Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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<strong>De</strong>spués del desayuno, miss Brent invitó a Vera a subir a lo alto de la isla para vigilar la<br />
llegada del barco. Y Vera aceptó.<br />
El viento había cambiado y era más fresco. Crestas de espuma aparecían en el mar. En el<br />
horizonte no <strong>se</strong> veía ninguna barca de pesca... y ni la menor <strong>se</strong>ñal de la canoa.<br />
El pueblo de Sticklehaven era invisible, no <strong>se</strong> divisaban sino los rojizos acantilados que lo<br />
dominaban y ocultaban la pequeña bahía.<br />
Emily Brent dijo:<br />
—Parecíame que el hombre que nos trajo ayer era bastante formal; es verdaderamente raro<br />
que <strong>se</strong> retra<strong>se</strong> tanto esta mañana.<br />
Vera no respondió, trataba de reprimir su nerviosismo y pensaba:<br />
«<strong>De</strong>bo con<strong>se</strong>rvar mi sangre fría; en este momento no me conozco, acostumbro tener más<br />
valor.»<br />
Al cabo de un instante, dijo en voz alta:<br />
—<strong>De</strong><strong>se</strong>o ver llegar esta canoa, pues quiero marcharme de aquí.<br />
La vieja, sobresaltada, exclamó:<br />
—Todos de<strong>se</strong>amos marcharnos de esta isla —añadió <strong>se</strong>camente miss Brent.<br />
—íEsta aventura es tan fantástica! No <strong>se</strong> comprende nada —suspiró Vera.<br />
La vieja solterona volvió a hablar:<br />
—Me he dejado engañar muy fácilmente; esta carta es absurda, si <strong>se</strong> toma uno la molestia<br />
de examinarla detenidamente. Pero cuando la recibí no tuve la menor sospecha.<br />
—Lo comprendo muy bien —murmuró Vera.<br />
—No <strong>se</strong> desconfía bastante en la vida.<br />
Vera lanzó un largo suspiro y le preguntó:<br />
—¿Piensa usted de veras lo que dijo durante el desayuno?<br />
—Sea un poco más precisa. ¿A qué hace alusión?<br />
—¿Cree usted verdaderamente que Rogers y su mujer dejaron morir a su <strong>se</strong>ñora? —<br />
preguntó Vera en voz baja.<br />
Miss Brent miró largamente al mar y dijo.<br />
—Personalmente estoy convencida. Y usted, ¿qué opina?<br />
—No sé qué pensar.<br />
—Todo parece confirmar mi idea. La forma en que <strong>se</strong> desvaneció la criada en el momento<br />
en que su marido dejaba caer la bandeja con el <strong>se</strong>rvicio de café. Recuérdelo. <strong>De</strong>spués, las<br />
explicaciones de Rogers... sonaban a falso. ¡<strong>De</strong>sde luego, para mí son culpables, sin duda<br />
alguna!<br />
Vera encareció:<br />
—Esa pobre mujer parecía tener miedo de su sombra; jamás he visto una cara de terror<br />
como la suya. Los remordimientos debían per<strong>se</strong>guirla...<br />
—Me acuerdo de un texto que había en un marco colgado de mi cuarto de niña —<br />
murmuró miss Brent—. «Ten por <strong>se</strong>guro que tus pecados te remorderán.» Es la mayor<br />
verdad, nadie escapa a su propia conciencia.<br />
Vera, que estaba <strong>se</strong>ntada en una roca, <strong>se</strong> puso precipitadamente en pie.<br />
—Miss Brent... miss Brent... en este caso...<br />
—¿Qué?<br />
—¿Los otros? ¿Qué me dice usted?<br />
—No comprendo lo que puede significar.<br />
—¿Todas las demás acusaciones <strong>se</strong>rían falsas? Si la voz decía la verdad referente a los<br />
esposos Rogers...<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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