Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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erguido el busto, fijaba su mirada en el horizonte.<br />
La llegada de los tres hombres no le llamó la atención. Esta indiferencia les causó malestar.<br />
«Esta quietud no es natural. Diría<strong>se</strong> que el viejo está inquieto», pensó Blove.<br />
—Mi general, ha encontrado usted un rincón precioso para descansar.<br />
El general frunció la frente, volviéndo<strong>se</strong> lentamente hacia él y le contesto:<br />
—Me queda tan poco tiempo... tan poco tiempo... Insisto para que no <strong>se</strong> me moleste.<br />
—¡Oh! No queremos molestarle, mi general; dábamos una vuelta por la isla para ver si<br />
alguien <strong>se</strong> escondía en ella.<br />
Frunciendo el entrecejo, el general rearguyó:<br />
—Ustedes no me comprenden... basta ya... les ruego que <strong>se</strong> retiren.<br />
Blove <strong>se</strong> alejó, confiando a los otros:<br />
—Este <strong>se</strong> está volviendo loco; no es necesario hablarle.<br />
—¿Qué es lo que le dijo? —preguntó Lombard con curiosidad.<br />
—Murmuró que no le quedaba mucho tiempo y que necesitaba que le deja<strong>se</strong>n tranquilo.<br />
El doctor, alarmado, murmuró:<br />
—A saber si ahora...<br />
Cuando sus pesquisas terminaron estaban los tres hombres en la cima de la isla y, oteaban<br />
el horizonte. Ningún barco a la vista, y el viento refrescaba ya.<br />
—Las barcas pesqueras no han salido hoy —dijo Lombard—. Una tempestad <strong>se</strong> prepara.<br />
Lástima que desde aquí no <strong>se</strong> vea el pueblo; podríamos al menos hacerles <strong>se</strong>ñales.<br />
—¿Y si encendiéramos un gran fuego? —sugirió Blove.<br />
—La desgracia es que todo ha debido de <strong>se</strong>r previsto —respondió Lombard.<br />
—¿Cómo es eso?<br />
—¿Qué sé yo? Una siniestra broma. <strong>De</strong>bemos de estar abandonados en esta isla. No <strong>se</strong><br />
prestará atención a nuestras <strong>se</strong>ñales. Probablemente <strong>se</strong> ha prevenido a la gente del pueblo<br />
que <strong>se</strong> trata de una apuesta. ¡Qué historia!<br />
—¿Usted cree que los lugareños <strong>se</strong> van a tragar este cuento? —interrogó Blove con<br />
escepticismo.<br />
—La verdad resulta aún más inverosímil. Si les hubie<strong>se</strong>n dicho que la isla debía estar aislada<br />
hasta que su propietario desconocido, Owen, haya ejecutado tranquilamente a todos sus<br />
invitados, ¿cree usted que lo hubie<strong>se</strong>n creído?<br />
El doctor expuso sus dudas:<br />
—Yo mismo me pregunto por momentos si no estoy soñando. Por tanto...<br />
Philip Lombard descubrió con una sonrisa sus blancos dientes.<br />
—Y, por tanto..., ¡todo demuestra lo contrario, doctor!<br />
Blove miraba al mar que rugía a sus pies.<br />
—Nadie ha podido subir por aquí.<br />
Armstrong bajó la cabeza.<br />
—Evidentemente, está bien escarpado. Pero ¿dónde <strong>se</strong> oculta el individuo?<br />
—Puede <strong>se</strong>r que haya una abertura disimulada en las rocas —apuntó Blove—. Con una<br />
barca podríamos dar la vuelta a la isla.<br />
—Si tuviéramos una barca estaríamos camino de la costa —replicó Lombard.<br />
—Es cierto, <strong>se</strong>ñor.<br />
—En cuanto a esta parte del acantilado —dijo Lombard— no existe más que un sitio,<br />
hacia la derecha, donde puede que haya un rincón allá abajo. Si encontramos una cuerda<br />
bastante sólida me comprometo a bajar y nos a<strong>se</strong>guraremos.<br />
—La idea no es mala —ob<strong>se</strong>rvó Blove—, aunque reflexionando me parece un tanto<br />
peligrosa. Pero voy a ver si encuentro alguna cuerda.<br />
Con paso ligero <strong>se</strong> fue hacia la casa.<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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