Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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—Nada —respondió el doctor.<br />
—Usted afirma que no bebió nada, ¿ni siquiera una taza de té, un vaso de agua?<br />
—Apostaría a que bebió una taza de té; es el remedio corriente de esta gente.<br />
—Rogers sostiene que no tomó nada.<br />
—¡Claro! Puede decir lo que quiera —replicó Blove de una manera tan rara que el doctor<br />
<strong>se</strong> le quedó mirando.<br />
—Entonces, ¿ésta es su opinión? —preguntó Philip Lombard.<br />
—¿Por qué no? —añadió Blove—. Anoche escuchamos todos esa acusación. No puede <strong>se</strong>r<br />
más que una broma de un loco, ¡pero quién sabe! Supongamos por un momento que <strong>se</strong>a<br />
verdad que Rogers y su mujer dejaron morir a la vieja; ellos <strong>se</strong> creían <strong>se</strong>guros y <strong>se</strong><br />
felicitaban por su buena suerte.<br />
Vera le interrumpió:<br />
—La <strong>se</strong>ñora Rogers no parecía muy tranquila.<br />
Muy enfadado por esta interrupción, Blove miró a la joven como si quisiera decirle:<br />
«Todas son iguales», y continuó:<br />
—Puede <strong>se</strong>r; de todas formas, ni Rogers ni su mujer <strong>se</strong> creían en peligro hasta anoche que<br />
<strong>se</strong> descubrió el enredo. ¿Qué pasó entonces? La mujer <strong>se</strong> desvaneció y perdió el<br />
conocimiento. ¿Se fijaron ustedes en el cuidado que tuvo su marido en no dejarla cuando<br />
volvió en sí? Había algo más que solicitud conyugal. Temía que revela<strong>se</strong> sus <strong>se</strong>cretos. Y he<br />
ahí donde estamos. Los dos han cometido un crimen, y ahora, si <strong>se</strong> les descubría, ¿qué<br />
pasaría? Pues hay nueve posibilidades contra diez de que la mujer <strong>se</strong> delatara; no tendría<br />
valor para <strong>se</strong>guir mintiendo hasta el final, y ello era un peligro para su marido; y éste tiene<br />
valor suficiente para callar para siempre, pero no <strong>se</strong> fía de su mujer. Si ella hablaba, él corría<br />
el riesgo de <strong>se</strong>r ahorcado. ¿Qué cosa más natural que poner un veneno en la taza de té y<br />
cerrar así para siempre la boca de su mujer?<br />
—Pero ¡si no había ninguna taza vacía en el cuarto! Me a<strong>se</strong>guré yo mismo —objetó el<br />
doctor.<br />
—Eso es lo natural —dijo Blove—. En cuanto tomó el brebaje, el primer cuidado del<br />
marido fue llevar<strong>se</strong> la taza y el platillo comprometedores y lavarlos, <strong>se</strong>guramente.<br />
Hubo una pausa y fue el general MacArthur el que habló después.<br />
—Me parece imposible que un hombre pueda obrar así con su mujer.<br />
—Cuando un hombre siente que su vida peligra, el cariño nada tiene que ver —respondió<br />
Blove.<br />
En este momento la puerta <strong>se</strong> abrió y entró Rogers. Mirando la mesa y a los invitados les<br />
preguntó:<br />
—¿Quieren que les sirva alguna otra cosa? Perdónenme si no había bastante asado, pero<br />
nos queda muy poco pan y el de hoy todavía no lo han traído.<br />
—¿A qué hora suele venir la canoa? —preguntó el juez.<br />
—<strong>De</strong> siete a ocho, <strong>se</strong>ñor. A veces, pasadas las ocho. Me pregunto lo que le habrá pasado a<br />
Fred, pues si estuviera enfermo enviaría a su hermano.<br />
—¿Qué hora es, pues? —preguntó Lombard.<br />
—Las diez menos diez, <strong>se</strong>ñor.<br />
Philip Lombard movió ligeramente la cabeza. Rogers esperó un instante.<br />
Bruscamente, el general le dijo con voz emocionada:<br />
—Siento muchísimo lo ocurrido con su mujer. El doctor nos lo acaba de contar.<br />
—Ya ve, <strong>se</strong>ñor... <strong>se</strong> lo agradezco mucho. Llevó<strong>se</strong> la fuente del jamón, ya vacía, y salió del<br />
comedor.<br />
<strong>De</strong> nuevo <strong>se</strong> hizo el silencio.<br />
Fuera, en la terraza, Philip Lombard decía:<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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