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La Biografia, Juan Mancera

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Consejero delegado<br />

Todavía loco, después de tantos años<br />

TIM COOK<br />

Cuando Steve Jobs regresó a Apple y en su primer año sacó los anuncios de «Piensa diferente» y el iMac, confirmó lo que<br />

la mayoría de la gente ya sabía: que podía ser un visionario y un hombre creativo. Ya lo había demostrado durante su<br />

primera época en Apple. Lo que no estaba tan claro era si estaba capacitado para dirigir una compañía. Claramente, eso no<br />

lo había demostrado durante su primera etapa.<br />

Jobs se zambul ó en la tarea con un enfoque realista y de atención por el detal e que sorprendió a aquel os acostumbrados<br />

a su postura de que las normas rectoras<br />

del universo no se le aplicaban a él. «Se convirtió en un directivo, que es una tarea muy diferente de la de un ejecutivo o un<br />

visionario, y aquel o me sorprendió agradablemente», recordaba Ed Woolard, el presidente del consejo de administración<br />

que lo había devuelto a Apple.<br />

El mantra de su gestión era «céntrate». Eliminó las líneas de productos sobrantes y puso coto a algunas características<br />

superfluas del nuevo sistema operativo que<br />

estaba desarrol ando Apple. Se libró de su deseo obsesivo y controlador de crear los productos en sus propias fábricas y,<br />

en vez de eso, delegó la producción de todos los elementos, desde las placas de circuitos hasta los ordenadores acabados.<br />

Además, impuso una rigurosa disciplina a los proveedores. Cuando se hizo con el control de la empresa, Apple contaba con<br />

un inventario equivalente a más de dos meses de producción en los almacenes, más que ninguna otra compañía<br />

tecnológica. Al igual que los huevos y la leche, los ordenadores tienen una fecha de caducidad breve, así que aquel o<br />

suponía un recorte en los beneficios de al menos 500 mil ones de dólares. A principios de 1998 ya había reducido aquel os<br />

suministros a un mes de producción.<br />

El éxito de Jobs tuvo un precio, puesto que la suavidad y la diplomacia todavía no formaban parte de su repertorio. Cuando<br />

pensó que un departamento de la<br />

empresa de mensajería Airborne Express no estaba entregando unos componentes suficientemente rápido, le ordenó a un<br />

directivo de Apple que pusiera fin a su contrato. Aquel ejecutivo protestó, y le advirtió de que se enfrentaban a una potencial<br />

demanda, a lo cual Jobs contestó: «Entonces diles que si intentan jodernos, no van a volver a ver un puto centavo de esta<br />

empresa nunca más». El directivo dimitió, la empresa de mensajería interpuso una denuncia e hizo falta todo un año para<br />

que se resolviera aquel asunto. «Mis opciones sobre acciones habrían l egado a valer 10 mil ones de dólares de haberme<br />

quedado —comentó el directivo—, pero sabía que no podría haber aguantado, y él me habría despedido de todas formas».<br />

<strong>La</strong> nueva empresa de distribución recibió órdenes de recortar el inventario en un 75 %, y eso hizo. «Con Steve Jobs hay<br />

una tolerancia cero ante la falta de rendimiento», dijo su consejero delegado. En cierta ocasión la empresa VLSI<br />

Technology estaba teniendo algunos problemas para entregar a tiempo chips suficientes, así que Jobs irrumpió en una<br />

reunión de la empresa y comenzó a gritar que eran todos unos «putos eunucos gilipol as». VLSI acabó consiguiendo que<br />

los chips l egaran a Apple a tiempo, y los ejecutivos de ese proveedor prepararon chaquetas bordadas que rezaban:<br />

«Equipo de PEG».<br />

Después de tres meses de trabajar con Jobs, el jefe de operaciones de Apple decidió que no podía soportar tanta presión y<br />

dimitió. Durante casi un año, el propio Jobs se encargó de aquel departamento, porque todas las personas a las que había<br />

entrevistado «parecían encargados de producción de la vieja escuela», recordaba. Quería a alguien capaz de construir<br />

fábricas que siguieran sistemas del tipo just-in-time y cadenas de producción y distribución, como había hecho Michael Del .<br />

Entonces, en 1998, conoció a Tim Cook, un distinguido director de compras y canales de distribución de treinta y siete años<br />

que trabajaba en Compaq Computers, y que no solo pasó a ser el director de operaciones de Apple, sino que l egó a<br />

convertirse en un compañero indispensable entre los bastidores de la empresa. Tal y como recordaba Jobs:<br />

Tim Cook venía de un departamento de compras, que era exactamente el tipo de experiencia que necesitábamos para el<br />

puesto. Me di cuenta de que él y yo veíamos las cosas exactamente de la misma manera. Yo había visitado en Japón<br />

muchas fábricas con sistemas de producción just-in-time, y había construido una para el Mac y otra en NeXT. Sabía lo que<br />

quería, conocí a Tim y vi que él quería lo mismo, así que comenzamos a trabajar juntos y, antes de que pasara mucho<br />

tiempo, confiaba en que él supiera exactamente qué había que hacer. Compartíamos una misma visión, y podíamos<br />

interactuar a unos niveles estratégicos muy altos, lo cual me permitía dejar en sus manos muchos asuntos a menos que él<br />

viniera a pedirme ayuda.<br />

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