Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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personas sólo quedaban cuatro; a pesar de todas las precauciones, el viejo magistrado<br />
sucumbió como los demás.<br />
«Estemos alerta», es lo que dijo e<strong>se</strong> viejo. ¡Cuando presidía el tribunal <strong>se</strong> creía un dios! ¡Pero<br />
con todo, recibió su merecido! ¡Ahora no necesitaba estar alerta!<br />
<strong>De</strong> las diez personas de<strong>se</strong>mbarcadas en la isla, sólo cuatro vivían aun.<br />
Pronto una séptima víctima caería, pero no <strong>se</strong>ría ésta William Henry Blove; vigilaría.<br />
Pero ¿dónde estaba e<strong>se</strong> demonio de revólver? Este era el lado angustioso de la cuestión... el<br />
revólver... la frente surcada de arrugas, los párpados cerrados, Blove meditaba sobre la<br />
desaparición del revólver.<br />
En el silencio de la noche oyó dar las doce en el reloj. Sus nervios <strong>se</strong> tranquilizaron un<br />
poco y <strong>se</strong> tumbó en la cama, sin desnudar<strong>se</strong>.<br />
Permanecía inmóvil, sumido en sus pensamientos.<br />
Pasaba revista, con todo, a todos los acontecimientos ocurridos en la isla del Negro con el<br />
mismo escrúpulo con que procedía en la redacción de sus partes policíacos cuando estaba<br />
en Scotland Yard. Para descubrir la verdad no hay que desperdiciar ningún detalle.<br />
La llama de la vela amenazaba apagar<strong>se</strong>. A<strong>se</strong>guró<strong>se</strong> que tenía a mano las cerillas y sopló la<br />
luz. Cosa rara; la oscuridad redobló su inquietud, su cerebro estaba invadido por terroríficas<br />
imágenes. Caras flotaban en el aire; la del juez con su peluca de lana gris; la de mistress<br />
Rogers con su delantal; la cara convulsa de Anthony Marston y una cara que no había visto,<br />
mas no era en la isla... hacía mucho tiempo... No podía decir quién era... ¡Ah! sí, era Landor.<br />
¿Cómo había olvidado esa cara? Landor estaba casado y tenía una niñita de unos cuatro<br />
años. Se preguntaba por primera vez qué habría sido de ella y de su madre.<br />
¿Dónde estaba el revólver? Esta pregunta dominaba sobre las demás. Cuanto más lo<br />
pensaba más lío <strong>se</strong> hacía. No lograba entender cómo pudo desaparecer... Alguien sabía<br />
dónde estaba.<br />
En el reloj sonó la una de la noche.<br />
Los pensamientos cesaron de repente. Siempre alerta <strong>se</strong> <strong>se</strong>ntó en la cama; acababa de<br />
percibir un ruido muy tenue al otro lado de la puerta. Alguien <strong>se</strong> removía en la casa<br />
envuelta en tinieblas.<br />
El sudor resbalaba por su frente. ¿Quién <strong>se</strong> deslizaba tan furtivamente por el pasillo?<br />
Alguno que tenía intenciones criminales... Blove lo hubie<strong>se</strong> jurado.<br />
A pesar de su peso, saltó de la cama sin hacer ruido y <strong>se</strong> acercó a la puerta para escuchar.<br />
Pero no oyó nada, aunque estaba <strong>se</strong>guro de no haber<strong>se</strong> equivocado. Los pasos <strong>se</strong> habían<br />
percibido cerca de la puerta. Los cabellos <strong>se</strong> le erizaron.<br />
Ahora conocía por primera vez el miedo.<br />
Alguien <strong>se</strong> deslizaba furtivamente... de nuevo escuchó... pero el silencio <strong>se</strong> hizo...<br />
Tuvo la tentación de abrir la puerta y salir a ver quién era. ¡Si tan sólo pudiera descubrir al<br />
<strong>se</strong>r que <strong>se</strong> arrastraba en la oscuridad! Pero fuera locura el abrirla; esto a bien <strong>se</strong>guro es lo<br />
que esperaba el otro, que salie<strong>se</strong> de su dormitorio impulsado por la curiosidad.<br />
Se puso rígido de miedo. Le parecía oír ruidos... Murmullos... crujidos... Pero su cabeza los<br />
tomaba por lo que no era en realidad más que fruto de su imaginación...<br />
<strong>De</strong> repente percibió un ruido... esta vez no era ilusión... pisadas que eran sólo perceptibles<br />
al oído muy ejercitado de Blove. Andaba a lo largo del pasillo (las habitaciones de Lombard<br />
y Armstrong estaban al fondo) y pasaron delante de su puerta sin la menor vacilación.<br />
En este momento tomó la decisión de saber quién era el noctámbulo. Ahora bajaba la<br />
escalera. ¿Adonde iba?<br />
<strong>De</strong> puntillas <strong>se</strong> fue a la cama. Puso la caja de cerillas en su bolsillo, quitó el enchufe de la<br />
lámpara, arrolló el flexible en el brazo de ésta, que era de acero cromado, y pensó que el<br />
aparato le <strong>se</strong>rviría en caso de necesidad de arma. Con mil precauciones y descalzo, retiró la<br />
silla, descorrió el cerrojo y abrió la puerta. Avanzó por el pasillo y llegó hasta él desde el<br />
vestíbulo un ligero ruido. Se dirigió a la escalera. Comprendió en este momento por qué<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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