No le mates ensenale - Karen Pryor
El arte de enseñar y adiestrar
El arte de enseñar y adiestrar
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autobús para alejarnos del pasajero que ha comido ajos, por ejemplo, para evitar el
desagrado.
Como hemos visto en el capítulo 1, casi todo el adiestramiento tradicional de los
animales consiste en el uso adaptado de reforzadores negativos. Los caballos
aprenden a girar a la izquierda cuando se tira de la rienda desde ese lado, porque al
hacerlo se relaja el tirón. Los elefantes, bueyes, camellos y otros animales de carga
aprenden a moverse hacia adelante, a pararse, y a tirar de la carga para evitar el tirón
del ronzal, el pincho, el aguijón o el látigo.
El reforzamiento negativo puede utilizarse para moldear un comportamiento. Al igual
que el reforzador positivo, debe ser simultáneo al comportamiento: hay que dejar de
«pinchar» cuando la respuesta es la correcta. Desgraciadamente, dado que el tirón o
pinchazo, en cualquiera de sus modalidades, da como resultado un cambio de
comportamiento, la acción de la persona que lo aplica puede verse reforzada
positivamente, de modo que, al igual que en el castigo, se incrementa la tendencia a
aplicar el estímulo aversivo. Los acosadores, por ejemplo, con el tiempo pueden
obtener resultados, y esto es muy reforzante para el acosador. Así, el acoso se
incrementa tanto que en ocasiones el acosador persiste independientemente de que se
haya producido o no la respuesta deseada. Piensa en la madre de El lamento de
Portnoy, que se quejaba mientras su hijo estaba de visita diciendo: «¡Nunca te
vemos!».
Las contingencias del reforzamiento positivo y negativo con frecuencia son
recíprocas. La estudiosa del comportamiento Myrna Libby, Doctora en Filosofía, me
ofreció el siguiente ejemplo: un niño está encaprichado en la tienda por unos
caramelos. El padre cede y accede a comprárselos. La rabieta es reforzada
positivamente con el caramelo, pero el hecho más significativo es que el padre es
reforzado negativamente por ceder, ya que la rabieta en público, tan desagradable y
vergonzosa para el padre, finalmente cesa.
Los berrinches pueden volverse parte de un círculo vicioso. El padre realizará un
largo camino en el proceso: tranquilizarlo, protestar, discutir y reforzar para parar los
gritos. Con lo que la rabieta se incrementará, y como consecuencia los esfuerzos
reforzadores del padre, inadvertidamente, también. Conozco el caso de una familia en
la que el niño lanzaba estridentes chillidos a todo volumen durante quince o veinte
minutos casi todas las noches, a la hora de la cena. Tanto el comportamiento del niño
como la respuesta ansiosa de los padres estaban tan fuertemente arraigadas por
reforzamientos positivos y negativos entrelazados que el comportamiento se prolongó
por un periodo de tres años. La gente utiliza con los demás el reforzamiento negativo
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