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La Biografia, Juan Mancera

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admitió en 1995—. Deberíamos habernos dado cuenta de que el mundo estaba cambiando y haber pasado directamente a<br />

ser una compañía de software». Sin embargo, por más que lo intentara, no lograba entusiasmarse con aque la perspectiva.<br />

En lugar de crear grandes productos integrados que hicieran las delicias de los consumidores, ahora se había quedado con<br />

una empresa que trataba de vender software a otras empresas, las cuales instalarían sus programas en distintas<br />

plataformas de hardware. «Aque lo no era lo que yo quería —se lamentó después—. Me aburría bastante no ser capaz de<br />

vender productos para los consumidores. Senci lamente, no estoy hecho para venderles productos a las empresas y<br />

conceder licencias de software para el hardware chapucero de otras personas. Nunca quise eso».<br />

LA CAÍDA DE APPLE<br />

En los años que siguieron a la partida de Jobs, Apple fue capaz de arreglárselas cómodamente con un alto margen de<br />

beneficios basado en su dominio temporal del campo de la autoedición. John Scu ley, creyéndose un genio, realizó a lá por<br />

1987 distintas declaraciones que hoy en día resultan vergonzosas. Según sus palabras, Jobs quería que Apple «se<br />

convirtiera en una maravi losa empresa de productos para los consumidores. Ese plan era una locura [...]. Apple nunca se<br />

iba a convertir en una empresa de productos de masas [...]. No podíamos adaptar la realidad a todos nuestros sueños de<br />

cambiar el mundo [...]. <strong>La</strong> alta tecnología no podía diseñarse y venderse como un producto para el gran público».<br />

Jobs estaba horrorizado, y fue enfadándose más y volviéndose más despectivo a medida que la presidencia de Scu ley era<br />

testigo de un descenso constante en el control del mercado y los beneficios de Apple a principios de la década de los<br />

noventa. «Scu ley destruyó Apple al traer consigo a gente corrupta con valores corruptos —se lamentó Jobs<br />

posteriormente—. Estaban más preocupados por ganar dinero, principalmente para sí mismos, y también para Apple, que<br />

por crear grandes productos». Jobs sentía que el afán de aquel hombre por obtener beneficios solo fue posible a costa de<br />

perder cuota de mercado. «El Macintosh perdió ante Microsoft porque Scu ley insistió en exprimir todos los beneficios que<br />

pudiera recaudar en lugar de mejorar el producto y hacer que resultase más asequible».<br />

A Microsoft le había costado algunos años reproducir la interfaz gráfica de usuario del Macintosh, pero en 1990 presentó el<br />

Windows 3.0, que dio comienzo al avance de la compañía hasta legar a controlar el mercado de los ordenadores de<br />

sobremesa. Windows 95, que salió a la venta en agosto de 1995, se convirtió en el sistema operativo de mayor éxito de<br />

todos los tiempos, y las ventas del Macintosh comenzaron a venirse abajo. «Microsoft se limitaba a copiar lo que hacían<br />

otras personas, y a continuación insistía en las mismas políticas y se aprovechaba de su control de los ordenadores<br />

compatibles con IBM —explicó después Jobs—. Apple se lo merecía. Tras mi marcha no inventaron nada nuevo. El Mac<br />

apenas mejoró. Aque lo era pan comido para Microsoft».<br />

Su frustración con Apple resultó evidente cuando pronunció un discurso para una asociación de estudiantes de la Facultad<br />

de Estudios Empresariales de Stanford. El<br />

acto se celebró en la casa de un alumno, que le pidió que le firmase un teclado de Macintosh. Jobs accedió a hacerlo si le<br />

permitía eliminar las teclas que se le habían añadido al Mac después de su salida de la compañía. Se sacó las laves del<br />

coche del bolsi lo y arrancó las cuatro flechas del cursor, que ya había vetado en una ocasión, además de toda la fila de<br />

teclas de función. «F1, F2, F3... Voy cambiando el mundo teclado a teclado», afirmó con tono inexpresivo. A continuación<br />

firmó el teclado mutilado.<br />

Durante las vacaciones de Navidad de 1995, celebradas en Kona Vi lage, en Hawai, Jobs se fue a dar un paseo por la<br />

playa para charlar con su amigo <strong>La</strong>rry<br />

E lison, el indomable consejero delegado de Oracle. Discutieron la posibilidad de hacer una oferta pública de adquisición a<br />

Apple y devolver a Jobs al frente de la empresa. E lison aseguró que podía reunir 3.000 mi lones de dólares de financiación.<br />

«Compraré Apple, tú conseguirás el 25 % de la compañía de inmediato al convertirte en su consejero delegado, y<br />

podremos devolverle su gloria de tiempos pasados». Sin embargo, Jobs se resistía. «Decidí que no soy el tipo de persona<br />

que presenta una opa hostil —explicó—. Si me hubieran pedido regresar, la situación habría sido diferente».<br />

En 1996, la cuota de mercado de Apple había descendido hasta el 4 %, desde el 16 % del que gozaba a finales de la<br />

década de los ochenta. Michael Spindler, que<br />

había sustituido a Scu ley en 1993, trató de venderles la compañía a Sun, a IBM y a Hewlett-Packard. No tuvo éxito y fue<br />

sustituido, en febrero de 1996, por Gil Amelio, un ingeniero de investigación que era también el consejero delegado de<br />

National Semiconductor. Durante su primer año, la compañía perdió 1.000 mi lones de dólares, y el valor de las acciones,<br />

que había legado a los 70 dólares en 1991, cayó hasta los 14 dólares, a pesar de que por entonces la burbuja de las<br />

empresas tecnológicas elevaba otros valores hasta la estratosfera.<br />

Amelio no era un gran admirador de Jobs. Su primera reunión había tenido lugar en 1994, justo después de que Amelio<br />

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