Radiguet,%20Raymond%20''Le%20diable%20au%20corps''-Xx-Fr-Sp

19 Estilo decorativo y mobiliar que se desarrolla en Francia
durante el reinado de Luis XV, en el siglo XVIII, y
que coincide en Europa con el auge del estilo rococó.
Radiguet’s L.Carriedo
les gobelets d’argent, les noms bizarres ou
poétiques des mélanges. Elle respirait de
temps en temps les roses rouges dont elle
se promettait de faire une aquarelle, qu’elle
me donnerait en souvenir de cette journée.
Je lui demandai de me montrer une
photographie de son fiancé. Je le trouvai
beau. Sentant déjà quelle importance elle
attachait à mes opinions, je poussai
l’hypocrisie jusqu’à lui dire qu’il était très
beau, mais d’un air peu convaincu, pour lui
donner à penser que je le lui disais par
politesse. Ce qui, selon moi, devait jeter le
trouble dans l’âme de Marthe, et, de plus,
m’attirer sa reconnaissance.
Mais, l’après-midi, il fallut songer au
motif de son voyage. Son fiancé, dont elle
savait les goûts, s’en était remis
complètement à elle du soin de choisir leur
mobilier. Mais sa mère voulait à toute force
la suivre. Marthe, enfin, en lui promettant
de ne pas faire de folies, avait obtenu de
venir seule. Elle devait, ce jour-là, choisir
quelques meubles pour leur chambre à
coucher. Bien que je me fusse promis de ne
montrer d’extrême plaisir ou déplaisir à
aucune des paroles de Marthe, il me fallut
faire un effort pour continuer de marcher
sur le boulevard d’un pas tranquille qui
maintenant ne s’accordait plus avec le
rythme de mon coeur.
Cette obligation d’accompagner
Marthe m’apparut comme une malchance.
Il fallait donc l’aider à choisir une chambre
pour elle et un autre ! Puis, j’entrevis le
moyen de choisir une chambre pour
Marthe et pour moi.
J’oubliais si vite son fiancé,
qu’au bout d’un quart d’heure de
marche, on m’aurait surpris en me
rappelant que, dans cette chambre,
un autre dormirait auprès d’elle.
Son fiancé goûtait le style Louis
XV.
Le mauvais goût de Marthe était
autre ; elle aurait plutôt versé dans le
japonais. Il me fallut donc les combattre
tous deux. C’était à qui jouerait le plus
vite. Au moindre mot de Marthe,
devinant ce qui la tentait, il me fallait lui
désigner le contraire, qui ne me plaisait
pas toujours, afin de me donner
l’apparence de céder à ses caprices, quand
j’abandonnerais un meuble pour un autre,
qui dérangeait moins son oeil.
Elle murmurait : « Lui qui voulait une
chambre rose. » N’osant même plus
m’avouer ses propres goûts, elle les
attribuait à son fiancé. Je devinai que dans
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nombres, extraños o poéticos, de los combinados.
De vez en cuando aspiraba el olor
de las rosas rojas, con las que se proponía
pintar una acuarela, que me regalaría en
recuerdo de aquel día. Le pedí que me enseñara
una fotografía de su prometido. Lo
encontré guapo. Al darme cuenta de la importancia
que ella concedía a mis opiniones,
llevé la hipocresía hasta el extremo de
decirle que era muy guapo, pero con aire
poco convencido, para hacerle pensar que
se lo decía por cumplir. Lo cual, desde mi
punto de vista, sembraría la confusión en
el ánimo de Marthe y me haría, además,
ganar su gratitud.
Pero por la tarde hubo que dedicarse al
motivo del viaje. Su prometido, del que
Marthe conocía bien los gustos, le había
dado completa libertad para elegir el mobiliario.
Su madre, sin embargo, quería a
toda costa acompañarla. Marthe, finalmente,
después de prometerle que no cometería
locuras, había conseguido venir sola. Ese
día tenía que seleccionar algunos muebles
para el dormitorio. Aunque me había propuesto
a mí mismo no mostrar ni alegría
desbordada ni desagrado a ninguna de las
palabras de Marthe, tuve que hacer un gran
esfuerzo para seguir andando por el bulevar
con un paso tranquilo que ahora ya no
correspondía al ritmo de mi corazón.
La obligación de acompañar a Marthe
me pareció una desgracia. ¡Tenía que ayudarla
a escoger un dormitorio para ella y
otro hombre! Vislumbré, después, la posibilidad
de elegir una alcoba para Marthe y
para mí.
Me olvidé tan pronto de su prometido
que, al cabo de un cuarto de hora de marcha,
me hubiera sorprendido si alguien me
hubiese recordado que en aquella habitación
otro hombre dormiría junto a ella.
A su prometido le gustaba el estilo Luis
XV (19).
El mal gusto de Marthe era de otro tipo:
ella se inclinaba más bien por lo japonés.
Tuve, por tanto, que combatir a los dos.
Quien jugase más rápido ganaría la partida.
A la menor insinuación de Marthe, adivinando
enseguida lo que le atraía, me apresuraba
a señalarle lo contrario, que no siempre
era lo que más me gustaba, para poder
aparentar después que cedía a sus caprichos
cuando dejaba de lado un mueble por otro
que hacía menos daño a la vista.
Marthe susurraba: «Y él que quería un
dormitorio rosa.» Como no se atrevía ni siquiera
a confesarme sus propios gustos, se
los atribuía a su prometido. Intuí que al cabo