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La Biografia, Juan Mancera

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El Apple II<br />

El amanecer de una nueva era<br />

UN PAQUETE INTEGRADO<br />

Cuando Jobs salió del recinto de la feria, se dio cuenta de que Paul Terrel , de la Byte Shop, tenía razón: los ordenadores<br />

personales debían venir en un paquete completo. Decidió que el siguiente Apple necesitaba tener su buena carcasa, un<br />

teclado conectado y estar totalmente integrado, desde la fuente de alimentación hasta el software pasando por la pantal a.<br />

«Mi objetivo era crear el primer ordenador completamente preparado —recordaba—. Ya no estábamos tratando de l egar a<br />

un puñado de aficionados a la informática a los que les gustaba montar sus propios ordenadores, y comprar<br />

transformadores y teclados. Por cada uno de el os había un mil ar de personas deseosas de que la máquina estuviera lista<br />

para funcionar».<br />

En su habitación de hotel, ese puente del Día del Trabajo de 1976 Wozniak trabajaba en el prototipo del nuevo aparato —<br />

que pasó a l amarse Apple II—, el que Jobs esperaba que los l evara a un nuevo nivel. Solo sacaron el prototipo en una<br />

ocasión, a altas horas de la noche, para probarlo en un proyector de televisión en color de una de las salas de conferencias.<br />

Wozniak había descubierto una ingeniosa manera de hacer que los chips empleados generasen colores, y quería saber si<br />

funcionaría proyectado sobre una pantal a como las del cine. «Supuse que un proyector tendría un circuito de colores<br />

diferente que bloquearía el método diseñado por mí — comentó—. Pero conecté el Apple II a aquel proyector y funcionó<br />

perfectamente». Mientras iba tecleando, aparecieron líneas y volutas l enas de color en la pantal a situada en el otro<br />

extremo de la sala. <strong>La</strong> única persona ajena a Apple que vio aquel primer prototipo fue un empleado del hotel. Aseguró que,<br />

después de haberle echado un vistazo a todas las máquinas, esa era la que él se compraría.<br />

Para producir el Apple II completo hacían falta importantes cantidades de capital, así que consideraron la posibilidad de<br />

venderle los derechos a una compañía de<br />

mayor tamaño. Jobs fue a ver a Al Alcorn y le pidió que le dejara presentar el producto a los directores de Atari. Organizó<br />

una reunión con el presidente de la compañía, Joe Keenan, que era mucho más conservador que Alcorn y Bushnel . «Steve<br />

se dispuso a presentarle el producto, pero Joe no podía soportarlo — recordaba Alcorn—. No le hizo gracia la higiene de<br />

Steve». Jobs, que iba descalzo, en un momento dado puso los pies encima de la mesa. «¡No solo no vamos a comprar este<br />

cacharro —gritó Keenan—, sino que vas a quitar los pies de mi mesa!». Alcorn recuerda que pensó: «Bueno, se acabó lo<br />

que se daba».<br />

En septiembre Chuck Peddle, de la compañía de ordenadores Commodore, visitó la casa de Jobs para una presentación<br />

del producto. «Abrimos el garaje de Steve<br />

para que entrase la luz del sol, y él l egó vestido con traje y un sombrero de vaquero», recordaba Wozniak. A Peddle le<br />

encantó el Apple II, y montó una presentación para sus jefes unas semanas más tarde en la sede central de Commodore.<br />

«Es probable que queráis comprarnos por unos cuantos cientos de miles de dólares», afirmó Jobs cuando l egaron al í.<br />

Wozniak recuerda que quedó desconcertado ante aquel a «ridícula» sugerencia, pero Jobs se mantuvo en sus trece. Los<br />

jefazos de Commodore l amaron unos días más tarde para informarles de su decisión: les resultaría más barato construir<br />

sus propias máquinas. A Jobs aquel o no le sentó mal. Había inspeccionado las instalaciones de Commodore y había<br />

sacado la conclusión de que sus jefes «no tenían buena pinta». Wozniak no lamentó el dinero perdido, pero su sensibilidad<br />

de ingeniero se vio herida cuando la compañía sacó al mercado el Commodore PET nueve meses más tarde. «Aquel o me<br />

puso algo enfermo — afirmó—. Habían sacado un producto que, por las prisas, era una basura. Podrían haber tenido a<br />

Apple».<br />

Aquel breve coqueteo con Commodore sacó a la superficie un conflicto potencial entre Jobs y Wozniak: ¿estaba realmente<br />

igualada la aportación de ambos a Apple y lo que debían obtener a cambio? Jerry Wozniak, que valoraba a los ingenieros<br />

muy por encima de los empresarios y los vendedores, pensaba que la mayor parte de los beneficios debían corresponder a<br />

su hijo. Y así se lo dijo a Jobs cuando este fue a verle a su casa. «No te mereces una mierda —acusó a Jobs—. Tú no has<br />

producido nada». Jobs comenzó a l orar, lo que no resultaba inusual. Nunca había sido, ni sería, partidario de contener sus<br />

emociones. Jobs le dijo a Wozniak que estaba dispuesto a disolver la sociedad. «Si no vamos al cincuenta por ciento —le<br />

dijo a su amigo— puedes quedarte con todo». Wozniak, sin embargo, comprendía mejor que su padre la simbiosis entre<br />

ambos. Si no hubiera sido por Jobs, tal vez seguiría en las reuniones del Homebrew Club, repartiendo gratis los esquemas<br />

de sus circuitos. Era Jobs quien había convertido su genio obsesivo en un negocio floreciente, al igual que había hecho con<br />

la caja azul. Estuvo de acuerdo en que debían seguir siendo socios.<br />

Aquel a fue una decisión inteligente. Lograr que el Apple II tuviera éxito requería algo más que las increíbles habilidades de<br />

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