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históricos. Google presentó el Android como una plataforma abierta. Su código fuente se encontraba a disposición de<br />
múltiples fabricantes de hardware, que podían utilizarlo en todos los teléfonos o tabletas que quisieran fabricar. Jobs, por<br />
supuesto, mantenía una creencia dogmática que determinaba que Apple debía integrar firmemente sus sistemas operativos<br />
con su hardware. En la década de los ochenta, Apple no había vendido licencias de uso del sistema operativo del<br />
Macintosh, y Microsoft había acabado por hacerse con una mayor cuota de mercado al ofrecer licencias de su sistema a<br />
diferentes fabricantes de hardware; en opinión de Jobs, plagiando descaradamente la interfaz de Apple.<br />
<strong>La</strong> comparación entre el trabajo de Microsoft en los años ochenta y lo que Google intentaba hacer en 2010 no era del todo<br />
exacta, pero sí ofrecía similitudes<br />
suficientes como para resultar inquietante. Y exasperante. Aque lo representaba el gran debate de la era digital: sistemas<br />
abiertos contra sistemas cerrados o, según lo presentaba Jobs, integrados contra fragmentados. A juzgar por la postura de<br />
Apple y el perfeccionismo controlador del propio Jobs, que casi no permitía otra alternativa, se planteaba la siguiente<br />
pregunta: ¿es mejor unir el hardware, el software y los contenidos para presentar un sistema compacto que garantice una<br />
experiencia senci la por parte del usuario, o resulta preferible darles una mayor libertad de elección a los usuarios y<br />
fabricantes y tender puentes para una mayor innovación, en virtud de la cual se creen sistemas de software que puedan<br />
modificarse y utilizarse con diferentes dispositivos? «Steve tiene una forma muy particular de dirigir Apple, la misma que<br />
demostraba hace veinte años. Consiste en que su empresa se convierta en un bri lante agente innovador en la creación de<br />
sistemas cerrados<br />
—me comentó Schmidt posteriormente—. No quieren que la gente acceda sin permiso a su plataforma. El beneficio de una<br />
plataforma cerrada reside en el control. Sin embargo, Google mantiene la firme creencia de que un sistema abierto es una<br />
alternativa mejor, porque conduce a más alternativas, a una mayor competitividad y a un<br />
incremento de las opciones del consumidor».<br />
¿Y qué pensaba Gates cuando veía a Jobs, con su estrategia de plataformas cerradas, lanzarse a la bata la contra Google<br />
igual que hiciera con Microsoft veinticinco años antes? «Hay algunos beneficios derivados de tener un sistema más<br />
cerrado, sobre todo en cuanto al grado de control que mantienes sobre la experiencia del usuario, y está claro que en<br />
ocasiones Apple se ha aprovechado de e lo», me contó Gates. Pero añadió que, al negarse a ofrecer licencias del iOS,<br />
Apple les había ofrecido a competidores como el Android la posibilidad de alcanzar un volumen mayor. Además, señaló que<br />
la competencia entre diferentes aparatos y fabricantes da como resultado más alternativas para los consumidores y una<br />
mayor innovación. «No todas estas compañías se dedican a construir pirámides junto al Central Park — señaló, burlándose<br />
de la tienda Apple de la Quinta Avenida—. Muchas tratan de crear productos innovadores basados en la competitividad y<br />
así ganar más clientes». Gates señaló que muchas de las mejoras de los ordenadores personales se produjeron porque los<br />
usuarios tenían diferentes alternativas. Aque lo acabaría por ocurrir en el mundo de los dispositivos móviles. «Al final, creo<br />
que los sistemas abiertos acabarán por triunfar, pero es cierto que yo me he criado con esa cultura. A largo plazo, todo ese<br />
asunto de la coherencia no se sostiene».<br />
Pero Jobs sí creía en «ese asunto de la coherencia». Su fe en un entorno controlado y cerrado permanecía inalterable,<br />
incluso mientras el Android iba haciéndose con<br />
una mayor cuota de mercado. «Google afirma que nosotros ejercemos más control que e los, que nuestro sistema es<br />
cerrado y el suyo abierto —clamó cuando le conté lo que había dicho Schmidt—. Pues mira los resultados: Android es un<br />
desastre. Tiene diferentes tamaños de panta la y distintas versiones, cuenta con más de un centenar de permutaciones».<br />
Incluso si la táctica de Google acababa por permitirle hacerse con el control del mercado, a Jobs le parecía repulsiva. «Me<br />
gusta responsabilizarme de toda la experiencia del usuario. No lo hacemos para ganar dinero. Lo hacemos porque<br />
queremos crear grandes productos, y no una basura como Android».<br />
FLASH, LA APP STORE Y EL CONTROL<br />
<strong>La</strong> insistencia de Jobs en mantener un control absoluto se puso también de manifiesto en otras bata las. Cuando atacó a<br />
Google en la reunión de empleados, también acusó a Flash, la plataforma de gráficos de Adobe para páginas web, de ser<br />
un agotador de baterías « leno de errores» y fabricado por «holgazanes». Aseguró que el iPod y el iPhone nunca serían<br />
compatibles con Flash. «Flash es un ejemplo de tecnología barata con un rendimiento mediocre y gravísimos problemas de<br />
seguridad», me dijo más tarde, esa misma semana.<br />
Llegó incluso a prohibir las aplicaciones que empleaban un compilador creado por Adobe para traducir el código de Flash y<br />
hacerlo compatible con el iOS de<br />
Apple. Jobs despreciaba el uso de compiladores que permitían a los desarro ladores escribir su código una sola vez y<br />
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