Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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Philip Lombard <strong>se</strong> despertó al amanecer, como era su costumbre, apoyándo<strong>se</strong> sobre un<br />
codo, escuchó. El viento un tanto calmado soplaba aún, pero el ruido de la lluvia había<br />
cesado.<br />
A las ocho, el viento volvió a adquirir violencia, pero Lombard <strong>se</strong> había adormecido.<br />
A las nueve de la mañana, <strong>se</strong>ntado al borde de la cama, consultó su reloj, lo aplicó al oído y<br />
sus labios <strong>se</strong> abrieron descubriendo sus dientes en una sonrisa que evocaba una mueca de<br />
lobo y murmuró:<br />
«Hay que poner fin a todos estos crímenes.»<br />
A las diez menos veinticinco llamó a la puerta de Blove, cerrada con llave.<br />
El ex inspector de policía vino a abrirle con mil precauciones. Estaba todavía medio<br />
dormido y con los ojos cargados de sueño y los cabellos desgreñados.<br />
Lombard dijo con voz amable:<br />
—Veo que duerme usted como un lirón. Es indicio de una conciencia tranquila.<br />
—¿Qué pasa, pues?<br />
—¿No han venido a despertarle trayéndole el té? ¿Sabe usted la hora?<br />
Blove movió la cabeza hacia el despertador de la mesilla de noche.<br />
—Las diez menos veinte; no creí haber dormido tanto. ¿Dónde está Rogers?<br />
—Le responderé con la misma pregunta.<br />
—¿Qué dice usted?<br />
—Simplemente, que Rogers falta a la lista. No está ni en su cuarto ni en la cocina, y ni<br />
siquiera ha encendido la lumbre.<br />
Blove ahogó un juramento y profirió en voz alta:<br />
—¿Dónde demonios puede estar? Seguramente estará dando vueltas a la isla. Espere a que<br />
me vista. Mientras averigüe si los demás saben algo.<br />
Philip Lombard <strong>se</strong> dirigió hacia las puertas cerradas. Encontró levantado al doctor y casi<br />
vestido. Al juez Wargrave, como a Blove, le tuvo que despertar. Vera estaba disponiéndo<strong>se</strong><br />
a bajar, y en cuanto a miss Brent no estaba en su habitación.<br />
El reducido grupo inspeccionó la casa. El dormitorio de Rogers estaba vacío, la cama<br />
deshecha, la navaja, la brocha y el jabón estaban aún húmedos.<br />
—Rogers <strong>se</strong> ha levantado como siempre —dijo Lombard.<br />
En voz baja, Vera, tratando de ocultar su emoción, preguntó:<br />
—¿No creen que pueda estar oculto en algún rincón para espiarnos?<br />
—Amiga mía —contestó Lombard—, nada nos puede ya sorprender; haremos bien en<br />
resguardarnos hasta que le encontremos.<br />
—Opino que debe estar haciendo algo por la isla —replicó Armstrong.<br />
Blove, ya vestido, pero no afeitado, <strong>se</strong> les unió.<br />
—¿Dónde está miss Brent? ¿Otro misterio? —preguntó.<br />
Cuando llegaron al vestíbulo entraba por otra puerta Emily Brent; llevaba puesto un<br />
impermeable.<br />
—El mar sigue esta mañana con mucho oleaje —dijo—, y dudo que ningún barco pueda<br />
llegar hoy a la isla.<br />
Blove preguntó a la solterona:<br />
—¿Se ha pa<strong>se</strong>ado usted sola esta mañana? Es usted una incalificable imprudente.<br />
—Tranquilíce<strong>se</strong>, mister Blove; he andado con precauciones y con los ojos bien abiertos.<br />
—¿Ha visto usted a Rogers en algún sitio?<br />
—¿Rogers? —preguntó enarcando las cejas—. No, no le he visto esta mañana. ¿Por qué?<br />
Wargrave, correctamente vestido y muy bien afeitado, bajaba lentamente las escaleras. Se<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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