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La Biografia, Juan Mancera

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<strong>La</strong> construcción del Mac<br />

El viaje es la recompensa<br />

COMPETENCIA<br />

Cuando IBM presentó su ordenador personal en agosto de 1981, Jobs le ordenó a su equipo que compraran uno y lo<br />

diseccionaran. El consenso general fue que era una porquería. Chris Espinosa lo denominó «un intento torpe y tril ado», y<br />

había algo de cierto en aquel a afirmación. Utilizaba viejas instrucciones de línea de comandos y una pantal a con<br />

caracteres en lugar de una presentación gráfica en mapa de bits. A Apple se le subió a la cabeza, y no se dieron cuenta de<br />

que los directores tecnológicos de las empresas quizá se sintieran más seguros comprando sus productos a una compañía<br />

establecida como IBM en lugar de a otra que había tomado su nombre de una fruta. Bil Gates estaba precisamente<br />

visitando la sede de Apple para asistir a una reunión el día en que anunciaron la presentación del ordenador personal de<br />

IBM. «No parecía importarles —aseguró—. Tardaron un año en darse cuenta de lo que había sucedido».<br />

Un ejemplo de su chulería fue el anuncio a toda página que Apple insertó en el Wall Street Journal con el mensaje:<br />

«Bienvenidos, IBM. En serio». Aquel a era una<br />

astuta manera de presentar la futura batal a informática como un enfrentamiento cara a cara entre la valiente y rebelde<br />

Apple y el coloso del establishment, IBM. Además, conseguía relegar a una posición irrelevante a empresas como<br />

Commodore, Tandy y Osborne, que estaban teniendo tanto éxito como Apple.<br />

A lo largo de su carrera, a Jobs siempre le gustó verse a sí mismo como un rebelde iluminado que debía enfrentarse a<br />

imperios malvados, como un guerrero jedi o un<br />

samurái budista que se enfrenta a las fuerzas de la oscuridad. IBM era su oponente perfecto. Tuvo la inteligencia de<br />

presentar la inminente batal a no como una mera competición entre empresas, sino como una lucha espiritual. «Si por el<br />

motivo que sea cometemos una serie de enormes errores e IBM vence en esta carrera, creo personalmente que vamos a<br />

entrar en una especie de Edad Oscura de la informática durante los próximos veinte años —le dijo a un entrevistador—.<br />

Cada vez que IBM se hace con el control de un sector del mercado, casi siempre se detiene cualquier innovación». Incluso<br />

treinta años después, al reflexionar sobre la competencia de aquel a época, Jobs la interpreta como una cruzada santa:<br />

«IBM era, básicamente, la peor versión posible de Microsoft. No eran una fuerza de innovación; eran una fuerza del mal.<br />

Eran como lo que son ahora AT&T, Microsoft o Google».<br />

Desgraciadamente para Apple, Jobs también dirigió sus ataques a otro oponente en potencia para su Macintosh, el Lisa, de<br />

su misma empresa. En parte era un asunto psicológico. Lo habían expulsado de aquel grupo y ahora quería vencerlo. Jobs<br />

también interpretaba la sana rivalidad como una forma de motivar a sus tropas. Por eso apostó 5.000 dólares con John<br />

Couch a que el Mac saldría al mercado antes que el Lisa. El problema l egó cuando la rivalidad dejó de ser tan sana. Jobs<br />

presentó en repetidas ocasiones a su grupo de ingenieros como a los chicos más modernos del barrio, a diferencia de los<br />

anticuados ingenieros l egados de Hewlett-Packard que trabajaban en el Lisa.<br />

Pero, más importante aún, cuando se apartó del plan previsto por Jef Raskin para construir un aparato económico, portátil y<br />

de poca potencia y reinventó el Mac<br />

como una máquina de escritorio con una interfaz gráfica de usuario, lo convirtió en una versión del Lisa a menor escala que<br />

probablemente iba a arrebatarle una importante cuota de mercado. Este hecho quedó probado de manera fehaciente<br />

cuando Jobs presionó a Burrel Smith para que diseñara el Mac con el microprocesador Motorola 68000 y él lo hizo de forma<br />

que el Mac resultaba ser más rápido incluso que el Lisa.<br />

<strong>La</strong>rry Tesler, que se encargaba de las aplicaciones para el Lisa, se dio cuenta de que era importante diseñar ambas<br />

máquinas de forma que emplearan muchos de los<br />

mismos programas informáticos, así que, para calmar las aguas, dispuso que Smith y Hertzfeld fueran a la oficina donde se<br />

trabajaba con el Lisa para demostrar cómo funcionaba su prototipo del Mac. Al í se reunieron veinticinco ingenieros, y todos<br />

se encontraban escuchando educadamente cuando, hacia la mitad de la presentación, la puerta se abrió de par en par. Era<br />

Rich Page, un ingeniero de carácter imprevisible y responsable de gran parte del diseño del Lisa. «¡El Macintosh va a<br />

destruir al Lisa! —gritó—. ¡El Macintosh va a arruinar a Apple!». Ni Smith ni Hertzfeld respondieron, así que Page continuó<br />

con su perorata. «Jobs quiere destruir al Lisa porque no le permitimos que lo controlase —afirmó, y parecía estar a punto<br />

de echarse a l orar—. ¡Nadie va a comprarse un Lisa porque saben que el Mac está a punto de salir! ¡Pero eso a vosotros<br />

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