Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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La cena estaba terminada.<br />
Los platos habían sido excelentes, los vinos exquisitos, Rogers había <strong>se</strong>rvido la mesa<br />
admirablemente.<br />
Todos estaban de buen humor y las lenguas empezaban a desatar<strong>se</strong>. El juez Wargrave,<br />
dulcificado por el delicioso vino de oporto, era espiritual e irónico; el doctor Armstrong y<br />
Tony Marston le escuchaban con placer.<br />
Miss Brent hablaba con el general MacArthur; habían encontrado amigos comunes. Vera<br />
Claythorne le sometía a mister Davis cuestiones pertinentes al África del Sur, tema que<br />
mister Davis conocía a fondo.<br />
Lombard <strong>se</strong>guía esta conversación. Una o dos veces levantó los ojos bruscamente y sus<br />
párpados <strong>se</strong> encogieron. <strong>De</strong> vez en cuando miraba discretamente alrededor de la mesa y<br />
estudiaba a los otros comensales.<br />
<strong>De</strong> repente Marston exclamó:<br />
—Son raras estas estatuillas, ¿verdad?<br />
En el centro de la mesa redonda, sobre una bandeja de cristal estaban colocadas unas<br />
figurillas de porcelana.<br />
—Negros —dijo Tony—. La isla del Negro. <strong>De</strong> ahí es de donde viene la idea, supongo.<br />
Vera <strong>se</strong> inclinó hacia delante.<br />
—En efecto, es divertido. ¿Cuántos son? ¿<strong>Diez</strong>?<br />
—Sí... hay diez.<br />
Vera exclamó:<br />
—Son graciosos. Son los diez <strong>negritos</strong> de la canción de cuna; en mi cuarto está en un<br />
cuadro, suspendido sobre la chimenea.<br />
—En mi cuarto también —dijo Lombard.<br />
—En el mío también.<br />
—Y en el mío.<br />
Todo el mundo hizo coro.<br />
—La idea no es vulgar —dijo Vera.<br />
El juez Wargrave gruñó:<br />
—<strong>De</strong>cid mejor es infantil.<br />
<strong>De</strong>spués <strong>se</strong> sirvió oporto.<br />
Emily Brent lanzó una mirada a Vera, que respondió con una inclinación de cabeza y las<br />
dos <strong>se</strong> levantaron. Hasta el salón con las ventanas abiertas que daban sobre la terraza, les<br />
llegaba el ruido de las olas rompiendo en las rocas.<br />
—Me encanta escuchar el murmullo del mar —indicó Emily Brent.<br />
—A mí me horroriza —contestó Vera con voz <strong>se</strong>ca.<br />
Miss Brent le miró sorprendida. Vera enrojeció y añadió conteniendo su emoción:<br />
—No <strong>se</strong>rá agradable estar aquí un día de tempestad.<br />
—La casa debe de estar cerrada durante el invierno —dijo miss Brent—. Los criados<br />
rehusarán quedar<strong>se</strong> aquí.<br />
Vera murmuró:<br />
—No importa la época; debe <strong>se</strong>r difícil encontrar personas que quieran vivir en una isla.<br />
Emily Brent hizo esta reflexión:<br />
—Mistress Oliver puede <strong>se</strong>ntir<strong>se</strong> contenta de haber encontrado este matrimonio de<br />
<strong>se</strong>rvidores; la mujer es una excelente cocinera.<br />
«Es fantástico la forma con que estas solteronas equivocan los nombres», pensó Vera.<br />
Y añadió con voz clara y lenta:<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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