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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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—¿Por casualidad ha traído usted su revólver, doctor?<br />

—¿Yo? Claro que no. ¿Por qué?<br />

—¿Por qué Lombard tiene el suyo?<br />

—Sin duda alguna por costumbre.<br />

Blove refunfuñó.<br />

Una violenta sacudida <strong>se</strong> sintió en la cuerda y durante unos instantes tanto Blove como el<br />

médico emplearon todas sus fuerzas para que no <strong>se</strong> solta<strong>se</strong> la cuerda. Cuando ésta quedó<br />

bien tirante, Blove ob<strong>se</strong>rvó:<br />

—¡Hay costumbres y costumbres! Que Lombard, para ir a un país salvaje, lleve el revólver,<br />

su saco de provisiones, su infiernillo y polvos contra las pulgas no es extraño, pero esa<br />

costumbre no le haría trasladar<strong>se</strong> aquí con su equipo colonial. Eso solamente ocurre en las<br />

novelas policíacas, que las gentes guardan su revólver hasta para dormir.<br />

Perplejo, el doctor Armstrong agachó la cabeza. Inclinado al borde del abismo <strong>se</strong>guía los<br />

progresos de su compañero. Lombard terminó su exploración y su cara expresaba la<br />

inutilidad de sus esfuerzos.<br />

Pronto <strong>se</strong> remontó al pico de la roca y <strong>se</strong>cándo<strong>se</strong> el sudor de la frente dijo:<br />

—Pues estamos listos. No nos queda más que examinar la casa.<br />

Ya en ella las exploraciones <strong>fueron</strong> hechas sin dificultad. Comenzaron por las dependencias<br />

anexas, luego dirigieron su atención al interior de la morada. El metro de mister Rogers que<br />

encontraron en un cajón de la cocina les sirvió de mucho. Pero la casa no tenía ningún<br />

rincón oculto. Toda la estructura era de estilo moderno, líneas rectas, que no dejaban lugar<br />

alguno para escondrijos. Inspeccionaron primero el piso bajo, y cuando subían por la<br />

escalera para continuar en el piso de arriba, vieron por la escalera del rellano al criado<br />

Rogers que llevaba a la terraza una bandeja cargada de combinados.<br />

—E<strong>se</strong> sinvergüenza es un fenómeno. Continúa su <strong>se</strong>rvicio impasible, como si no hubie<strong>se</strong><br />

pasado nada —<strong>se</strong>ñaló Lombard.<br />

—Rogers es la perla de los mayordomos. ¡Rindámosle este homenaje! —dijo el doctor.<br />

—Y su mujer era una excelente cocinera. La cena de anoche...<br />

Entraron en el primer dormitorio. Cinco minutos después <strong>se</strong> encontraron en el rellano.<br />

Nadie <strong>se</strong> ocultaba. Imposible esconder<strong>se</strong> en ninguna habitación.<br />

—¡Vean! —anunció Blove—. He ahí una escalera.<br />

—En efecto, debe de <strong>se</strong>r la escalera que conduce a los cuartos de los criados —respondió<br />

Armstrong.<br />

Blove insistió:<br />

—Habrá en los desvanes un sitio para el depósito del agua, y es lo único que nos queda por<br />

registrar.<br />

En este momento preciso los tres hombres percibieron un ruido que parecía venir de arriba<br />

como si alguien camina<strong>se</strong> cautelosamente.<br />

Todos lo oyeron. Armstrong cogió del brazo a Blove, y Lombard, levantando un dedo,<br />

impuso silencio.<br />

—¡Chitón...! ¡Escuchad!<br />

El ruido <strong>se</strong> repitió, alguien <strong>se</strong> movía con sumo tiento por arriba con paso furtivo.<br />

Armstrong murmuró en voz baja:<br />

—Me parece que es en el cuarto donde reposa el cadáver de la <strong>se</strong>ñora Rogers.<br />

—Seguro —respondió Blove—. No <strong>se</strong> podía escoger mejor escondite. ¡Quién pensaría en<br />

subir allí! Subamos sin hacer ruido.<br />

A paso de lobo subieron sin hacer ningún ruido y <strong>se</strong> deslizaron por el pequeño pasillo, y<br />

ante la puerta de los criados escucharon. Si, había alguien en la habitación; un débil ruido<br />

les llegó desde el interior.<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

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