Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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voz monótona:<br />
—Sí, hay un hombre...<br />
—Gracias..., es todo lo que quería saber.<br />
Vera <strong>se</strong> puso rígida de pronto y exclamó con voz ahogada por el miedo:<br />
—¿No ha oído, Lombard? Creyéra<strong>se</strong> un temblor de tierra.<br />
—No, pero es raro, <strong>se</strong> ha producido como una sacudida y hasta me parece haber oído un<br />
grito. ¿Y usted, lo oyó también?<br />
Los dos <strong>se</strong> miraron y volvieron sus ojos hacia la casa.<br />
—El ruido ha venido de e<strong>se</strong> lado. Vamos a ver por qué pasa.<br />
—No, yo no voy —dijo ella.<br />
—Como usted quiera, pero yo corro para ver lo que ha sucedido.<br />
Contra su voluntad, Vera <strong>se</strong> resignó y le siguió.<br />
Los dos llegaron a la casa. La terraza parecía un sitio apacible bajo el sol. Dudaron un<br />
instante antes de entrar por la puerta principal y dieron la vuelta a la casa prudentemente.<br />
<strong>De</strong>scubrieron a Blove tendido, con los brazos en cruz, sobre la terraza orientada al Este. La<br />
cabeza la tenía aplastada por un enorme bloque de mármol blanco.<br />
—¿Quién ocupaba —preguntó Lombard— la habitación de encima?<br />
—Yo... Y reconozco el reloj de mármol que estaba en mi cuarto sobre la chimenea... tenía<br />
la forma de un oso.<br />
Y repitió excitada:<br />
—¡Tenía la forma de un oso!<br />
Philip la cogió por los hombros y con voz ronca de cólera le dijo:<br />
—Ahora estamos <strong>se</strong>guros de que el doctor <strong>se</strong> oculta en algún sitio. Esta vez no <strong>se</strong> me<br />
escapa.<br />
Vera le retuvo diciéndole:<br />
—¡<strong>De</strong>scuide, por favor! Ahora nos toca a nosotros, pues lo que quiere es que vayamos en<br />
su busca. Cuenta con ello.<br />
—Tiene usted razón, quizá —dijo Lombard, cambiando de opinión.<br />
—En este caso no me he equivocado; ya le decía que el doctor era culpable.<br />
—¡Si es materialmente imposible! Blove y yo hemos registrado toda la isla palmo a palmo y<br />
luego la casa. Hemos escudriñado todos los rincones de la casa y le juro que no hay sitio<br />
para ocultar<strong>se</strong> en ella. ¡Es para volver<strong>se</strong> loco!<br />
—Ustedes han debido equivocar<strong>se</strong>.<br />
—Quisiera a<strong>se</strong>gurarme.<br />
—¿Usted quiere a<strong>se</strong>gurar<strong>se</strong>? Eso es precisamente lo que espera. El le tiende esta<br />
emboscada.<br />
—No olvide que tengo un revólver —dijo Lombard sacándo<strong>se</strong>lo del bolsillo.<br />
—Eso decía usted también de Blove, que era más fuerte que el doctor. Pero lo que no tiene<br />
usted en cuenta es que <strong>se</strong> trata de un loco furioso y un loco es más peligroso que un <strong>se</strong>r<br />
normal. <strong>De</strong>sarrolla dos veces más astucia y fuerza que nosotros.<br />
—Bueno, quedémonos aquí —Lombard volvió a guardar<strong>se</strong> el revólver— ¿Qué vamos a<br />
hacer cuando llegue la noche?<br />
Vera no respondió y Lombard continuó irritado:<br />
—Usted no piensa en eso.<br />
<strong>De</strong><strong>se</strong>sperada, repetía maquinalmente:<br />
—¿Qué nos pasará, Dios mío? ¡Tengo miedo!<br />
—El tiempo es bueno y tendremos luna. Podemos buscar un sitio en el acantilado. Allí<br />
pasaremos la noche y sobre todo no debemos dormirnos. Montaremos la guardia toda la<br />
noche y si sube alguien le mataré —tras una ligera pausa—: Claro que usted tendrá frío con<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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