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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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<strong>De</strong>spués de todo no era la primera vez que tenia que habér<strong>se</strong>las con criminales armados.<br />

Blove tenía muchos defectos, pero no le faltaba el valor ante el peligro. La lucha en terreno<br />

descubierto no le daba miedo, pero el peligro tachado de sobrenatural le horrorizaba.<br />

Vera esperaba los resultados de la per<strong>se</strong>cución; <strong>se</strong> volvió y arregló. Miró a la puerta dos o<br />

tres veces; era sólida y capaz de no ceder. Además estaba echada la llave y el cerrojo y una<br />

silla bajo el pomo de la cerradura. Para derribarla <strong>se</strong> necesitaba un hombre más fuerte que<br />

el doctor.<br />

Vera pensaba que Armstrong, para cometer un crimen, emplearía la astucia y no la fuerza, y<br />

<strong>se</strong> entretuvo en pensar lo que podía suceder.<br />

Según Lombard, podría anunciar la muerte de uno de los dos, pretendiendo estar herido,<br />

para que abrie<strong>se</strong> la puerta y le cura<strong>se</strong>. Otras eventualidades <strong>se</strong> pre<strong>se</strong>ntaban a su examen. El<br />

anunciaría, por ejemplo, que la casa estaba ardiendo. El mismo podría provocar un<br />

incendio. <strong>De</strong>spués de haber atraído a los dos hombres fuera, podía echar una cerilla<br />

encendida sobre una cantidad de e<strong>se</strong>ncia derramada por él con anticipación. Y ella, como<br />

una tonta, permanecería emparedada en su habitación hasta que fue<strong>se</strong> demasiado tarde.<br />

Dirigió<strong>se</strong> hacia la ventana. La altura no tenia nada de particular. En caso de necesidad<br />

podría salvar<strong>se</strong> saltando por allí. Sería un salto regular, pero abajo había un arriate florido<br />

que amortiguaría el golpe de la caída.<br />

Se <strong>se</strong>ntó delante de la mesa y empezó a escribir en su diario para matar el tiempo.<br />

Bruscamente <strong>se</strong> puso rígida y <strong>se</strong> quedó escuchando.<br />

Creyó oír abajo un ruido que parecía el de cristales rotos. Se quedó sin mover<strong>se</strong> por ver si<br />

<strong>se</strong> repetía.<br />

Creyó percibir pasos furtivos, crujimiento en la escalera, pero nada de ello definido, y acabó<br />

como Blove, por creer que era producto de su imaginación excitada.<br />

En <strong>se</strong>guida le llegaron, más correctos. Voces que murmuraban... murmullos, pisadas fuertes<br />

subían la escalera, puertas que <strong>se</strong> abren y <strong>se</strong> cierran, ruidos en el desván y, por último, pasos<br />

en el pasillo y la voz de Lombard que decía:<br />

—¡Vera! ¿Está usted ahí?<br />

—Sí, ¿qué pasa?<br />

La voz de Blove:<br />

—¿Quiere usted abrirnos?<br />

La joven fue hacia la puerta, quitó la silla, dio la vuelta a la llave en la cerradura y descorrió<br />

el cerrojo. Quedó la puerta abierta. Los dos hombres jadeaban y sus pies y los bajos del<br />

pantalón estaban mojados. Vera insistió:<br />

—Pero ¿qué pasa? Lombard respondió:<br />

—¡Armstrong ha desaparecido!<br />

Vera <strong>se</strong> sobresaltó.<br />

—Pero ¿qué dice?<br />

—Se ha eclipsado en la isla —confirmó Blove—. Escamoteado como en una función de<br />

magia.<br />

—Todo esto es estúpido —dijo Vera—. Se oculta en algún sitio.<br />

—¡<strong>De</strong> ninguna manera! —añadió Blove—. No hay ningún sitio en la isla para ocultar<strong>se</strong>.<br />

—El acantilado está tan desnudo como su mano, miss Vera.<br />

—Además de no haber vegetación, la luna iluminaba como si fue<strong>se</strong> de día. No hemos<br />

podido encontrarle.<br />

—Ha vuelto a la casa —aventuró Vera.<br />

—Ya lo pensamos —añadió Blove—, y hemos rebuscado desde la cueva al desván. No, no<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

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