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La Biografia, Juan Mancera

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hubiera hecho que su ego creciera aún más», afirmó Scott. A Jobs le dio un berrinche, e incluso se echó a l orar. Al final<br />

propuso una solución: él podía tener el número 0. Scott cedió, al menos en lo referente a sus tarjetas de identificación, pero<br />

el Bank of America necesitaba un entero positivo para su programa de nóminas, y al í Jobs siguió siendo el número 2.<br />

Existía un desacuerdo fundamental que iba más al á de la vanidad personal. Jay El iot, que fue contratado por Jobs tras un<br />

encuentro fortuito en un restaurante, señaló un rasgo destacado de su antiguo jefe: «Su obsesión es la pasión por el<br />

producto, la pasión por la perfección del producto». Mike Scott, por su parte, nunca permitió que la búsqueda de la<br />

perfección tuviera prioridad sobre el pragmatismo. El diseño de la carcasa del Apple II fue uno de los muchos ejemplos. <strong>La</strong><br />

compañía Pantone, a la que Apple recurría para especificar los colores de sus cubiertas plásticas, contaba con más de dos<br />

mil tonos de beis. «Ninguno de el os era suficientemente bueno para Steve —se maravil ó Scott—. Quería crear un tono<br />

diferente, y yo tuve que pararle los pies». Cuando l egó la hora de fijar el diseño de la carcasa, Jobs se pasó días<br />

angustiado acerca de cómo de redondeadas debían estar las esquinas. «A mí no me importaba lo redondeadas que<br />

estuvieran —comentó Scott—. Yo solo quería que se tomara la decisión». Otra disputa tuvo que ver con las mesas de<br />

montaje. Scott quería un gris estándar, y Jobs insistió en pedir mesas de color blanco nuclear hechas a medida. Todo aquel<br />

o desembocó finalmente en un enfrentamiento ante Markkula acerca de si era Jobs o Scott quien podía firmar los pedidos.<br />

Markkula se puso de parte de Scott. Jobs también insistía en que Apple fuera diferente en la manera de tratar a sus<br />

clientes: quería que el Apple II incluyera una garantía de un año. Aquel o dejó boquiabierto a Scott, porque la garantía<br />

habitual era de noventa días. Una vez más, Jobs prorrumpió en sol ozos durante una de sus discusiones acerca del tema.<br />

Dieron un paseo por el aparcamiento para calmarse, y Scott decidió ceder en este punto.<br />

Wozniak comenzó a molestarse ante la actitud de Jobs. «Steve era demasiado duro con la gente —afirmó—. Yo quería que<br />

nuestra empresa fuera como una familia en la que todos nos divirtiéramos y compartiésemos lo que estuviéramos<br />

haciendo». Jobs, por su parte, opinaba que Wozniak sencil amente se negaba a madurar. «Era muy infantil —comentó—.<br />

Había escrito una versión estupenda de BASIC, pero nunca lograba sentarse a escribir la versión de BASIC con coma<br />

flotante que necesitábamos, así que al final tuvimos que hacer un trato con Microsoft. No se centraba».<br />

Sin embargo, por el momento los choques entre ambas personalidades eran manejables, principalmente porque a la<br />

compañía le iba muy bien. Ben Rosen, el analista que con sus boletines creaba opinión en el mundo tecnológico, se<br />

convirtió en un entusiasta defensor del Apple II. Un desarrol ador independiente diseñó la primera hoja de cálculo con un<br />

programa de economía doméstica para ordenadores personales, VisiCalc, y durante un tiempo solo estuvo disponible para<br />

el Apple II, lo que convirtió al ordenador en algo que las empresas y las familias podían comprar de forma justificada. <strong>La</strong><br />

empresa comenzó a atraer a nuevos inversores influyentes. Arthur Rock, el pionero del capital riesgo, no había quedado<br />

muy impresionado en un primer momento, cuando Markkula envió a Jobs a verlo. «Tenía unas pintas como si acabara de<br />

regresar de ver a ese gurú suyo de la India —recordaba Rock—, y olía en consonancia». Sin embargo, después de ver el<br />

Apple II, decidió invertir en el o y se unió al consejo de administración.<br />

El Apple II se comercializó, en varios modelos, durante los siguientes dieciséis años, con unas ventas de cerca de seis mil<br />

ones de unidades. Aquel a, más que<br />

ninguna otra máquina, impulsó la industria de los ordenadores personales. Wozniak merece el reconocimiento por haber<br />

diseñado su impresionante placa base y el software que la acompañaba, lo que representó una de las mayores hazañas de<br />

la invención individual del siglo. Sin embargo, fue Jobs quien integró las placas de Wozniak en un conjunto atractivo, desde<br />

la fuente de alimentación hasta la elegante carcasa. También creó la empresa que se levantó en torno a las máquinas de<br />

Wozniak. Tal y como declaró posteriormente Regis McKenna: «Woz diseñó una gran máquina, pero todavía seguiría<br />

arrinconada en las tiendas para aficionados a la electrónica de no haber sido por Steve Jobs». Sin embargo, la mayoría de<br />

la gente consideraba que el Apple II era una creación de Wozniak. Aquel o motivó a Jobs a ir en pos del siguiente gran<br />

avance, uno que pudiera considerar totalmente suyo.<br />

Chrisann y Lisa<br />

El que ha sido abandonado...<br />

Desde que vivieron juntos en una cabaña durante el verano siguiente a su salida del instituto, Chrisann Brennan había<br />

estado entrando y saliendo de la vida de Jobs. Cuando este regresó de la India en 1974, pasaron un tiempo juntos en la<br />

granja de Robert Friedland. «Steve me invitó a acompañarlo, y éramos jóvenes y libres y l evábamos una vida relejada —<br />

recordaba—. Al í había una energía que me l egó al corazón».<br />

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