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gilipol as».<br />
Con todo, convencer a las compañías discográficas para que se sumaran al plan de la tienda iTunes no era suficiente.<br />
Muchos de los artistas contaban con cláusulas en sus contratos que les permitían controlar personalmente la distribución<br />
digital de su música o impedir que sus canciones se vendieran por separado. Así pues, Jobs se dispuso a persuadir a<br />
varios de los principales músicos en una tarea que le pareció divertida, pero que resultó mucho más difícil de lo esperado.<br />
Antes de la presentación de iTunes, Jobs se había reunido con algo más de una veintena de grandes artistas, entre los que<br />
se encontraban Bono, Mick Jagger y Sheryl Crow. «Me l amaba a casa, implacable, a las diez de la noche, para decirme<br />
que todavía necesitaba convencer a Led Zeppelin o a Madonna —recordaba Roger Ames, de Warner—. Estaba decidido a<br />
el o. Nadie más hubiera sido capaz de convencer a algunos de aquel os artistas».<br />
Quizá la reunión más extraña de todas tuvo lugar cuando el rapero y productor Dr. Dre fue a ver a Jobs a la sede central de<br />
Apple. A Jobs le encantaban los Beatles y Dylan, pero reconocía que no l egaba a apreciar el atractivo del rap. Ahora Jobs<br />
necesitaba que Eminem y otros raperos accedieran a que sus canciones se vendiesen<br />
en la tienda iTunes, así que recurrió a Dr. Dre, que era el mentor de Eminem. Después de mostrarle todo aquel sistema<br />
integrado por el cual la tienda iTunes se combinaba con el iPod, Dr. Dre aseguró: «Tío, por fin alguien ha encontrado la<br />
solución».<br />
En el otro extremo del espectro musical se situaba el trompetista Wynton Marsalis. Se encontraba en la Costa Oeste en<br />
medio de una gira benéfica para<br />
promocionar el programa de jazz del Lincoln Center, e iba a reunirse con <strong>La</strong>urene, la esposa de Jobs. Jobs insistió en que<br />
visitara su casa de Palo Alto, y al í procedió a mostrarle el programa iTunes. «¿Qué quieres buscar?», le preguntó a<br />
Marsalis. «Beethoven», respondió el trompetista. «¡Mira lo que puede hacer esto! —seguía insistiendo Jobs cuando<br />
Marsalis apartaba la mirada de la pantal a—. Mira cómo funciona la interfaz». Según recordaba después Marsalis, «no me<br />
interesan demasiado los ordenadores y se lo dije en varias ocasiones, pero él siguió adelante durante dos horas. Estaba<br />
completamente poseído. Después de un rato comencé a mirarlo a él y no al ordenador; me fascinaba la pasión que<br />
demostraba».<br />
Jobs presentó la tienda iTunes el 28 de abril de 2003 en uno de sus típicos actos en el centro de congresos Moscone, en<br />
San Francisco. Con el pelo muy corto, unas incipientes entradas y un aspecto cuidadosamente desaliñado, entró en el<br />
escenario y describió como Napster «había demostrado que internet estaba hecho para el intercambio de música». Afirmó<br />
que sus descendientes, programas como el Kazaa, ofrecían canciones de forma gratuita. ¿Cómo se podía competir con<br />
algo así? Para responder a esa pregunta, comenzó a analizar los inconvenientes de utilizar aquel os servicios gratuitos. <strong>La</strong>s<br />
descargas no eran de fiar y la calidad a menudo resultaba deficiente. «Muchas de estas canciones han sido codificadas por<br />
niños de siete años que no han hecho un gran trabajo». Además, no se podían escuchar fragmentos ni ver las portadas de<br />
los discos. Entonces añadió: «Y lo peor de todo es que se trata de un robo. Es mejor no jugársela con el karma».<br />
Entonces, ¿por qué habían proliferado todos aquel os focos de piratería? Según Jobs, se debía a que no había alternativas.<br />
Los servicios de suscripción, como<br />
Pressplay y MusicNet, «te tratan como a un delincuente», afirmó, mostrando una diapositiva de un preso con la clásica<br />
camisa de rayas. A continuación apareció en la pantal a una imagen de Bob Dylan. «<strong>La</strong> gente quiere ser dueña de la<br />
música que le gusta».<br />
Aseguró que, tras muchas negociaciones, las compañías discográficas «están dispuestas a colaborar con nosotros para<br />
cambiar el mundo». <strong>La</strong> tienda iTunes se<br />
abriría con 200.000 canciones, y crecería día a día. Señaló que mediante este servicio los usuarios podrían ser los<br />
propietarios de las canciones, grabarlas en un CD, asegurarse una buena calidad de la descarga, escuchar un fragmento<br />
de la pieza antes de comprarla y combinarla con los vídeos creados en iMovie e iDVD para «crear la banda sonora de tu<br />
vida». ¿El precio? «Solo 99 centavos —anunció—. Menos de un tercio de lo que cuesta un café en Starbucks». ¿Qué por<br />
qué merecía la pena? Porque descargar la versión correcta de una canción en Kazaa costaba unos quince minutos, en vez<br />
de uno solo. Jobs calculó que al invertir una hora de tu tiempo para ahorrar unos cuatro dólares... «¡estáis trabajando por<br />
menos del salario mínimo!». Ah, y una cosa más… «Con iTunes ya no se trata de un robo, así que es bueno para el<br />
karma».<br />
Los que más aplaudieron aquel último apunte fueron los directivos de las discográficas sentados en primera fila, entre los<br />
que se encontraban Doug Morris junto a<br />
Jimmy Iovine, con su habitual gorra de béisbol, y todo el personal de Warner Music. Eddy Cue, responsable de la tienda,<br />
predijo que Apple vendería un mil ón de canciones en seis meses. En vez de eso, la tienda iTunes vendió un mil ón de<br />
canciones en seis días. «Este momento quedará grabado en la historia como un hito para la industria discográfica», declaró<br />
Jobs.<br />
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