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La Biografia, Juan Mancera

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dejar de producir versiones de Word, Excel y otros programas para Macintosh.<br />

Aque lo habría supuesto el fin de Apple, así que Scu ley se vio forzado a legar a un pacto de rendición. Accedió a entregarle<br />

a Microsoft la licencia para utilizar algunas<br />

de las presentaciones gráficas de Apple en el futuro software de Windows. A cambio, Microsoft accedía a seguir generando<br />

software para el Macintosh y a ofrecerle a Apple un período de exclusividad para el Excel, durante el cual el programa de<br />

hojas de cálculo estaría disponible en los Macintosh pero no en los ordenadores compatibles con IBM.<br />

Al final, Microsoft no logró tener listo el Windows 1.0 hasta el otoño de 1985. Incluso entonces, era un producto chapucero.<br />

Carecía de la elegancia de la interfaz de Macintosh, y sus ventanas se colocaban en mosaico en lugar de contar con la<br />

magia de las ventanas solapadas diseñadas por Bi l Atkinson. Los críticos lo ridiculizaron y los consumidores lo<br />

desdeñaron. Sin embargo, como ocurre con frecuencia con los productos de Microsoft, la persistencia acabó por mejorar<br />

Windows y convertirlo en el sistema operativo dominante.<br />

Jobs nunca superó su rabia por aque lo. «Nos timaron completamente porque Gates no tiene vergüenza», me dijo Jobs casi<br />

treinta años más tarde. Al enterarse de<br />

esto, Gates respondió: «Si de verdad cree eso es porque ha entrado en uno de sus propios campos de distorsión de la<br />

realidad». Desde un punto de vista legal, Gates levaba razón, según han dictado varios tribunales a lo largo de los años. Y<br />

desde un punto de vista pragmático, sus argumentos también eran sólidos. Aunque Apple hubiera legado a un acuerdo y<br />

adquirido el derecho a utilizar la tecnología que vieron en el Xerox PARC, era inevitable que otras compañías desarro lasen<br />

similares interfaces gráficas de usuario. Tal y como Apple descubrió, «el aspecto y la sensación» del diseño de una interfaz<br />

informática son algo difícil de proteger, tanto de forma legal como en la práctica.<br />

Y, aun así, el disgusto de Jobs resulta comprensible. Apple había sido más innovadora e imaginativa, con una ejecución<br />

más elegante y un diseño más bri lante. Sin embargo, aunque Microsoft creó una serie de productos toscamente copiados,<br />

acabó ganando la guerra de los sistemas operativos. Este hecho ponía de manifiesto un error estético en la forma en que<br />

funciona el universo: los productos mejores y más innovadores no siempre ganan. Esa fue la causa de que Jobs, diez años<br />

más tarde, pronunciara un discurso algo arrogante y desmedido, pero que tenía un tanto de verdad: «El único problema con<br />

Microsoft es que no tienen gusto, no tienen absolutamente nada de gusto —declaró—. Y no hablo de una falta de gusto en<br />

las cosas pequeñas, sino en general, en el sentido de que no tienen ideas originales y no le aportan ninguna cultura a sus<br />

productos... Así que supongo que me siento triste, pero no por el éxito de Microsoft; no tengo ningún problema con su éxito,<br />

se lo han ganado en su mayor parte. Lo que me supone un problema es que sus productos son de muy mala calidad».<br />

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