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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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2<br />

<strong>De</strong>lante de la estación de Oakbridge había un grupo de personas esperando. Tras ellos<br />

estaban los mozos de las maletas.<br />

Uno de ellos llamó:<br />

—¡Jim!<br />

El chófer de uno de los taxis estacionados <strong>se</strong> adelantó y preguntó con el dulce acento de<br />

<strong>De</strong>von:<br />

—¿Van ustedes, sin duda alguna, a la isla del Negro?<br />

Cuatro voces respondieron afirmativamente, y los viajeros <strong>se</strong> miraron entre sí. El chófer <strong>se</strong><br />

dirigió al de más edad, que era el juez Wargrave.<br />

—Tenemos dos taxis a su disposición. Uno de ellos debe esperar el tren ómnibus que viene<br />

de Exeter dentro de cinco o <strong>se</strong>is minutos, pues otro <strong>se</strong>ñor llegará en e<strong>se</strong> tren. Quizás<br />

alguno de ustedes quiera esperar un poco, y de esa forma no irán tan apretados en el coche.<br />

Vera Claythorne, comprendiendo su deber de <strong>se</strong>cretaria, <strong>se</strong> apresuró a contestar:<br />

—Yo esperaré, si quieren.<br />

Su mirada y su voz ligeramente autoritarias dejaban entrever la cla<strong>se</strong> de su trabajo.<br />

Empleaba el mismo tono que si die<strong>se</strong> órdenes a sus alumnos en un partido de tenis.<br />

Miss Brent dijo <strong>se</strong>camente:<br />

—Gracias.<br />

El chófer había abierto la portezuela del taxi, y ella entró la primera, el juez la siguió. El<br />

capitán Lombard <strong>se</strong> atrevió.<br />

—Esperaré con miss...<br />

—...Claythorne —terminó Vera.<br />

—Yo me llamo Lombard, Philip Lombard.<br />

Los mozos apilaron sobre el taxi las maletas, y desde su interior el juez dijo amablemente:<br />

—Tenemos un tiempo espléndido.<br />

—En efecto.<br />

«Un <strong>se</strong>ñor muy viejo, pero muy distinguido —pensó—. Completamente diferente de las<br />

personas que <strong>se</strong> encuentran en las pensiones familiares de las playas baratas. Es evidente<br />

que los <strong>se</strong>ñores Oliver conocen la gente del gran mundo.»<br />

El juez Wargrave preguntó:<br />

—¿Conoce usted esta región de Inglaterra?<br />

—Conozco Cornualles y Torquay, pero es mi primera visita a esta región de <strong>De</strong>von.<br />

El juez añadió:<br />

—No importa, tampoco yo conocía esta región.<br />

El taxi <strong>se</strong> alejó.<br />

El chófer del otro coche preguntó a los dos viajeros que quedaban:<br />

—¿Quieren ustedes <strong>se</strong>ntar<strong>se</strong> en el coche en tanto esperan?<br />

Vera respondió con voz autoritaria:<br />

—<strong>De</strong> ninguna manera.<br />

Mister Lombard sonrió y dijo:<br />

—Este sitio soleado me gusta mucho, a menos que usted prefiera entrar en la estación.<br />

—¡Ah!, no, gracias. ¡Se siente uno tan dichoso de no estar en esos vagones recalentados!<br />

—Es cierto; viajar en tren con esta temperatura es lo más desagradable que hay.<br />

Vera añadió, por decir algo:<br />

—Esperemos que esto dure. Hablo del tiempo. ¡El verano en Inglaterra re<strong>se</strong>rva muchas<br />

sorpresas!<br />

Lombard hizo una pregunta desprovista de originalidad:<br />

—¿Conoce usted esta parte de Inglaterra?<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

9

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