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La Biografia, Juan Mancera

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<strong>La</strong>s tiendas<br />

Apple Genius Bars y arenisca de Siena<br />

LA EXPERIENCIA DEL CLIENTE<br />

Jobs detestaba ceder el control, especialmente cuando aquel o podía afectar a la experiencia del consumidor. Sin embargo,<br />

se enfrentaba con un problema. Había una parte del proceso que no controlaba: la experiencia de comprar un producto<br />

Apple en una tienda.<br />

Los días de la Byte Shop habían l egado a su fin. <strong>La</strong>s ventas de la industria estaban pasando de tiendas locales<br />

especializadas en informática a grandes cadenas o inmensos centros comerciales, donde la mayoría de los empleados no<br />

tenían ni el conocimiento ni la motivación necesarios para explicar la naturaleza característica de los productos de Apple.<br />

«Todo lo que les preocupaba a los vendedores era su comisión de cincuenta dólares», comentó Jobs. Otros ordenadores<br />

eran bastante genéricos, pero Apple contaba con características innovadoras y un precio más elevado. Jobs no quería que<br />

el iMac se quedase en un estante entre un Del y un Compaq mientras un empleado desinformado recitaba las<br />

características de cada uno. «A menos que pudiéramos encontrar la manera de que nuestro mensaje l egara a los clientes<br />

en las tiendas, estábamos jodidos».<br />

En 1999 Jobs comenzó, con gran secretismo, a entrevistar a ejecutivos que pudieran ser capaces de desarrol ar una<br />

cadena de tiendas Apple. Uno de los candidatos<br />

tenía una verdadera pasión por el diseño y el entusiasmo juvenil de un vendedor nato: Ron Johnson, vicepresidente de<br />

marketing de la cadena de supermercados Target y responsable de la presentación de productos con una imagen única,<br />

como la tetera diseñada por Michael Graves. «Steve es una persona con la que resulta muy fácil hablar —comentó Johnson<br />

al recordar su primer encuentro—. De pronto aparecen unos vaqueros gastados y un jersey de cuel o vuelto, y él empieza<br />

enseguida a contarte por qué necesita unas buenas tiendas. Me dijo que para que Apple tuviera éxito iban a tener que l<br />

evar la delantera en la innovación, y no se puede avanzar en innovación si no hay una vía de comunicación con los<br />

clientes».<br />

Cuando Johnson regresó en enero del año 2000 para una nueva entrevista, Jobs sugirió que fueran a dar un paseo. Se<br />

dirigieron al inmenso centro comercial con<br />

140 tiendas de Stanford a las ocho y media de la mañana. <strong>La</strong>s tiendas todavía no habían abierto, así que caminaron arriba<br />

y abajo por todo el recinto varias veces y hablaron de cómo estaba organizado, qué función desempeñaban los grandes<br />

almacenes con respecto a las demás tiendas y qué es lo que hacía que algunas tiendas especializadas tuvieran éxito.<br />

Todavía estaban paseando y charlando cuando abrieron las tiendas a las diez de la mañana, y entraron en la cadena de<br />

ropa de Eddie Bauer. Tenía una entrada<br />

situada fuera del centro comercial y otra que daba al aparcamiento. Jobs decidió que las tiendas Apple deberían tener una<br />

única entrada, lo que facilitaría controlar la experiencia del cliente. También se mostraron de acuerdo en que la tienda de<br />

Eddie Bauer era demasiado larga y estrecha. Era importante que los clientes advirtieran de forma intuitiva la disposición de<br />

la tienda nada más entrar.<br />

En el centro comercial no había tiendas de aparatos de tecnología, y Johnson le explicó por qué: la idea compartida por el<br />

público general era que un cliente, a la<br />

hora de realizar una compra importante y poco común, como la de un ordenador, estaría dispuesto a acercarse en coche a<br />

algún lugar menos accesible, donde el alquiler del local sería más barato. Jobs no estaba de acuerdo. <strong>La</strong>s tiendas Apple<br />

deberían estar en centros comerciales y en cal es importantes, en zonas con un montón de transeúntes,<br />

independientemente de su precio. «Puede que no consigamos que conduzcan diez kilómetros para echarles un vistazo a<br />

nuestros productos, pero podemos hacer que caminen diez pasos», afirmó. En concreto, había que tenderles una<br />

emboscada a los usuarios de Windows. «Si pasan frente a la tienda, entrarán por pura curiosidad, y si hacemos que sea lo<br />

suficientemente atractiva, en cuanto tengamos la oportunidad de mostrarles lo que tenemos, habremos ganado».<br />

Johnson señaló que el tamaño de una tienda representaba la importancia de la marca. «¿Es Apple una marca tan grande<br />

como Gap?», preguntó. Jobs contestó que era mucho más grande. Johnson replicó que, en consecuencia, sus tiendas<br />

debían ser más grandes. «Si no, no serás relevante». Jobs describió la máxima de Mike Markkula de que una buena<br />

compañía debía «atribuir», debía plasmar sus valores y su importancia en todo lo que hace, desde el embalaje hasta el<br />

marketing. A Johnson le encantó la idea. Claramente, podía aplicarse a las tiendas de una compañía. «<strong>La</strong> tienda se<br />

convertirá en la expresión física más poderosa de la marca», aseguró. Describió como durante su juventud había entrado<br />

en la tienda abierta por Ralph <strong>La</strong>uren en la esquina de Madison con la cal e 72 en Nueva York, que parecía una mansión l<br />

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