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elementos —el dispositivo electrónico, el<br />
ordenador, el software, las aplicaciones, el FireWire— se hal aban firmemente integrados. «Aquel o me hizo creer con<br />
mayor firmeza en la idea de las soluciones integradas de principio a fin», recordaba.<br />
<strong>La</strong> bel eza de aquel a revelación residía en que solo había una compañía en posición de ofrecer aquel conjunto integral.<br />
Microsoft escribía software, Del y Compaq fabricaban hardware, Sony producía muchos aparatos digitales, y Adobe<br />
desarrol aba numerosas aplicaciones, pero solo Apple se ocupaba de todas aquel as cosas.<br />
«Somos la única empresa que cuenta con todo el paquete: el hardware, el software y el sistema operativo —le explicó a<br />
Time—. Podemos asumir la responsabilidad<br />
completa de la experiencia del usuario. Podemos lograr lo que otros no pueden».<br />
<strong>La</strong> primera incursión de Apple en su estrategia del centro digital fue el vídeo. Con FireWire podías transferir tus vídeos al<br />
Mac, y con iMovie podías editarlo para crear una obra maestra. ¿Y luego qué? Querrás grabar algún DVD para que tú y tus<br />
amigos podáis verlo en un televisor. «Pasamos mucho tiempo trabajando con los fabricantes de grabadoras para que<br />
crearan una unidad destinada al gran público que permitiera la grabación de un DVD —comentó Jobs—. Fuimos los<br />
primeros en producir algo así». Como de costumbre, Jobs se centraba en lograr que el producto fuera lo más sencil o<br />
posible para el usuario, la clave de su éxito. Mike Evangelist, que trabajó en diseño de software en Apple, recordaba como<br />
le presentó a Jobs una primera visión de la interfaz. Tras echarles un vistazo a un puñado de imágenes, Jobs se levantó de<br />
un salto, cogió un rotulador y dibujó un sencil o rectángulo en una pizarra. «Aquí está la nueva aplicación —anunció—.<br />
Tiene una ventana. Se arrastra el vídeo a la ventana. A continuación se pulsa el botón que dice: “Grabar”. Ya está. Eso es<br />
lo que vamos a hacer». Evangelist estaba anonadado, pero aquel fue el camino que l evó a la sencil ez del programa iDVD.<br />
Jobs l egó incluso a colaborar en el diseño del icono del botón «Grabar».<br />
Jobs sabía que la fotografía digital era un campo a punto de florecer, así que Apple desarrol ó también la forma de hacer<br />
que el ordenador se convirtiera en el organizador de las imágenes personales. Sin embargo, durante el primer año al<br />
menos, dejó de lado una oportunidad fabulosa: Hewlett-Packard y otros fabricantes estaban creando una unidad capaz de<br />
grabar discos de música, pero Jobs insistía en que Apple debía centrarse en los formatos de vídeo y no en los de audio.<br />
Además, su gran insistencia en que el iMac se deshiciera de la bandeja de los discos compactos y empleara un sistema<br />
más elegante, con ranura, implicaba ser incompatible con las novedosas grabadoras de CD, creadas en un primer<br />
momento para el formato de bandeja. «Perdimos el tren en aquel a ocasión —recordaba—, así que necesitábamos<br />
alcanzar al resto a toda velocidad».<br />
El sel o de una compañía innovadora no solo radica en ser la primera presentando nuevas ideas. También tiene que saber<br />
cómo dar un salto cualitativo cuando se encuentra en una posición de desventaja.<br />
ITUNES<br />
A Jobs no le hizo falta mucho tiempo para darse cuenta de que la música iba a representar una parte inmensa del negocio.<br />
<strong>La</strong> gente pasaba música a sus ordenadores desde los discos, o se la descargaba a través de los servicios de intercambio<br />
de archivos, como Napster. Para el año 2000, la estaban grabando en discos vírgenes con un total frenesí. Ese año, el<br />
número de discos compactos vírgenes vendidos en Estados Unidos fue de 320 mil ones. Solo había 281 mil ones de<br />
personas en el país. Eso significaba que había gente muy metida en el tema de la grabación de discos, y Apple no estaba<br />
ofreciéndoles ningún servicio. «Me sentí como un estúpido —le dijo Jobs a Fortune—. Pensé que habíamos perdido aquel<br />
tren. Tuvimos que esforzarnos mucho para ponernos al día».<br />
Jobs añadió una grabadora de CD al iMac, pero aquel o no era suficiente. Su objetivo era lograr que fuera sencil o pasar la<br />
música desde un disco al ordenador para grabar las mezclas deseadas. Otras empresas ya estaban creando programas<br />
para l evar a cabo estas funciones, pero eran pesadas y complejas. Uno de los talentos de Jobs había sido siempre un<br />
buen ojo para detectar sectores del mercado l enos de productos mediocres. Les echó un vistazo a las aplicaciones<br />
disponibles en aquel momento, entre las que se encontraban Real Jukebox, Windows Media Player y otra que Hewlett-<br />
Packard incluía con su grabadora de CD, y l egó a una conclusión.<br />
«Eran tan complicadas que solo un genio sería capaz de manejar la mitad de sus funciones», afirmó.<br />
En aquel momento entró en escena Bil Kincaid. Este antiguo ingeniero de software de Apple iba conduciendo hacia una<br />
pista de carreras en Wil ows, en California, para participar en la competición con su deportivo Formula Ford, y mientras (de<br />
forma algo incongruente) escuchaba la National Public Radio. Era un reportaje sobre un reproductor de música portátil l<br />
amado Rio que empleaba un formato digital l amado MP3. Le l amó la atención una frase del periodista en la que decía algo<br />
así como: «Que los usuarios de Mac no se emocionen, porque no va a ser compatible con sus ordenadores». Kincaid se<br />
dijo: «¡Ja! ¡Yo puedo arreglar eso!».<br />
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