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Piensa diferente<br />
Jobs, consejero delegado en funciones<br />
UN HOMENAJE A LOS LOCOS<br />
Lee Clow, el director creativo de Chiat/Day que había realizado el gran anuncio de 1984 para la presentación del Macintosh,<br />
iba conduciendo por Los Ángeles a principios de julio de 1997 cuando sonó el teléfono de su coche. Era Jobs: «Hola, Lee,<br />
soy Steve —saludó—. ¿Sabes qué? Amelio acaba de dimitir. ¿Puedes venir para acá?».<br />
Apple estaba realizando entrevistas para seleccionar una nueva agencia, y a Jobs no le había emocionado nada de lo visto<br />
hasta entonces, así que quería que Clow y<br />
su empresa —por aquel entonces lamada TBWA\Chiat\Day— compitieran para hacerse con el contrato. «Tenemos que<br />
demostrar que Apple sigue viva —dijo Jobs<br />
— y que todavía representa unos valores especiales».<br />
Clow aseguró que él ya no competía para conseguir contratos. «Ya conoces nuestro trabajo», respondió. Pero Jobs se lo<br />
suplicó. Sería difícil rechazar a los demás que se sometían a las entrevistas —como por ejemplo las firmas BBDO y Arnold<br />
Worldwide— y traer de vuelta «a un viejo amigote», según sus propias palabras. Clow accedió a tomar un vuelo a Cupertino<br />
con algo que pudieran presentar. Años más tarde, Jobs no podía evitar echarse a lorar mientras recordaba la escena.<br />
Se me hace un nudo en la garganta, de verdad que se me hace un nudo en la garganta. Estaba muy claro que a Lee le<br />
encantaba Apple. Era el mejor en el campo de la publicidad, y no había tenido que pasar por un proceso de selección en<br />
diez años. Y aun así, allí estaba, intentando con todas sus fuerzas resultar elegido, porque amaba a Apple tanto como<br />
nosotros. Su equipo y él presentaron una idea brillante,<br />
«Piensa diferente», diez veces mejor que cualquier otra cosa que hubieran propuesto las demás agencias. Me llegó a lo<br />
más hondo y todavía lloro cuando pienso en ello, tanto por el hecho de que Lee se preocupara hasta ese punto por<br />
nosotros como por lo genial que era su idea de «Piensa diferente». Muy de vez en cuando, me encuentro en presencia de<br />
la auténtica pureza —pureza de espíritu y amor—, y siempre me hace llorar. Es algo que me conmueve y se apodera de mí.<br />
Aquel fue uno de esos momentos. Había en ello una pureza que nunca olvidaré. Lloré en mi despacho mientras me<br />
mostraba su idea, y todavía lloro cuando pienso en ello.<br />
Jobs y Clow estaban de acuerdo en que Apple era una de las marcas más importantes del mundo —probablemente una de<br />
las cinco con mayor atractivo emocional del planeta—, pero necesitaba recordarles a sus usuarios qué era lo que la<br />
distinguía de las demás. Así pues, planearon una campaña de imagen de marca, no un conjunto de anuncios de diferentes<br />
productos. No estaba diseñada para exaltar todo lo que podían hacer los ordenadores, sino lo que la gente creativa podía<br />
lograr con e los. «No estábamos hablando sobre la velocidad de los procesadores o la memoria —recordaba Jobs—, sino<br />
sobre la creatividad». No solo estaba dirigida a los clientes potenciales, sino también a los propios empleados de Apple.<br />
«Aquí, en Apple, habíamos olvidado quiénes éramos. Una forma de recordar quién eres pasa por recordar quiénes son tus<br />
ídolos. Ese fue el origen de la campaña».<br />
Clow y su equipo probaron con varios enfoques, todos e los un elogio a los «locos» que «piensan diferente». Prepararon un<br />
vídeo con una canción de Seal, «Crazy» («We’re never gonna survive unless we get a little crazy...» ), pero no lograron<br />
hacerse con los derechos de reproducción. Entonces probaron diferentes versiones con una grabación en la que Robert<br />
Frost recitaba su poema «The Road Not Taken» y con los discursos de Robin Wi liams de El club de los poetas muertos. Al<br />
final decidieron que necesitaban escribir su propio texto, y comenzaron a trabajar en un borrador que comenzaba: «Este es<br />
un homenaje a los locos...».<br />
Jobs se mostraba tan exigente como siempre. Cuando el equipo de Clow se presentó con una versión del texto, Jobs esta<br />
ló ante el joven redactor. «¡Esto es una<br />
mierda! —gritó—. Es la mierda típica de agencia publicitaria, y lo odio». Era la primera vez que el joven redactor se<br />
encontraba con Jobs, y se quedó a lí sin decir una palabra. Nunca regresó. Sin embargo, quienes consiguieron plantarse<br />
ante Jobs —incluidos Clow y sus colegas Ken Sega l y Craig Tanimoto— fueron capaces de trabajar con él para crear un<br />
texto poético que le gustara. En su versión original, de sesenta segundos, decía:<br />
Este es un homenaje a los locos. A los inadaptados. A los rebeldes. A los alborotadores. A las fichas redondas en los<br />
huecos cuadrados. A los que ven las cosas de forma diferente. A ellos no les gustan las reglas, y no sienten ningún respeto<br />
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