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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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«Hugo... Hugo... ¿Por qué está tan cerca de mí esta noche? ¿Dónde está ahora? No lo sé.<br />

Jamás lo sabré; ¡desapareció de mi vida tan bruscamente!»<br />

¿A qué remover recuerdos? Hugo absorbía todos sus pensamientos. Soñaba siempre con él;<br />

no le olvidaría jamás.<br />

Cornualles... las rocas negras... la arena tan fina... La buena <strong>se</strong>ñora Hamilton... el pequeño<br />

Ciryl que la cogía de la mano lloriqueando.<br />

«Quiero nadar hasta las rocas, miss Claythorne. ¿Por qué no me deja ir hasta allá?»<br />

Cada vez que levantaba los ojos veía a Hugo que la miraba.<br />

Por la noche, cuando el niño dormía, Hugo le rogaba que salie<strong>se</strong> con él.<br />

«Miss Claythorne, venga, daremos un pa<strong>se</strong>o.»<br />

«Si usted quiere...»<br />

El pa<strong>se</strong>o clásico por la playa... a la luz de la luna... el aire templado del Atlántico. Hugo la<br />

cogía por la cintura.<br />

«La quiero, Vera. ¡Si usted supie<strong>se</strong> cuánto la quiero! —Ella lo sabía, o al menos creía<br />

saberlo—. No me atrevo a pedir su mano... no tengo dinero, sólo el justo para ir mal<br />

viviendo. Sin embargo, durante tres me<strong>se</strong>s tuve la esperanza de llegar a <strong>se</strong>r rico. Ciryl no<br />

había nacido, tres me<strong>se</strong>s después de la muerte de su padre. Si hubie<strong>se</strong> sido una niña...»<br />

Si hubie<strong>se</strong> sido una niña, siguiendo la ley inglesa, Hugo hubie<strong>se</strong> heredado el título y el<br />

dinero.<br />

Tuvo una gran decepción.<br />

«Es cierto que no me hacía muchas ilusiones; usted ya sabe que la vida es cuestión de<br />

suerte... Ciryl es un niño encantador, a quien yo quiero mucho.»<br />

Esto era la pura verdad. Hugo adoraba al niño y <strong>se</strong> prestaba a todos los caprichos de su<br />

sobrino. En su alma noble no podía albergar el odio.<br />

Ciryl era de constitución débil, canijo, sin resistencia alguna; <strong>se</strong>guramente no llegaría a viejo.<br />

Entonces, ¿por qué...?<br />

«Miss Claythorne, ¿por qué me prohíbe que nade hasta la roca?»<br />

Siempre esta perpetua cuestión exasperante...<br />

«Está muy lejos, Ciryl.»<br />

«Ande, déjeme...»<br />

Vera saltó de la cama, sacó del cajón del tocador tres tabletas de aspirina y <strong>se</strong> las tomó.<br />

Pensaba: «Si tuvie<strong>se</strong> un soporífero enérgico. Terminaría con esta vida mi<strong>se</strong>rable<br />

tomándome una fuerte dosis. Podría <strong>se</strong>r veronal... o cualquier droga similar... pero no<br />

cianuro.»<br />

Se estremeció al pensar en la cara descompuesta de Anthony Marston.<br />

Al pasar por delante de la chimenea miró el cuadro de metal con los versos de la popular<br />

canción.<br />

<strong>Diez</strong> <strong>negritos</strong> <strong>se</strong> <strong>fueron</strong> a <strong>cenar</strong>.<br />

Uno de ellos <strong>se</strong> asfixió y quedaron<br />

Nueve.<br />

Y <strong>se</strong> dijo:<br />

«¡Es horroroso! Exactamente lo que ha pasado esta noche.»<br />

¿Por qué Anthony Marston <strong>se</strong> suicidó?<br />

Vera no pensaba en hacerlo. Rechazaba de su mente la idea de su muerte. ¡Morir... estaba<br />

bien para los demás!<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

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