No le mates ensenale - Karen Pryor
El arte de enseñar y adiestrar
El arte de enseñar y adiestrar
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aprenderse realmente tan solo leyendo, pensando o hablando sobre él. Tienes que
ponerlo en práctica.
Una forma sencilla y fascinante de desarrollar las habilidades del moldeado es
jugando al juego de adiestramiento. Yo lo utilizo para enseñar las técnicas de
adiestramiento. Muchos entrenadores lo practican como deporte, e incluso resulta un
juego interesante para las fiestas o reuniones de amigos. Necesitas dos personas como
mínimo: un alumno/a y un entrenador/a. Seis personas es el número ideal porque de
ese modo todos pueden experimentar ambas posiciones (alumno y entrenador) por lo
menos en una ocasión antes de que el grupo se canse. También se puede jugar con
grupos numerosos, una clase o auditorio por ejemplo, pues observar cómo se realiza
el ejercicio resulta tan divertido como participar en él.
Le pides al alumno que salga de la sala. El resto de los presentes elige un/a
entrenador/a y un comportamiento para moldear: por ejemplo, escribir su nombre en
la pizarra, saltar repetidamente o ponerse de pie en una silla. A continuación se invita
al alumno a entrar y se le pide que se mueva por toda la sala de forma activa; el
entrenador refuerza con un silbato cualquier movimiento en dirección al
comportamiento deseado. Yo siempre establezco una regla, al menos durante los
primeros reforzamientos, y es que el «animal» tiene que volver al punto de partida —
la puerta— después de obtener un reforzamiento y comenzar de nuevo; esto parece
que ayuda a prevenir la tendencia de algunos sujetos a quedarse parados
independientemente de cuál haya sido el último refuerzo conseguido. Además no se
permite hablar. Está permitido reír, gemir, y otros signos para expresar emociones,
pero las instrucciones y discusiones se pospondrán para cuando se haya conseguido el
comportamiento deseado.
Normalmente el juego se desarrolla con rapidez. Seis de nosotros estábamos jugando
en la sala de unos amigos, Ruth se ofreció voluntaria para hacer de «animal» y Anne
de adiestradora. Ruth salió de la sala. Los demás decidimos que el comportamiento
sería encender la lámpara que estaba sobre la mesita al otro lado del sillón. Pedimos a
Ruth que entrase y comenzó a deambular por la habitación. Cuando enfocó en
dirección a la lámpara, Anne hizo sonar el silbato. Ruth volvió a la «salida» (la
puerta), después se dirigió intencionadamente al punto donde se le había reforzado y
quedó parada. El silbato no sonó. Ella empezó a mover los brazos en el aire. El
silbato no sonó. Se movió un poco indecisa alejándose de la lámpara, seguía sin oírse
el silbato. Ruth comenzó a andar de nuevo. Cuando en una de estás ocasiones se
movió en la dirección de la lámpara, Anne sopló el silbato. Ruth regresó al punto de
partida y volvió al lugar de la sala en que oyó el silbato en la última ocasión, pero
esta vez continuó avanzando. Bingo: el silbato sonó. En esta ocasión, sin ir a la
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