No le mates ensenale - Karen Pryor
El arte de enseñar y adiestrar
El arte de enseñar y adiestrar
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miraba con intención el contenido del caldero para hacerme entender que ella prefería
las manzanas y las patatas dulces. Cuando demostré ser inteligente y obediente y
cambié a sus reforzadores preferidos, ella inmediatamente utilizó de nuevo la misma
técnica: tocó con la trompa al tiempo que clavaba su mirada en el candado de su jaula
para intentar persuadirme de que lo abriera. Los elefantes no son sólo un poco
avispados: los elefantes son fascinantemente avispados.
El carácter de la especie se muestra muchas, muchas veces en las sesiones de
moldeado. Cuando inadvertidamente no reforcé a una hiena, en lugar de volverse loca
o retirarse, me mostró su faceta seductora, sentándose delante de mí y sonriendo
burlonamente al estilo de Johny Carson pero cubierto de pelo.
Moldeando a un lobo para que rodease un arbusto que había en su recinto, cometí el
mismo error, no lo reforcé cuando debí hacerlo: el lobo me miró por encima del
hombro fijamente, pensativo, desde la distancia, entonces se puso a correr, seguro,
alrededor del arbusto, ganándose todos los trozos de comida que yo guardaba en mi
bolsillo. Había valorado la situación, tal vez decidiendo que yo todavía seguía
interesada en el juego puesto que lo seguía mirando, y se dio otra oportunidad
intuyendo que funcionaría. Los lobos apuestan fuerte, arriesgan mucho. Si las hienas
son comediantes, los lobos son vikingos.
A veces los animales comprenden perfectamente el reforzamiento. Melanie Bond,
encargada de los grandes monos en el National Zoo, había comenzado a reforzar a
Ham, un chimpancé, por diversos comportamientos. Una mañana, el chimpancé
estaba acumulando su comida en vez de comérsela, con la intención, supuso Melanie,
de hacerlo en el exterior. Cuando vio que por fin Melanie se disponía a abrir la puerta
para dejarlo salir, él sabía qué hacer: le dio un tallo de apio.
Puedo simpatizar con los biólogos que quieren observar el comportamiento natural de
los animales sin perturbar o interferir para nada en él, y que por ello rechazan burdas
interferencias como el adiestramiento. Y puedo comprender, aunque no simpatizo con
ellos, a los psicólogos experimentales que rehuyen cualquier conclusión sobre los
animales que sea fruto de la simple observación y no pueda ser respaldada por datos
numéricos. Pero sigo convencida de que las sesiones de moldeado ofrecen un modo
fructífero de combinar ambos procedimientos, y que tanto los estudiosos de campo
como los de laboratorio que no pueden o no quieren considerar esta herramienta
quizá están perdiendo la apuesta. Moldeado y reforzamiento, utilizados con destreza,
también pueden ser de gran importancia para comprender mejor la mente humana,
que de otro modo resulta impenetrable. Mi amiga Beverly trabajaba como terapeuta
en una institución para niños con varias deficiencias, niños sordo-ciegos o paralíticos
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