No le mates ensenale - Karen Pryor
El arte de enseñar y adiestrar
El arte de enseñar y adiestrar
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ningún esfuerzo por nuestra parte para «domesticarlo» o adiestrarlo para ello. He
visto como esto ha ocurrido también con caballos, incluso en una única sesión de
adiestramiento, y hasta con diferentes especies de animales de los zoos que no eran
en absoluto dóciles ni posibles animales de compañía. Los animales se comportaban
como si les encantase el adiestramiento.
El adiestrador a su vez rápidamente establece un apego. Recuerdo a Shanti, la
elefanta, y a aquel lobo, D’Artagnan, con respeto, e incluso siento cierta debilidad
por aquel oso polar algo zoquete. Lo que ocurre, creo yo, es que el éxito del
intercambio del adiestramiento tiende a convertir a los participantes en reforzadores
condicionados recíprocos. El adiestrador es la fuente de los acontecimientos
interesantes, excitantes, gratificantes y enriquecedores para el alumno; y la respuesta
correcta del aprendiz refuerza al entrenador, por lo que realmente llegan a
encariñarse. Esto no implica dependencia, simplemente apego. Son compañeros en la
batalla de la vida.
En la interacción humana, el buen uso del reforzamiento positivo puede tener
profundos efectos: desarrolla e intensifica los sentimientos familiares, afianza la
amistad, da valor a los niños y les enseña a ser imaginativos y a su vez habilidosos
reforzadores, ayuda a incrementar el placer sexual (el sexo, después de todo, es en
parte un mutuo intercambio de reforzadores positivos). Si dos personas son realmente
buenas reforzándose, sin duda formarán una pareja muy feliz.
El buen uso del reforzamiento no significa simplemente esparcir los premios de
forma indiscriminada o nunca decir «no». La gente suele caer en este error. En una
ocasión, observando a una madre que empujaba el cochecito de su bebé por la calle,
noté que cada vez que el bebé comenzaba a enojarse, la madre se paraba y sacaba una
bolsa de saludables aperitivos, uvas pasas y almendras, para dárselas al bebé, aunque
este no parecía estar hambriento y en ocasiones incluso le separaba la mano. Tratando
de hacer lo correcto, estaba ofreciendo obstinadamente reforzamientos al bebé por
quejarse. Además fallaba al no comprobar si tenía la ropa arrugada u otras molestias
que pudieran ser realmente las causas de las quejas.
Ninguno de nosotros conseguirá ser perfecto, y no estoy proponiendo que debamos
estar pensando sobre el reforzamiento en todo momento. Lo que estoy sugiriendo es
un cambio para usar respuestas positivas en las interacciones con los demás en lugar
de irritabilidad, discusiones y dejadez, que son el estilo en muchos hogares y
organizaciones. Un sistema que afecta no sólo a los individuos implicados sino, por
extrapolación, al total de la sociedad.
Me parece que la sociedad americana es, por toda su libertad, una sociedad punitiva.
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