representa una carga de<br />
trabajo de cuidado importante en tanto recae<br />
casi con exclusividad en ellas. En cambio, el 69%<br />
de los/las hijos/as de las vendedoras directas<br />
que tienen entre 31 y 50 años es mayor de 15<br />
años. Ello supone una mayor probabilidad de<br />
vincularse a la venta directa en función de que<br />
sus hijos/as ya no requieren tantos cuidados.<br />
Una restricción impuesta que opera en forma<br />
definitiva en el caso de las comerciantes minoristas<br />
es su bajo nivel de escolaridad, que limita el<br />
acceso al mercado formal de trabajo y promueve<br />
la participación de las mujeres en estas activi-