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azón o acabaré muerto».<br />
<strong>La</strong> noche siguiente a la presentación, Jobs se encontraba molesto y deprimido. Cuando nos reunimos para cenar en su<br />
cocina, andaba dando vueltas en torno a la<br />
mesa cargando correos electrónicos y páginas web en su iPhone.<br />
He recibido unos ochocientos mensajes de correo electrónico en las últimas veinticuatro horas. <strong>La</strong> mayoría de ellos son<br />
quejas. ¡No hay cable USB! No hay esto, no hay aquello. Algunos me dicen cosas como: «¡Capullo! ¿Cómo has podido<br />
hacer algo así?». Normalmente no contesto a nadie, pero hoy he respondido: «Tus padres estarían muy orgullosos al ver la<br />
persona en la que te has convertido». Y a algunos no les gusta el nombre de iPad, o cosas por el estilo. Hoy me he<br />
quedado un poco deprimido. Estas cosas te echan un poco para atrás.<br />
Sí que agradeció una l amada de felicitación que recibió ese día del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel.<br />
Sin embargo, también señaló en la cena que el presidente Obama no lo había l amado desde que ocupara su cargo en<br />
Washington D.C.<br />
<strong>La</strong>s críticas del público amainaron cuando el iPad salió a la venta en abril y la gente pudo hacerse con uno. Tanto Time<br />
como Newsweek lo sacaron en portada. «Lo<br />
más difícil de escribir acerca de los productos de Apple es que vienen envueltos en un montón de bombo publicitario —<br />
escribió Lev Grossman en Time—. El otro problema a la hora de escribir acerca de los productos de Apple es que en<br />
ocasiones todo ese bombo resulta ser cierto». Su principal crítica, bastante importante, era que «aunque resulta un<br />
dispositivo estupendo para consumir contenidos, no se esfuerza demasiado por facilitar su creación». Los ordenadores,<br />
especialmente el Macintosh, se habían convertido en herramientas que le permitían a la gente crear música, vídeos,<br />
páginas webs y blogs que podían subirse a internet para que todo el mundo los viera. «El iPad traslada el énfasis de la<br />
creación de contenidos a su mera absorción y manipulación. Te transforma, te convierte en el consumidor pasivo de las<br />
obras de arte de otras personas». Era una crítica que Jobs se tomó muy a pecho. Se propuso asegurarse de que la<br />
siguiente versión del iPad pusiera el acento en facilitar la creación artística por parte del usuario.<br />
<strong>La</strong> portada de Newsweek rezaba: «¿Qué tiene de genial el iPad? Todo». Daniel Lyons, que lo había fusilado con su<br />
comentario sobre Snooki durante la presentación, revisó sus opiniones. «Lo primero que me vino a la cabeza cuando vi a<br />
Jobs haciendo su demostración fue que no me parecía para tanto —escribió—. Tenía la pinta de una versión más grande<br />
del iPod touch, ¿verdad? Entonces tuve la oportunidad de utilizar un iPad y de pronto pensé: “Yo quiero uno”». Lyons, como<br />
muchos otros, se había dado cuenta de que aquel era el proyecto estrel a de Jobs, que representaba todo lo defendido por<br />
él. «Tiene una capacidad inquietante para crear dispositivos que no sabíamos que necesitábamos, pero sin los que, de<br />
pronto, ya no puedo vivir —escribió—. Un sistema cerrado puede ser la única forma de ofrecer el tipo de experiencia<br />
tecnozen que le ha dado a Apple su fama».<br />
<strong>La</strong> mayor parte de las discusiones sobre el iPad se centraban en el tema de si su integración completa era una idea bril<br />
ante o la causa de su futura condenación. Google estaba comenzando a desempeñar una función similar a la de Microsoft<br />
en la década de los ochenta, al ofrecer una plataforma para dispositivos móviles, Android, que era abierta y por tanto<br />
podían utilizar todos los fabricantes de hardware. Fortune organizó un debate sobre el asunto en sus páginas. «No hay<br />
excusas para cerrarse», escribió Michael Copeland. Sin embargo, su colega Jon Fortt le replicó: «Los sistemas cerrados<br />
tienen mala reputación, pero funcionan fantásticamente bien y los usuarios se benefician de el o. Probablemente no haya<br />
nadie en el mundo de la tecnología que lo haya demostrado más fehacientemente que Steve Jobs. Al unir el hardware, el<br />
software y los servicios y controlarlos muy de cerca, Apple consigue todo el tiempo adelantarse a sus rivales y presentar<br />
productos con un acabado muy cuidado». Ambos coincidieron en que el iPad iba a representar la prueba más clara al<br />
respecto desde la creación del primer Macintosh. «Apple ha l evado su reputación de obsesos por el control a un nuevo<br />
nivel con el chip A4 que utiliza el aparato —escribió Fortt—. Ahora Cupertino tiene la última palabra sobre el silicio, el<br />
dispositivo, el sistema operativo, las aplicaciones y el sistema de pago».<br />
Jobs acudió a la tienda Apple de Palo Alto poco antes del mediodía del 5 de abril, fecha en la que salió a la venta el iPad.<br />
Daniel Kottke —su alma gemela durante sus días de consumo de LSD en Reed y en su primera época de Apple, que ya no<br />
le guardaba rencor por no haber recibido opciones de compra de acciones como fundador de la empresa— se aseguró de<br />
estar al í. «Habían pasado quince años y quería verlo otra vez —relató Kottke—. Lo agarré y le dije que iba a utilizar el iPad<br />
para las letras de mis canciones. Él estaba de muy buen humor y mantuvimos una agradable charla después de tantos<br />
años». Powel y su hija menor, Eve, los miraban desde una esquina de la tienda.<br />
Wozniak, que durante mucho tiempo había defendido un hardware y un software lo más abiertos posible, siguió matizando<br />
aquel a opinión. Como en muchas otras<br />
ocasiones, se quedó despierto toda la noche junto a los demás entusiastas que hacían cola esperando la apertura de la<br />
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