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comercializaba con IBM y otros ordenadores compatibles. Se basaba en una vieja interfaz de línea de comandos que<br />
enfrentaba a los usuarios con comandos tales como «C:\>». Jobs y su equipo temían que Microsoft copiara el concepto<br />
gráfico del Macintosh. «Le dije a Steve que sospechaba que Microsoft iba a clonar el Mac —explicó Hertzfeld—, pero<br />
contestó que no estaba preocupado porque no creía que fueran capaces de crear un producto decente, ni siquiera con el<br />
Mac como ejemplo». En realidad, Jobs estaba preocupado, muy preocupado, pero no quería admitirlo.<br />
Tenía motivos para estarlo. Gates opinaba que las interfaces gráficas eran el futuro, y sentía que Microsoft tenía tanto<br />
derecho como Apple a copiar la tecnología que<br />
se había desarro lado en el Xerox PARC. Como admitió libremente el propio Gates más tarde: «Nos dijimos: “Eh, creemos<br />
en las interfaces gráficas, nosotros también vimos el Xerox Alto”».<br />
En su acuerdo original, Jobs había convencido a Gates para que accediera a que Microsoft no produjese ningún software<br />
gráfico hasta un año después de la salida al mercado del Macintosh en enero de 1983. Desgraciadamente para Apple, en el<br />
acuerdo no se especificaba la posibilidad de que el estreno del Macintosh se retrasara todo un año, así que Gates estaba<br />
en su derecho al revelar, en noviembre de 1983, que Microsoft planeaba desarro lar un nuevo sistema operativo para los<br />
PC de IBM —con una interfaz gráfica a base de ventanas, iconos y un ratón con botones para navegar con un puntero—<br />
lamado Windows. Gates presidió un acto de presentación similar al de Jobs, el más espléndido hasta la fecha en toda la<br />
historia de Microsoft, celebrado en el hotel Helmsley Palace de Nueva York. Ese mismo mes pronunció su primer discurso<br />
inaugural en la exposición COMDEX, en <strong>La</strong>s Vegas, en la que su padre lo ayudó a pasar las diapositivas. En su charla,<br />
titulada «<strong>La</strong> ergonomía del software», afirmó que los gráficos informáticos serían «superimportantes», que las interfaces<br />
debían volverse más senci las de utilizar y que el ratón pronto se convertiría en un elemento estándar en todos los<br />
ordenadores.<br />
Jobs estaba furioso. Sabía que no había mucho que pudiera hacer al respecto —Microsoft tenía derecho a hacer aque lo<br />
puesto que su acuerdo con Apple de no producir software que operase con un soporte gráfico estaba legando a su fin—,<br />
pero eso no le impidió arremeter contra e los. «Tráeme aquí a Gates inmediatamente», le ordenó a Mike Boich, que era el<br />
encargado de promocionar a Apple entre las diferentes compañías de software. Gates acudió a la oficina, a solas y<br />
dispuesto a tratar de aquel asunto con Jobs. «Me lamó para poder cabrearse conmigo —recordaba Gates—. Viajé a<br />
Cupertino como si fuera a presentarme ante el rey. Le dije: “Vamos a crear Windows”, y añadí: “Vamos a apostar el futuro<br />
de nuestra empresa a las interfaces gráficas”».<br />
El encuentro tuvo lugar en la sala de reuniones de Jobs, donde Gates se encontró rodeado de diez empleados de Apple<br />
ansiosos por ver cómo su jefe se enfrentaba a él. «Yo estaba a lí como un observador fascinado cuando Steve comenzó a<br />
gritarle a Bi l», afirmó Hertzfeld. Jobs no defraudó a sus tropas. «¡Nos estás estafando!<br />
—gritó—. ¡Yo confiaba en ti y ahora nos estás robando!». Hertzfeld recuerda que Gates se limitó a aguardar<br />
tranquilamente, mirando a Steve a los ojos. Luego replicó<br />
con su voz chi lona, en una ocurrente respuesta convertida hoy en todo un clásico: «Bueno, Steve, creo que hay más de<br />
una forma de verlo. Yo creo que es como si los dos tuviéramos un vecino rico lamado Xerox y yo me hubiese colado en su<br />
casa para robarle el televisor y hubiera descubierto que tú ya lo habías mangado antes».<br />
<strong>La</strong> visita de Gates duró dos días y sacó a la luz toda la gama de respuestas emocionales y de técnicas manipuladoras de<br />
Jobs. También dejó claro que la simbiosis<br />
entre Apple y Microsoft se había convertido en un baile de escorpiones en el que ambos oponentes se movían<br />
cautelosamente en círculos, conscientes de que la picadura de cualquiera de e los podría causarles problemas a ambos.<br />
Tras el enfrentamiento en la sala de reuniones, Gates le hizo a Jobs una tranquila demostración privada de lo que estaban<br />
planeando para Windows. «Steve no sabía qué decir —recordaba Gates—. Podría haber dicho: “Esto viola algunos<br />
términos del acuerdo”, pero no lo hizo. Optó por decir: “Pero bueno, vaya montón de mierda”». Gates estaba encantado,<br />
porque aque lo le daba la oportunidad de tranquilizar a Jobs por un instante. «Yo contesté: “Sí, es un precioso montón de<br />
mierda”», y Jobs experimentó todo un abanico de emociones diferentes. «A lo largo de la reunión se mostró tremendamente<br />
grosero —recordaba Gates— y después hubo una parte en la que casi se echó a lorar, como diciendo: “Por favor, dame<br />
una oportunidad para que este programa no salga a la luz”». <strong>La</strong> reacción de Gates consistió en mantenerse muy tranquilo.<br />
«Se me da bien tratar a la gente cuando se deja levar por sus emociones, porque yo soy algo menos emotivo».<br />
Jobs, como hacía habitualmente cuando quería mantener una conversación seria, propuso que dieran un largo paseo.<br />
Atravesaron las ca les de Cupertino, legaron hasta la Universidad De Anza, se detuvieron en un restaurante y caminaron un<br />
poco más. «Tuvimos que ir a dar un paseo, y esa no es una técnica que yo utilice para gestionar las crisis —afirmó Gates—<br />
. Fue entonces cuando comenzó a decir cosas como: “Vale, vale, pero no lo hagáis demasiado parecido a lo que estamos<br />
haciendo nosotros”».<br />
No había mucho más que pudiera decir. Necesitaba asegurarse de que Microsoft iba a seguir escribiendo aplicaciones para<br />
el Macintosh. De hecho, cuando Scu ley los amenazó posteriormente con denunciarlos, Microsoft los amenazó a su vez con<br />
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